sábado, 26 de febrero de 2011

Adoracion Eucarística de Juan Pablo II

Adoración Eucarística de Juan Pablo II

Señor Jesús:

Nos presentamos ante ti sabiendo que nos llamas y que nos amas tal como somos.

"Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Hijo de Dios" (Jn. 6,69).

Tu presencia en la Eucaristía ha comenzado con el sacrificio de la última cena y continúa como comunión y donación de todo lo que eres.
Aumenta nuestra FE.

Por medio de ti y en el Espíritu Santo que nos comunicas, queremos llegar al Padre para decirle nuestro SÍ unido al tuyo.

Contigo ya podemos decir: Padre nuestro.

Siguiéndote a ti, "camino, verdad y vida", queremos penetrar en el aparente "silencio" y "ausencia" de Dios, rasgando la nube del Tabor para escuchar la voz del Padre que nos dice: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi complacencia: Escuchadlo" (Mt. 17,5).

Con esta FE, hecha de escucha contemplativa, sabremos iluminar nuestras situaciones personales, así como los diversos sectores de la vida familiar y social.

Tú eres nuestra ESPERANZA, nuestra paz, nuestro mediador, hermano y amigo.

Nuestro corazón se llena de gozo y de esperanza al saber que vives "siempre intercediendo por nosotros" (Heb. 7,25).

Nuestra esperanza se traduce en confianza, gozo de Pascua y camino apresurado contigo hacia el Padre.

Queremos sentir como tú y valorar las cosas como las valoras tú. Porque tú eres el centro, el principio y el fin de todo.

Apoyados en esta ESPERANZA, queremos infundir en el mundo esta escala de valores evangélicos por la que Dios y sus dones salvíficos ocupan el primer lugar en el corazón y en las actitudes de la vida concreta.

Queremos AMAR COMO TÚ, que das la vida y te comunicas con todo lo que eres.

Quisiéramos decir como San Pablo: "Mi vida es Cristo" (Flp. 1,21).

Nuestra vida no tiene sentido sin ti.

Queremos aprender a "estar con quien sabemos nos ama", porque "con tan buen amigo presente todo se puede sufrir". En ti aprenderemos a unirnos a la voluntad del Padre, porque en la oración "el amor es el que habla" (Sta. Teresa).

Entrando en tu intimidad, queremos adoptar determinaciones y actitudes básicas, decisiones duraderas, opciones fundamentales según nuestra propia vocación cristiana.

CREYENDO, ESPERANDO Y AMANDO, TE ADORAMOS con una actitud sencilla de presencia, silencio y espera, que quiere ser también reparación, como respuesta a tus palabras: "Quedaos aquí y velad conmigo" (Mt. 26,38).

Tú superas la pobreza de nuestros pensamientos, sentimientos y palabras; por eso queremos aprender a adorar admirando el misterio, amándolo tal como es, y callando con un silencio de amigo y con una presencia de donación.

El Espíritu Santo que has infundido en nuestros corazones nos ayuda a decir esos "gemidos inenarrables" (Rom. 8,26) que se traducen en actitud agradecida y sencilla, y en el gesto filial de quien ya se contenta con sola tu presencia, tu amor y tu palabra.

En nuestras noches físicas y morales, si tú estás presente, y nos amas, y nos hablas, ya nos basta, aunque muchas veces no sentiremos la consolación.

Aprendiendo este más allá de la ADORACIÓN, estaremos en tu intimidad o "misterio".

Entonces nuestra oración se convertirá en respeto hacia el "misterio" de cada hermano y de cada acontecimiento para insertarnos en nuestro ambiente familiar y social y construir la historia con este silencio activo y fecundo que nace de la contemplación.

Gracias a ti, nuestra capacidad de silencio y de adoración se convertirá en capacidad de AMAR y de SERVIR.

Nos has dado a tu Madre como nuestra para que nos enseñe a meditar y adorar en el corazón. Ella, recibiendo la Palabra y poniéndola en práctica, se hizo la más perfecta Madre.

Ayúdanos a ser tu Iglesia misionera, que sabe meditar adorando y amando tu Palabra, para transformarla en vida y comunicarla a todos los hermanos.
Amén.

Juan Pablo II

INTRODUCCIÓN:

Hemos celebrado la Cena del Señor en la que hemos recordado la Institución de la Eucaristía y del Sacerdocio, y el Señor nos ha dado como testamento el mandamiento nuevo del amor.

