viernes, 27 de septiembre de 2013

Hora Santa en reparación por los que cometen actos sacrílegos y vandálicos contra Jesús, la Virgen y la Iglesia


         Inicio: Ingresamos en el Oratorio, nos postramos ante la Presencia de Jesús Eucaristía, hacemos silencio interior y exteriormente, y nos encomendamos a nuestros ángeles custodios, para que lleven esta Hora Santa al Inmaculado Corazón de María para desde allí llegue al trono de Dios. Ofrecemos esta Hora Santa en reparación por la profanación sufrida por la Iglesia de San Ignacio, la más antigua de Buenos Aires, pidiendo perdón y reparando por los autores materiales e intelectuales del sacrílego ataque.
         Oración de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, Te adoro y Te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran, ni Te aman” (tres veces).
         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
         Canto de entrada: “Postrado a vuestros pies humildemente”.
         Meditación
         Jesús Eucaristía, Rey de cielos y tierra, que en la Cruz ofreciste al Padre, por nuestra salvación, tu Cuerpo, tu Sangre, tu Alma y tu Divinidad, te pedimos perdón y reparamos por aquellos hermanos nuestros que, inmersos en las más negras y densas tinieblas infernales, osan profanar el altar eucarístico, sin darse cuenta que el altar es una parte del cielo en la tierra, parte del cielo en el que se renueva el Santo Sacrificio del Calvario, parte del cielo que está rodeado y custodiado por miríadas y miríadas de ángeles de luz, que contemplan con pena e indignación la insolencia inaudita de quienes  se atreven, a riesgo de la salvación eterna de sus almas, profanar el altar en donde Tú renuevas el Sacrificio de la Cruz. Jesús, ten piedad de nuestros pobres hermanos y, por mediación de María Santísima, concédeles la gracia de poder entender qué es el altar eucarístico, para que postrándose ante Ti con arrepentimiento sincero, Te pidan perdón e inicien una vida de conversión y reparación. Amén.
         Silencio para meditar.
         Jesús Eucaristía, Nuevo Adán, que cuando estabas dormido en la Cruz nació la Iglesia de Tu costado abierto por la lanza; Jesús, Segundo y definitivo Adán, Cabeza Santa de la humanidad regenerada por la gracia, que diste origen a la Iglesia, la Nueva Eva, con la Sangre y el Agua que brotaron, como fuente inagotable de gracia divina, de tu Corazón traspasado; ten piedad, compadécete, apiádate, de nuestros hermanos que, envueltos en las tinieblas del ángel caído, osan profanar tu Iglesia provocando destrozos e incendiándola, y escribiendo sacrílegamente pintadas que dicen: “La única Iglesia que ilumina es la que arde”, sin darse cuenta de que sí, la Iglesia Sacrosanta ilumina porque arde, pero arde con el Fuego del Amor Divino, el Espíritu Santo, y con las llamas del Amor Divino la Iglesia ilumina a todas las naciones de la tierra, de todos los tiempos, señalando el Único Camino de salvación, Cristo Jesús. Jesús, perdona a nuestros hermanos, y por tu infinita Misericordia, enciende sus entenebrecidos corazones con el Fuego del Espíritu Santo. Amén.
         Silencio para meditar.
         Jesús Eucaristía, Nuestro Dios, Nuestro Amo, Nuestro Señor, Nuestro Creador, Nuestro Todo; sin Ti “nada podemos hacer”, pero tampoco “nada podemos ser”, y tan ni siquiera “podemos ser”, si Tú no nos sostienes en el ser, si Tú no nos mantienes en el ser y en la existencia. Por Tu Voluntad somos, vivimos y existimos; porque Tú lo quieres, respiramos; porque Tú lo dispones, estamos vivos y estaremos vivos con esta vida terrena hasta que Tú, en tu infinita Sabiduría, dispongamos llamarnos a tu Presencia, para comenzar a vivir la vida eterna; si Tú  lo quisieras, el universo entero, tanto el visible como el invisible, dejarían de existir en el instante en que lo desearas, tal es tu inmenso poder y omnipotencia. Jesús, Tú gobiernas el mundo