jueves, 14 de febrero de 2013

Hora Santa en reparación por nuestras faltas como cristianos



         Inicio: Jesús Eucaristía, Dios del altar y del sagrario, venimos a postrarnos en humilde adoración ante tu Presencia Eucarística para rendirte el homenaje de nuestra adoración, en unión con la adoración que en los cielos te rinden los ángeles y los santos. Basados en la frase de Su Santidad Benedicto XVI: “No hay que utilizar a Dios para los propios intereses, para la propia gloria y para el propio éxito”, queremos adorar y reparar por las veces en que hemos actuado como fariseos y no como cristianos, es decir, por las veces en que hemos dejado de lado la contemplación de tu Rostro para inclinarnos a mirar el mundo.

         Canto de entrada: “A Jesús en la cruz”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran, ni Te aman” (tres veces).

         Meditación

         Te pedimos perdón, Señor Jesús, y queremos reparar, por las veces en que hicimos mal uso de nuestro nombre y condición de “cristianos”; te pedimos perdón por las veces que usamos el nombre santo de Dios para nuestra propia conveniencia; para nuestros propios intereses; para nuestra propia gloria; para nuestro propio éxito.
         Te pedimos perdón por haber olvidado que nuestro único interés, nuestra única gloria, nuestro único éxito, eres Tú en la Cruz y en la Eucaristía.

         Silencio meditativo.

         Te pedimos perdón porque siendo cristianos, y llamados por lo tanto a vivir esta vida como algo pasajero, además de una prueba para alcanzar la vida eterna, nos hemos olvidado del cielo y de la vida eterna, y no queremos convertirnos, es decir, volver el corazón hacia Ti, única fuente de alegría, de paz, de amor.

         Silencio meditativo.

         Te pedimos perdón por las veces que hemos destruido la naciente vida humana, que viene de Ti, Dios Vivo y Verdadero, y hemos así construido la siniestra “cultura de la muerte” que ahora nos destruye día a día.

         Silencio meditativo.

    Te pedimos perdón porque como cristianos, estamos llamados a vivir las Bienaventuranzas
         Te pedimos perdón y queremos reparar porque siendo como somos, cristianos, es decir, hijos de Dios y herederos del cielo, continuamos apegados a los bienes de la tierra.

         Silencio meditativo.

       Te pedimos perdón y queremos reparar porque siendo como somos, hijos de Dios, preferimos nuestra comodidad antes que el sacrificio en bien del prójimo, nuestro hermano, y así olvidamos las obras de misericordia, sin las cuales no entraremos en el Reino de los cielos.

         Silencio meditativo.

Te pedimos perdón porque no te vemos, o más bien, no queremos verte, en el hermano necesitado, en el pobre, en el indigente, en el desesperado, en el caído.

Silencio meditativo.
Te pedimos perdón por haber pasado tantas veces de largo, dejando tendido a la vera del camino a quien veía en nosotros una posibilidad de auxilio. Nos hemos comportado como fariseos, como religiosos henchidos de orgullo propio y vanagloria, pero vacíos del Amor de Dios, y así, hemos usado Tu Santo Nombre en provecho propio.
Silencio meditativo.

Te pedimos perdón por haber creído que las obras de misericordia espirituales y corporales que recomienda la Iglesia eran solo una lección más entre otras del Catecismo de Primera Comunión, y no las hemos practicado, olvidando así que estas obras son la única llave que puede abrir la Puerta del Reino de los cielos, tu Sagrado Corazón.

Silencio meditativo.

Te pedimos perdón porque nos decimos cristianos, pero parecemos serlo sólo los domingos, durante cuarenta minutos, mientras que el resto del tiempo, dejamos ese título en la puerta de la Iglesia, para comportarnos más fácilmente en el mundo como un pagano más, al volcar nuestros pensamientos, amores y obras a los atractivos del mundo y sus vanos placeres.

Silencio meditativo.

Te pedimos perdón porque siendo cristianos, no hemos sabido dar testimonio de tu Amor, de tu perdón, de bondad, de tu humildad, de tu sencillez, de tu paciencia, y por el contrario, hemos reflejado al mundo y al prójimo nuestra propia ambición, nuestro orgullo, nuestra soberbia, nuestra falta de perdón. Te pedimos perdón porque Te hemos dejado de lado a Ti, Sabiduría divina, para hacernos conocedores de las vanas novedades del mundo, convirtiéndonos así en los hombres más necios del mundo.

Silencio meditativo.

Te pedimos perdón por haber escandalizado a quienes, sabiendo que éramos cristianos, esperaban de nosotros una palabra de aliento, un tiempo compartido, un amigo que escucha, un padre que consuela, una madre que acaricia, un hermano que ayuda, un poco de pan, un vaso de agua, una ayuda cualquiera, se ha encontrado en cambio con nuestro gesto hosco, frío, desinteresado, negligente, arrogante, orgulloso, vacío de amor y lleno de soberbia.

Silencio meditativo.

Te pedimos perdón porque en vez de acudir a Ti, Único Dios verdadero, que por nosotros y por Amor a nosotros desciendes cada vez a la Eucaristía y en la Santa Misa, y por nosotros y por Amor a nosotros te has quedado en el sagrario, ves en cambio despreciada Tu Presencia Eucarística, el máximo Don del Amor trinitario para los hombres, porque en vez de venir a recibir el don que el Padre nos da en cada Santa Misa, preferimos nuestras vanas distracciones y ocupaciones, y en vez de venir a adorarte en la Eucaristía, preferimos acudir a los ídolos paganos.

Silencio meditativo.

Oración de despedida: ten piedad, ten compasión, ten misericordia, Jesús Eucaristía, Dios del sagrario y del altar, por las veces que te hemos abandonado, olvidado, intercambiado por ídolos y por el mundo; apiádate de nosotros, de nuestros seres queridos y de todo el mundo; confiamos en tu infinita Misericordia, en tu Bondad sin límites, como un océano sin playas, y nos encomendamos a tu Madre, que es también nuestra Madre, para que desde su Corazón Inmaculado, lleve estas humildes oraciones, adoraciones y reparaciones ante tu Presencia, de manera que en algo se mitigue tu justa indignación y tu profunda tristeza.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran, ni Te aman” (tres veces).

Canto de salida: “Stabat Mater lacrimosa”.

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