Ahora, otra vez reunidos junto al altar, queremos prolongar en meditación contemplativa y en oración lo que hemos celebrado esta tarde. Renovemos delante del Señor Sacramentado el memorial de su misterio de amor. Escuchemos sus palabras pronunciadas en el Cenáculo junto con sus discípulos. Sus palabras son su testamento.

Esta noche santa se respira silencio contemplativo, misterio y amor de un Dios-con-nosotros, el Emmanuel. Queremos dedicar este tiempo a estar junto a él para escucharle, orar con él al Padre y darle gracias por el gran misterio de su Pascua.

ORACIÓN INICIAL:

Aclamaciones Eucarísticas:

Jueves Santo es uno de los días más hermosos y más intensos del año litúrgico. La hermosura de las palabras y los gestos. La intensidad de las palabras y los sentimientos. Lo expresaba el mismo Jesús cuando se reunió aquella tarde con sus discípulos: “Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros”.

En aquella cena Jesús de algún modo se rompe, se desborda en palabras, gestos y sentimientos. Los vamos a recordar. Los vamos a celebrar. Los queremos vivir.

1. Memoria de la Última Cena:

LECTURA: Lc 22, 14-20

«Cuando llegó la hora, se puso a la mesa con los apóstoles; y les dijo: “Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer; porque os digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios.”

Y recibiendo una copa, dadas las gracias, dijo: “Tomad esto y repartidlo entre vosotros; porque os digo que, a partir de este momento, no beberé del producto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios.”

Tomó luego pan, y, dadas las gracias, lo partió y se lo dio diciendo: Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío.” De igual modo, después de cenar, la copa, diciendo: “Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros”.

REFLEXIÓN:

El discurso de Jesús en la última cena fue una conversación en un clima de amistad, de confianza, y a la vez, el último adiós, que él nos da abriendo su corazón. ¡Cómo debió de esperar Jesús esta hora! Era la hora para la cual había venido, la hora de darse a los discípulos, a la humanidad, a la Iglesia. Lo que Jesús hizo aquél día, en aquella hora, es lo que él todavía, aquí presente, hace para nosotros.

Por eso no dudamos en sentirnos de verdad en aquella única hora en la que Jesús se entregó a sí mismo por todos, como don y testimonio del amor del Padre. Fue precisamente durante esa cena cuando el Señor Jesús instituyó la Eucaristía, y con ello nos ha dejado como don toda su vida, desde el primer instante de la encarnación hasta el último momento, con todo lo que concretamente había llenado dicha vida: silencio, sudores, fatigas, oración, luchas, humillaciones… Toda su vida fue expresión de aquél Amor hasta el extremo.

Vive este momento y preparar tu corazón para que el paso de Jesús no te sea indiferente. Descubre su verdadero amor que no deja de hacerse presente ante ti, ante tu corazón que lo siente de manera especial en esta noche.

SILENCIO

CANTO:

Es un día para sentarte tú también con Jesús en la mesa… para escucharle, mirarle a los ojos, ponerte en su situación… ¿cómo imaginas que se sentiría por dentro? ¿qué te gustaría decirle después de escucharle? ¿qué sientes? … ¿Quieres hacer “eso mismo” en memoria suya? Es lo que dice el sacerdote en cada Eucaristía repitiendo las palabras de Jesús: haced esto en memoria mía, es decir, ser vosotros Cristo para los demás. ¿¿Cómo??

Entregando vuestra vida como se entrega el pan y el vino… La Eucaristía, es el pan de vida que está vivo en sí mismo y por eso, verdaderamente, viven aquellos que lo reciben. Jesús en la Eucaristía nos transforma y nos hace semejantes a él.

“Tomad y comed todos de él, porque esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros”. ¡Qué misterio! Jesús nos une a él en la acción más sublime y santa de la historia.

CANTO:

Ora en silencio ante este sacramento admirable que contemplamos.

Déjate inundar de su amor y acompáñale con fe y amor inquebrantable, dando gracias por su entrega.

SILENCIO

Nos preguntamos: ¿Qué es lo más grande que alguien ha hecho por ti?

¿Alguien se ha hecho pan y vino para que tú sigas caminando, para que tú sigas viviendo y dando vida, para que no desfallezcas, sin fuerzas?