con tus sangrientas manos paternales; Tú mantienes el equilibrio del universo desde la Eucaristía; Tú eres el Dios de toda majestad y omnipotencia; Tú eres Nuestro Creador, y somos y vivimos porque Tú nos conservas en el ser y en la existencia; Te pedimos perdón y reparamos por aquellos hermanos nuestros que, oscurecidas sus mentes, almas y corazones, por el negro y espeso humo del Príncipe de las tinieblas, profanaron tu Iglesia escribiendo: “Ni Dios ni amo”, desconociendo tu condición de Dios Creador, Redentor y Santificador, ultrajando tu Santísimo Nombre, pisoteando tu derecho a ser reconocido como el Único Dios verdadero por quien se vive; Jesús, no tengas en cuenta este horrible sacrilegio, y por tus dolorosísimas llagas, y por los dolores inenarrables del Inmaculado Corazón de María, concédeles a estos nuestros hermanos, la gracia de la conversión y contrición del corazón. Amén.
         Silencio para meditar.
         Jesús Eucaristía. Te pedimos perdón y reparamos por quienes profanaron la Iglesia de San Ignacio y el altar eucarístico, provocando con este ultraje, lancinantes dolores al Inmaculado Corazón de María, porque ultrajar al Hijo es ultrajar a la Madre, ofender al Hijo es ofender a la Madre, cometer sacrilegio contra el Hijo es cometer sacrilegio contra la Madre, porque donde está el Hijo, ahí está la Madre. Jesús, apiádate de los profanadores, de los sacrílegos, de los que ultrajan tu Nombre y el de tu Madre amantísima; ellos también son hijos de María, nacidos al pie de la Cruz; ellos son también aquellos a quienes encargaste a María que hiciera de Madre, adoptándolos al pie de la Cruz; ellos son también hijos de María y de la Iglesia, porque por ellos y por nosotros le dijiste a tu Madre, antes de morir: “Mujer, he ahí a tu hijo”. Ellos también son hijos de María Virgen, aunque de momento no la reconozcan y la ofendan, al no reconocerte y ofenderte a Ti, oh Buen Jesús; por el amor infinito del Corazón de esta Madre amantísima, amor que es infinito porque en el Corazón de María inhabita el mismo Dios Amor, el Espíritu Santo, y por las lágrimas de sangre que surcan el rostro de sus imágenes, lágrimas que expresan la tristeza y el llanto sin consuelo de la Virgen al ver que sus hijos se encaminan precipitadamente al más profundo de los infiernos, por esas lágrimas, y por el dolor de su Inmaculado Corazón, Te suplicamos, Jesús Misericordioso, que no les tengas en cuenta este horrible sacrilegio y toques con tu gracia sus negros y endurecidos corazones, para que cesen de ofenderte de una vez y comiencen a latir con la fuerza del Amor Divino. Amén.
          Silencio para meditar.
         Jesús Eucaristía, Tú que elegiste a Pedro como Vicario tuyo, para que sea tu Embajador y Representante, haciéndolo partícipe de tu poder sacerdotal, de modo que es para nosotros “el dulce Cristo en la tierra”, Te pedimos por los profanadores y sacrílegos, que al profanar la Iglesia, profanan también a tu Vicario, el Papa, por el solo hecho de ser tu representante. Te suplicamos que cambies el odio y la negrura de sus corazones, por el Amor y la dulzura que provienen de Ti, Dios de Amor, para que arrepentidos de sus blasfemias, insolencias y ultrajes, reconozcan en Ti a su Dios y Creador, y en el Papa
Te vean a Ti mismo, oculto en un hombre. Te pedimos perdón y reparamos por quienes atacan al Santo Padre de diversas formas; no les tengas en cuenta este delito y en cambio, por tu gran Misericordia y por la intercesión de María Santísima, concédeles la gracia del arrepentimiento, para que te conozcan y te amen, en el tiempo y en la eternidad. Amén.
         Silencio para meditar.
         Oración de salida: “Dios mío, yo creo, espero, Te adoro y Te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran, ni Te aman” (tres veces).
         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Canto final: “El trece de mayo”.

