viernes, 25 de febrero de 2011

Los ángeles y la adoración eucarística

Los ángeles son seres espirituales puros creados por Dios con una naturaleza superior a la humana, que habitan en el mundo de los espíritus bienaventurados, y viven en un tiempo llamado “aevum”, intermedio entre la eternidad de Dios y el tiempo de los hombres. Les llamamos custodios porque realmente nos protegen y nos ayudan: nos protegen de peligros, sean espirituales o materiales, y nos ayudan, tanto para las tareas de todos los días como para conservar y acrecentar nuestra fe en Cristo.

Su funcion es la de ayudarnos en la vida cotidiana, pero sobre todo, su funcion principal, es la de iluminarnos respecto de las verdades de fe, iluminarnos respecto de la Presencia de Cristo en la Eucaristía y enseñarnos a adorarlo.

Son superiores a nosotros, y sin embargo nosotros, por la encarnación del Verbo, por la gracia santificante que nos concede Cristo a través de los sacramentos, somos puestos en una situación mucho más alta que la que nos corresponde por nuestra naturaleza humana. Por la gracia santificante que emana de Cristo y de sus sacramentos, somos hechos con ellos una sola familia, a pesar de ser nosotros inferiores, y somos capacitados para compartir con ellos la adoración y la contemplación del Hombre-Dios Cristo: ellos, viendolo cara a cara, nosotros, por la fe, en su Iglesia.

Los ángeles custodios no están flotando en las nubes: están delante del trono de Dios, alegrándose con una alegría infinita y eterna por el hecho de gozar de la visión de Dios Trino; adoran a Cristo, la Lámpara de la Jerusalén Celeste que ilumina con su luz a los espíritus bienaventurados.

Los ángeles custodios adoran en la eternidad al Cordero Inmaculado, el Hijo de Dios, Presente en el seno del Padre, Presente en los cielos eternos y Presente en la Eucaristía.

Antes de cada misa, mi ángel custodio se prepara para adorar a su Señor que se hará Presente bajo las especies eucarísticas. A él debo pedirle, porque para eso Dios me ha confiado a su cuidado, que me ilumine para reconocer y adorar a Jesús en el misterio de la Presencia Eucarística. A él debo pedirle que me enseñe y me ayude a adorar a Cristo Presente con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad, en la Eucaristía, para luego adorarlo en mi alma, cuando venga por la comunión, como anticipo de la adoración eterna en los cielos.

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