Jesús de Nazaret Él quiso quedarse siempre contigo en forma de pan y de vino.

Quiso que su Cuerpo y su Sangre fueran cuerpo y sangre tuyos. Quiso ser tu alimento, tu fuerza, tu Luz. Y sólo porque te quiere. Sólo por amor.

¿Qué te alimenta a ti en la vida? ¿Qué te da fuerza?

Jueves Santo, Jueves de Pan y entrega, Jueves de mesa compartida hasta el fin del mundo. Así es el Dios en quien creemos. Sólo tienes que acercarte a Su Mesa y querer recibirle.

PRECES:

La Eucaristía es también oración de alabanza y acción de gracias. Demos gracias al Señor por el misterio de la Eucaristía que en esta noche Santa nos ha sido dada y por su presencia permanente a partir de entonces en medio de nosotros. Respondamos:

Eucaristía, milagro de amor, Eucaristía, presencia del Señor.

· Gracias, Señor, por el misterio pascual de tu muerte y tu resurrección. R

· Gracias, Señor, por haber instituido la Eucaristía antes de padecer tu muerte. R

· Gracias, Señor, por haberte quedado sacramentalmente entre nosotros. R

· Gracias, Señor, por habernos invitado a celebrar la Eucaristía, sacrificio perenne de salvación. R

· Gracias, Señor, por darnos tu Cuerpo y Sangre como alimento. R

· Gracias, Señor, por este tiempo que nos has concedido para adorarte y venerarte en el sacramento. R

· Gracias, Señor, por todos los beneficios que nos concedes. R

2. El gesto humilde del Lavatorio de los pies

LECTURA: Jn 13, 1ss

“Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”.

REFLEXIÓN:

Nosotros, por consiguiente, debemos aprender de Jesús, que nos dice:

“Os he dado ejemplo….”

En el lavatorio de los pies Jesús ha querido resumir todo el sentido de su vida, para que quedara bien grabado en la memoria de sus discípulos, que este lavatorio, desde el principio, fue un servir a los hombres hasta el final.

El gesto del Lavatorio de los pies tiene como finalidad recordarnos que el mandamiento del Señor debe llevarse a la práctica en el día a día: servirnos mutuamente con humildad.

Jesús nos da ejemplo de una vida gastada por los demás. La caridad no es un sentimiento vago, no es una experiencia de la que podemos esperar gratificaciones simplemente humanas, sino que es la voluntad de sacrificarse a sí mismo con Cristo por los demás, sin cálculos. El amor verdadero siempre es gratuito y siempre está disponible: se da pronta y totalmente.

Por eso, el Jueves Santo celebramos el día del amor fraterno. El lavatorio de los pies nos introduce en esta dinámica. En recuerdo de lo que hizo Jesús, quiere enseñarnos a servir con humildad y de corazón a los demás. Este es el mejor camino para seguir a Jesús y para demostrarle nuestra fe en él.

Tenemos que aprender a dejarnos “lavar”. Jesús le da un significado muy fuerte, es una condición necesaria para estar con él.

Necesitamos que él lave nuestra mente y corazón:

· que nos limpie de toda soberbia y nos regale su humildad

· que nos limpie de toda codicia y nos regale generosidad

· que nos limpie de toda violencia y nos regale mansedumbre

· que nos limpie de todos los apegos y nos regale libertad

· que nos limpie de todo pecado y nos regale pureza

· que nos limpie de todo hasta que lleguemos a ser limpios de corazón…

CANTO:

Aprende también a lavar los pies. Os he dado ejemplo para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros. Es un deseo, un imperativo de Jesús, que corresponde al: Haced esto en memoria mía. Así, para poder comulgar plenamente con Cristo, tenemos que estar dispuestos para lavarnos mutuamente los pies.

Debemos aprender de él a decir siempre “gracias” y a celebrar la Eucaristía en la vida entrando en la dinámica de su amor que se ofrece y sacrifica a sí mismo para darme vida a mí, para que viva su vida verdadera.

3. Llegada la Hora

Jesús después de celebrar con sus discípulos la Última Cena se dirigió hasta el monte de los Olivos para orar.