         

jueves, 19 de septiembre de 2013

La tarea del Adorador


          Todo cargo en la Iglesia implica el ejercicio de una actividad determinada. Nosotros tenemos un cargo, una ocupación, y es la de ser "Adoradores". ¿Cuál es la función del adorador? ¿Cómo debe desempeñarse el adorador para cumplir bien su cometido?
          Para saberlo, es conveniente reflexionar acerca de lo que es la Eucaristía y por eso nos preguntamos: ¿qué queremos decir cuando decimos "Eucaristía"? Todos sabemos la respuesta: es el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, oculto bajo la apariencia de pan. Pero para graficar e ilustrar esto que sabemos por el Catecismo y la Fe, podemos hacer este ejercicio, y es el recordar al Sagrado Corazón de Jesús, porque ese Corazón de Jesús, que está en una imagen, en nuestra imaginación, está en la realidad, vivo y palpitante, en la Eucaristía, y por eso a la Eucaristía le podemos decir: "Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús".
           En la Eucaristía, el Sagrado Corazón de Jesús está tal como se le apareció a Santa Margarita María de Alacquoque: envuelto en llamas, con una corona de espinas que lo rodea, con una cruz en su base, con la herida abierta, que deja escapar su Sangre por ella. Al venir a adorar, debemos por lo tanto ver, con la luz de la fe, más allá de lo que aparece a nuestros ojos, una apariencia de pan, para ver al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, que late de Amor por todos y cada uno de nosotros.
          En la Eucaristía, el Sagrado Corazón de Jesús está envuelto en llamas, y como el Espíritu Santo, el Amor de Dios, aparece en la Escritura como "fuego", como en Pentecostés, las llamas que envuelven al Sagrado Corazón indican que el Corazón de Jesús arde en el Amor divino. Las llamas que envuelven al Sagrado Corazón son las llamas del Amor de Dios, que hacen presión por salir del Sagrado Corazón y envolver a aquel que se le acerque; es el fuego del cual Jesús dijo en el Evangelio: "He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cómo quisiera verlo ya ardiendo!". El Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús arde en el fuego del Amor divino, y quiere comunicarnos de esas Llamas que lo consumen, y por eso es que, como adoradores, debemos pedir que nuestros corazones, que de ordinario son duros, fríos, negros, como una roca o piedra dura, se conviertan en corazones de hierba seca, porque el pasto o la hierba, cuanto más secos están, cuando los alcanza aunque sea una pequeñísima llama, arden en un instante ante el contacto con el fuego. Santa Teresa de Ávila compara al Amor de Dios con un brasero encendido y por eso debemos pedir que nuestro corazón sea como el carbón, para que al contacto con las llamas del Sagrado Corazón, quede incandescente hasta el punto de identificarse con el mismo Fuego divino. Entonces debemos pedir esta gracia: "Oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, envuelto en las llamas del Amor divino, haz que mi pobre corazón, duro y frío, sea como la hierba seca, para que la más pequeñísima chispa que salte desde ese Horno ardiente de caridad que eres Tú, lo encienda en el más ardiente amor a Ti. Amén".
          El Sagrado Corazón está rodeado de espinas, y así también está el Sagrado Corazón Eucarístico, rodeado de gruesas espinas que le forman una dolorosa corona. Estas espinas representan nuestros pecados, cualesquiera que estos sean, desde los más pequeños hasta los más graves. Al observar la imagen del Sagrado Corazón, detengámonos por lo tanto en la corona de espinas que lo rodea estrechamente, y lo contemplemos así en la Eucaristía, pero cuando lo contemplemos en la Eucaristía, nos daremos cuenta de que el Sagrado Corazón no está estático e inmóvil, como en la imagen de yeso o en la pintura, sino que se mueve con poderosos latidos, porque está vivo y glorioso, con la vida y la gloria de Dios. El Sagrado Corazón late al ritmo del Amor divino y su latido es un latido poderoso y potente, porque es el Amor de Dios el que le da vida. Como todo corazón humano, el Corazón del Hombre-Dios -Corazón que está indisolublemente unido al Corazón de Dios Uno y Trino-, se expande en el movimiento diastólico -la fase de relleno de sangre en los ventrículos- y se contrae en el movimiento sistólico -la fase de expulsión de sangre-, y esto de modo continuo, potente y enérgico porque, como hemos dicho, está animado por el Espíritu Santo, y porque está animado por el Espíritu Santo, que es el Amor de Dios, en cada movimiento de contracción y relajación, dice: "Amor, almas", "Amor, almas" (era esto lo que escuchaba el Apóstol Juan cuando reclinó su cabeza en el pecho de Jesús en la Última Cena). En cada latido, el Sagrado Corazón dice de parte de Dios: "Amor, almas, quiero almas, para incendiarlas con el Fuego de mi Amor". Pero el Sagrado Corazón está rodeado de espinas, y de gruesas espinas, las cuales, debido al movimiento continuo del Corazón, le provocan dolores en las dos fases del latido cardíaco: le provocan dolor cuando el Sagrado Corazón se expande en la diástole, porque se incrustan con violencia en el tejido muscular cardíaco; le provocan dolor cuando el Sagrado Corazón se contrae en la sístole, porque el movimiento de retracción del músculo cardíaco hace que la espina se desinserte parcialmente, provocando desgarros y dolores inenarrables en cada movimiento. Entonces, si de parte de Dios el Sagrado Corazón, a cada latido, dice: "Amor, almas", nuestra respuesta es: "Pecado, malicia". Puesto que estas espinas representan y están causadas por nuestros pecados, nuestra oración al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús podría quedar así: "Oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, que en cada latido nos dices "Amor, almas", permíteme quitarte al menos una de las espinas que te provocan punzantes y lancinantes dolores, para que con ella punce yo mi corazón y el de mis seres queridos, para que salgan de ellos todo lo que no te pertenece, así como sale la pus de un absceso. Danos la gracia de evitar el pecado, de aborrecerlo hasta el punto de preferir la muerte antes de cometer un pecado, sea venial o mortal. Amén".
          El Sagrado Corazón tiene una Cruz en su base; esa Cruz nos indica que es imposible amar a Dios sino es a través de la Cruz; esa Cruz nos indica que si queremos recibir el Fuego del Amor divino que envuelve al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, debemos cargar nuestra cruz de todos los días, para seguirlo e imitarlo en su mansedumbre y humildad, para dar muerte al hombre viejo -con su impaciencia, enojo, ira, pereza, codicia, concupiscencia-, de modo que nazca el hombre nuevo, regenerado por la gracia santificante. La Cruz del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús nos dice que no podemos alcanzarlo sino es por la Cruz, porque la Cruz es la escalera para acceder al Corazón de Jesús. La Cruz es la escalera que nos conduce al cielo, en donde está el Sagrado Corazón, pero como el cielo está muy alto, no podemos alcanzarlo si no es subiendo por esa escalera al cielo que es la Cruz de Jesús. La Cruz representa, de parte de los hombres, la respuesta del corazón en pecado al Amor de Dios: Dios envía a su Hijo, que es el Amor y la Misericordia en sí mismos, a la tierra, para donarlo a los hombres como muestra de su Amor infinito, pero nosotros los hombres respondemos a este don del Amor divino con la malicia del pecado, y es así como crucificamos al Amor, Amor que por nosotros cuelga de la Cruz. Pero Dios no responde con infinita justicia, como podría hacerlo, frente al deicidio cometido por nuestras manos: responde con más Amor, si cabe todavía, no sólo perdonándonos el haber dado muerte a su Hijo en la Cruz, sino que nos concede, con la Sangre de Jesús, infundiéndonos su Espíritu y concediéndonos el ser hijos adoptivos suyos. La contemplación de la Cruz del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús debe llevarnos a esta oración: "Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, dame la gracia de llevar cada día la cruz, para que crucificado yo contigo, pueda morir al hombre viejo para que nazca el hombre nuevo, el hijo adoptivo de Dios, y así ser un reflejo de tu mismo Amor y tu misma Misericordia, amándote a Ti por sobre todas las cosas, y al prójimo como a mí mismo. Amén".
          Por último, el Sagrado Corazón tiene la herida sangrante, por la cual fluye, a cada latido, su Preciosísima Sangre, Sangre que al caer sobre el soldado Longinos, luego de que éste traspasar su costado, le concedió la gracia de la contrición perfecta y la conversión del corazón, cayendo de rodillas ante Jesús en la Cruz, confesando que Jesús era el Hijo de Dios: "Verdaderamente, éste era el Hijo de Dios" (Mc 15, 38-39). Esta Sangre preciosísima, que así cayó sobre Longinos, fue la que el Pueblo Elegido pidió también que cayera sobre sí, pero como confirmación de su deseo de ver crucificado a Jesús: "¡Caiga su Sangre sobre nosotros!" (Mt 27, 25). Al igual que Longinos, cuyo corazón fue santificado al contacto con la Sangre del Cordero que cayó sobre él luego de atravesar su costado con la lanza, también nosotros debemos pedir que esa Sangre caiga sobre nuestros corazones, para que queden purificados de todo pecado y de toda malicia, para que queden más brillantes que el sol, por efecto de la gracia y del Amor del Cordero de Dios, contenidos en la Sangre de su Sacratísimo Corazón; también, al igual que el Pueblo Elegido, debemos pedir que la Sangre que brota continuamente de la herida sangrante del Sagrado Corazón, "caiga sobre nosotros", pero no en el sentido sacrílego con el que pronunció esta frase el Pueblo Elegido, sino con el deseo de quedar purificados y santificados por la Sangre del Cordero, que como Fuego abrasador y arrasador penetre en lo más profundo de nuestro ser, quemando toda escoria de malicia y de pecado, dejándonos puros y brillantes, como puros y brillantes son los Sacratísimos Corazones de Jesús y de María. Al contemplar entonces la herida abierta del Sagrado Corazón, podemos rezar así: "Oh Sagrado Corazón traspasado de Jesús, de cuya herida abierta mana, abundante, la Vida eterna, como de su fuente inagotable, haz que tu Preciosísima Sangre, que contiene en sí al Amor de Dios, caiga sobre nosotros y nuestros seres queridos, para que seamos purificados del mal y seamos capaces de amarte a Ti, nuestro Dios, con toda la fuerza del Amor divino. Amén".
          Al venir a cumplir con nuestro cargo de adoradores, contemplemos entonces al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús.