LECTURA: Lc 22, 40-46

Salió y, como de costumbre, fue al monte de los Olivos, y los discípulos le siguieron. Llegado al lugar les dijo: “Pedid que no caigáis en tentación.” Y se apartó de ellos como un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba diciendo:

“Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.” Entonces, se le apareció un ángel venido del cielo que le confortaba.

Y sumido en agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra. Levantándose de la oración, vino donde los discípulos y los encontró dormidos por la tristeza; y les dijo: “¿Cómo es que estáis dormidos? Levantaos y orad para que no caigáis en tentación.” Todavía estaba hablando, cuando se presentó un grupo; el llamado Judas, uno de los Doce, iba el primero, y se acercó a Jesús para darle un beso. Jesús le dijo:

“¡Judas, con un beso entregas al Hijo del hombre!”.

REFLEXIÓN:

Cuando se ora ante el altar de la Reserva, nos damos cuenta de cómo estamos unidos a Jesús en el sufrimiento del huerto de Getsemaní.

Recordemos este momento en que Jesús se separa de sus discípulos, la angustia de su alma al rogar que el cáliz se apartara de él, la amorosa respuesta del Padre que envía un ángel para sostenerle, la soledad del Maestro que tres veces encuentra a sus discípulos dormidos en lugar de orar con él, el valor expresado en la resolución final de ir al encuentro del traidor: esta combinación de dolor humano, apoyo divino y ofrecimiento solitario son la clave para acompañar a Jesús en su agonía. Nosotros queremos velar junto a él…

La Hora esperada y temida ha llegado.

Jesús ora: A Jesús se le hace presente todo el sufrimiento de la crucifixión.

De esto se trata. De amar a pesar de los pesares. Y viene la angustia, el desasosiego, las lágrimas, el desaliento. Experimenta los efectos del pecado en su alma, especialmente la separación del Padre. Ha comenzado la Pasión. Pero no cede, sigue rezando, sigue amando la voluntad del Padre que también es la suya, y ama a los todos hombres a pesar de su pecado, que lo ha conducido a la muerte más cruel y dolorosa.

Es el misterio de la noche, de la debilidad, de la tentación. Noche de sufrimiento. Jesús no lo rechaza, sino que lo asume y así lo redime. Vence al sufrimiento, sufriéndolo Él. Esta es la respuesta de Dios a todas las angustias del hombre.

Entonces, podemos preguntarnos: ¿Cuáles son nuestros sufrimientos?

¿Qué llena de impotencia, de dolor, de tristeza y de desesperanza nuestra vida?

SILENCIO

Jesús, de Getsemaní, se levantó para seguir el camino hacia el Calvario, camino de entrega, de abandono confiado a la voluntad del Padre. Camino de amor sin límites.

Los invitamos a rezar la oración de abandono al Padre

ACTO DE ABANDONO AL PADRE (oramos juntos)

Padre, me pongo en tus manos,

haz de mi lo que quieras,

sea lo que sea te doy gracias.

Estoy dispuesto a todo,

con tal que tu voluntad se cumpla

en mí y en todas tus criaturas.

No deseo nada más;

te confío mi alma;

te la doy con todo el amor

del que soy capaz,

porque te amo y necesito darme,

ponerme en tus manos sin medida,

con infinita confianza

porque tu eres mi Padre.

CANTO:

PRECES:

En este día de tanto amor, abramos nuestro corazón a Dios y a todos los hombres, nuestros hermanos y pidamos:

Respondemos: “CONCÉDENOS, SEÑOR, TU AMOR”.

· Para que toda la Iglesia viva fielmente el mandamiento del amor y sea así testigo del amor que Dios nos tiene. Oremos.

· Para que cada uno de nosotros nos esforcemos por vivir la comprensión. Oremos.

y el amor mutuo que Jesús nos mandó. Oremos.

· Para que descubramos que mediante nuestra propia conversión será posible la construcción de un mundo mejor. Oremos.

· Para que nuestra vida familiar sea signo claro de lo que ha de ser la gran familia cristiana. Oremos.

ORACIÓN FINAL:

Gracias, Señor, por tu entrega generosa. Concédenos que nuestra vida sea siempre sincera acción de gracias por todo lo que has hecho por nosotros. Y que el ejemplo de tu amor nos lleve a amar de verdad a los que nos necesitan y a los que están a nuestro lado. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén

PADRE NUESTRO

OREMOS A MARÍA: Dios te salve…

Sacado de la página http://eucaristia.wordpres

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