          

viernes, 13 de septiembre de 2013

Hora Santa en reparación por los que obran el Mal en las más variadas formas


         Inicio: Ingresamos en el Oratorio, nos postramos en Presencia de Jesús Eucaristía, y pedimos a María Santísima su intercesión, para poder unirnos a la adoración que los ángeles y santos tributan en los cielos al mismo Jesús que está oculto en la apariencia de pan. Ofrecemos esta Hora Santa en reparación por quienes obran el Mal en las más variadas formas.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo; Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran, ni Te aman” (tres veces). 

         "Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén".


         Canto de entrada: “Postrado a vuestros pies humildemente”.

         Meditación

         Jesús Eucaristía, Rey de cielos y tierra, Tú eres el Creador del universo; Tú, en concurso con Dios Padre y Dios Espíritu Santo, creaste todo lo que es y existe, y por Ti todo se mantiene en el ser y en la existencia; toda la Creación Te glorifica, porque todo lo hiciste con Sabiduría infinita y con Amor eterno; Tú diste a la naturaleza sus leyes, porque eres el Supremo Legislador, y todo lo que es y existe vive en armonía perfecta porque proviene de Ti, y Tú todo lo haces con perfección suma. Jesús, Supremo Legislador, Supremo Juez de las conciencias y de las naciones, que  vendrás en el Último Día de la humanidad a juzgarnos según nuestras obras, venimos ante Tu Presencia sacramentada para pedirte perdón y reparar por aquellos legisladores humanos que promueven y practican leyes perniciosas, leyes que atentan contra la dignidad de la persona humana, leyes que destruyen las almas y truncan vidas enteras bajo el pretexto de bien, leyes inventadas por los hombres, que se oponen a tu Sabiduría y Amor, leyes que contrarían tus preceptos, que exaltan el pecado, que promueven el desorden moral, leyes que abren las puertas del Abismo a centenares de miles de almas. Apiádate, oh Juez eterno, de estos legisladores humanos que contrarían tus designios divinos, y concédeles, por intercesión de María, Abogada nuestra, la gracia de la conversión. Amén.

         Silencio para meditar.

         Meditación

         Jesús Eucaristía, Tú eres la santidad en Persona; de tu Ser trinitario emana la santidad como de su fuente inagotable; Tú eres el Dios Tres veces Santo, ante quien los Arcángeles, los Querubines, los Tronos, las Dominaciones, las Potestades, inclinan sus frentes en señal de profunda adoración; Jesús Eucaristía, Tú nos has hecho partícipes de tu santidad por medio de la gracia bautismal, depositándola en nuestra alma como una semilla, para que por la fe y las buenas obras crezca y se convierta en robusto árbol que dé frutos abundantes de conversión y misericordia; Te pedimos perdón y reparamos, por nosotros y por nuestros hermanos, por las veces en que hemos dejado de lado el camino de la santidad para caminar por los caminos del mundo, caminos que nos alejan del Calvario y de la Cruz porque la mundanidad es lo opuesto a tu santidad, a la santidad que quieres ver brillar en nuestras almas. Jesús, Te pedimos perdón por las veces en que nos hemos resistido a seguir tus huellas, por las veces en que te hemos abandonado, por las veces en que nuestro amor ha sido superficial, pasajero, puramente emotivo pero no surgido desde lo más profundo del corazón. Jesús, Te pedimos perdón y reparamos por la mundanidad de las almas inmersas en el mundo y sus pecados, almas que no quieren convertirse, almas que se dejan atraer por los vanos atractivos de este mundo corrupto, en vez de seguir el Camino Real de la Cruz, señalado con las huellas ensangrentadas, Camino enrojecido por la Sangre preciosísima que brota de tus heridas abiertas. Jesús, ten piedad y misericordia de nosotros y de nuestros hermanos, sobre todo de aquellos atrapados en la mundanidad y el pecado, y haz que deseen la santidad que eres Tú en Persona. Amén.

         Silencio para meditar.

         Jesús Eucaristía, Rey de Amor, que creaste al hombre como ser libre, imprimiéndole en esta libertad el sello más profundo de tu imagen en su alma; Jesús, que nos concedes la gracia de ser hijos de Dios, y con esta gracia, nos concedes la verdadera libertad, la libertad que consiste en amarte a Ti, Nuestro Rey, Nuestro Creador y Redentor; Jesús, que nos liberas de la trampa mortal que significa el pecado, el error y la ignorancia, al darnos tu gracia y revelarnos la Verdad divina, Verdad que es la única que nos hace libres; Jesús, que das a los bienaventurados, como premio a la perseverancia final en la gracia, el gozar para siempre de la libertad de los hijos de Dios en los cielos, Te pedimos perdón y reparamos por aquellos hombres que privan de la libertad a sus hermanos, ya sea físicamente, por medio del secuestro, o bien mentalmente, recluyéndolos en la cárcel mental y espiritual construida por medio de las ideologías sectarias, te pedimos por estos secuestradores, para que tomen conciencia de lo perverso de su obrar, para que cambien prontamente y se arrepientan, antes de que los llames en tu Presencia y sean conducidos ellos a las prisiones del Mundo de las tinieblas, al abismo infernal. Te pedimos perdón y reparamos por estas almas que ejercen de carceleros en esta vida, porque si no cambian y se convierten, será privados para siempre de su libertad y su carcelero será el Ángel caído. Apiádate, oh Jesús, de estas almas entenebrecidas, y concédeles la gracia de la conversión, para que cambien sus corazones de acero por corazones de carne, corazones que vivan en el temor de Dios y en el amor al prójimo, corazones que vean en sus prójimos otras tantas imágenes vivientes de Ti. Amén.

         Silencio para meditar.

         Jesús, Dios eterno e inmortal, que das pruebas de tu existencia a cada momento, en todo tiempo y lugar, pues todo lo que es y existe, es y existe porque Tú le diste el ser y porque Tú lo mantienes en la existencia; Jesús, que das pruebas de tu existencia en el amor humano puro y santo, como el amor esponsal, el amor materno y paterno, el amor fraterno, porque Tú eres el Amor en sí mismo, y de Ti procede todo amor santo; Jesús, que das prueba de tu existencia en la Creación, porque todo ha sido creado con suma perfección científica y a la vez con suma hermosura y gracia; Te pedimos perdón y reparamos por nuestros hermanos ateos que, enceguecidos por perversas ideologías, no quieren verte, con lo cual cierran, para ellos mismos y para muchas otras almas, el camino para su eterna salvación y felicidad. Jesús, Te pedimos por los científicos ateos, que contrariando a la razón, niegan Tu existencia, porque es contrariar a la razón negar que exista un Dios que todo lo ha creado con suma precisión científica; Jesús, Te pedimos perdón y reparamos por los artistas ateos, que niegan Tu existencia, porque es una negación de la Belleza negar tu existencia, porque todo lo que existe ha sido creado por Ti con suma hermosura y gracia, porque nada puedes hacer que no sea hermoso y bello, como pálido reflejo de tu Hermosura sin límites. Jesús, reparamos por los ateos de todo el mundo, sobre todo aquellos que forman parte de nuestras familias, para que abran sus ojos y te descubran en la majestuosidad del cielo estrellado, en el amor de una madre, en la perfección infinita del macro y del micro universo. Concédeles la gracia de la conversión, para que se alegren en tu Presencia, en el tiempo y en la eternidad. Amén.

         Silencio para meditar.

         Meditación

         Jesús, Dios rico en misericordia, que siendo Dios y por lo tanto infinitamente rico en la inmensa riqueza de tu Ser trinitario, te hiciste pobre e indigente, al encarnarte en el seno virgen de María Santísima y así poder ofrendar tu Cuerpo en sacrificio para nuestra salvación; Jesús, que siendo Dios Tres veces Santo, no tenías necesidad de nada, pues todo te pertenece porque eres Rey del Universo, y sin embargo, al asumir nuestra naturaleza humana, te convertiste en indigente, para darnos a cambio la riqueza incalculable de la gracia divina en esta vida y la gloria en la vida eterna; Jesús, que quieres que no nos apeguemos a los bienes terrenos, sino que “atesoremos tesoros en el cielo”, y que compartamos los bienes materiales con los más necesitados, Te pedimos por aquellos hermanos nuestros que, movidos por la avaricia, despojan de sus bienes a los demás; Jesús, apiádate estos hermanos nuestros que han equivocado el tesoro y han apegado sus corazones a los tesoros de la tierra, el oro y el dinero, olvidando que los únicos bienes que hay que atesorar son las obras buenas hechas en tu Amor, porque sólo con estos bienes se podrá pagar la entrada al Reino de los cielos; Jesús, Te pedimos perdón y reparamos por quienes despojan de sus bienes a las viudas, a los huérfanos, a los desvalidos; Te pedimos por quienes se apropian de lo que no les pertenece, consiguiendo triunfos mundanos –electorales, artísticos, científicos- a costa de la mentira y el fraude, el engaño y el robo; Te pedimos perdón y reparamos por estas almas que, si quieren salvarse, deberán restituir todo lo que robaron, y si no lo hacen, lo lamentarán por los siglos sin fin en los Abismos más profundos del Infierno. Apiádate, oh Buen Jesús, Dios rico en misericordia, y haz que tu Madre, María Santísima, les obtenga de Ti la gracia de su conversión, a fin de que puedan devolver en su totalidad lo que no les pertenece, para que sean merecedores de la verdadera riqueza, el Reino de los cielos. Amén.

         Silencio para meditar.
        
         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo; Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran, ni Te aman” (tres veces).

          "Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén".


         Canto de salida: “Los cielos, la tierra, y el mismo Señor Dios”.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Hora Santa pidiendo por la paz en Siria


          Inicio: Debido al peligro inminente de guerra en Siria, el Santo Padre Francisco ha pedido a toda la Iglesia una jornada de "ayuno y oración" para pedir el don de la paz y evitar lo que con toda seguridad se convertirá en una "inútil masacre" y en la puerta abierta para un conflicto más generalizado. En unión con el Santo Padre, acudimos ante la Presencia de Jesús Sacramentado para implorar la paz que sólo Él puede dar, y para pedir que la luz de la Sabiduría divina, que de Él procede como de su fuente, esfume las tinieblas de las mentes y corazones de los poderosos del mundo, que ven en la guerra y en la muerte de inocentes el único camino para solucionar las diferencias entre los pueblos. Rogamos también la intercesión de María Santísima, Reina de la paz, para que cambie los intentos homicidas de los hombres de guerra por los deseos de paz y bien de los hijos de Dios. Que San Miguel Arcángel, Jefe de la milicia celestial, nos asista en la oración, junto a nuestros santos ángeles custodios, para que la paz que brota de Jesús Eucaristía se esparza por todos los confines de la tierra, sobre todo en aquellos lugares más amenazados por la guerra .

          Canto de entrada: "Sagrado Corazón eterna alianza".

          Oración inicial: "Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman" (tres veces).

         "Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco los preciosísimos Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores".

          Meditación

          Jesús, Rey pacífico, Tú eres la paz en sí misma; Tú eres la verdadera paz, la paz que brota de tu Sagrado Corazón, que es el Corazón de Dios Trino; de Ti procede la paz profunda y sin límites, como un océano sin playas, la paz que nos concediste al reconciliarnos con Dios, al precio de tu Sangre; de Ti desciende la paz como un mar de infinita quietud, que hace reposar al alma en el seno mismo de Dios Trinidad; de Ti procede la paz que solo Tú puedes dar, la paz en la que viven los ángeles de luz que cantan de gozo en tu Presencia. No permitas, oh Buen Jesús, que los hombres aliados con el ángel caído, promotores de la guerra y de la muerte, triunfen sobre la paz que Tú das, la paz que eres Tú en Persona. Destruye sus planes de guerra, de desolación y de aniquilación, planes que siembran la muerte y el odio, planes que surgiendo del Príncipe de las tinieblas, se esparcen sembrando discordia y muerte entre los hombres. Que tu Madre, María Santísima, Reina de la paz, interceda para que la paz baje de Ti hacia los corazones humanos como un torrente inagotable de luz y de gracia y así los seres humanos vivamos no en la discordia, sino en tu paz y en tu Amor.

          Silencio para meditar.

          Jesús, Rey de la paz, Tú dijiste en el Evangelio: "La paz os dejo, la paz os doy, no como la da el mundo"; Tú nos das la paz, la paz de Dios, que es tu paz, la que Tú nos conseguiste al precio de tu Sangre, reconciliándonos con Dios; Tú derramaste tu Sangre en el Calvario para cancelar y destruir definitivamente el pecado que nos enemistaba con Dios, y al caer tu Sangre sobre nuestras almas, destruiste el pecado y nos concediste tu Espíritu de Amor, Amor que nos permite amar a Dios como Él se ama a sí mismo, y de esa manera dejamos de ser sus enemigos para ser sus hijos y amigos. Jesús, Tú quieres unirnos a todos los hombres en tu Sagrado Corazón, sede el Amor divino; infunde tu Espíritu para que, unidos a Ti y vivificados por tu gracia, todos los hombres formemos un solo Cuerpo y un solo espíritu en Ti y así, unidos en el Amor Santo de Dios, Te glorifiquemos en el tiempo y en la eternidad. Pídele a tu Madre, la Virgen, Reina de la paz, que por el infinito Amor que nos tienes, prepare los corazones para un Nuevo y Universal Pentecostés, para que descendiendo el Espíritu Santo en la Sangre que brota de tu Sagrado Corazón traspasado, arrebate este Espíritu de Dios, en el Amor divino, las mentes y corazones humanos y así todo el mundo glorifique y ensalce tu infinita Misericordia, en el tiempo y en la eternidad.

          Silencio para meditar.

          Jesús, Rey de la paz, con tu Cruz derribaste el muro de odio que separaba a los hombres y mediante el don del Espíritu Santo, quieres unirlos a todos en tu Cuerpo para conducirlos al seno eterno del Padre; Jesús, Rey pacífico, con tu Sangre derramada en la Cruz inundaste el mundo con la paz y el Amor de Dios, destruyendo la semilla de discordia y enemistad que crece en el corazón humano, semilla plantada y sembrada en él por el ángel de las tinieblas y cultivada por los hombres aliados a él; Jesús, con tu Sangre derramada en la Cruz restableciste la paz de los hombres con Dios y entre sí mismos al destruir la causa de la enemistad con Dios, el pecado; por tu Sangre derramada y por el dolor del Inmaculado Corazón de María, no permitas que los sembradores del odio y la división prevalezcan sobre los hombres, adquiridos por Ti al precio de tu Muerte en Cruz. Envía tu Espíritu Santo, para que desaparezcan para siempre, de la faz de la tierra y del corazón humano, la semilla de división y enfrentamiento entre los hombres, y haz que reine en ellos, como un anticipo de la alegría eterna del cielo, la armonía, la concordia, la mansedumbre y la paz de tu Corazón y del Corazón Inmaculado de María, Reina de la paz.

          Silencio para meditar.

       Jesús, manso y humilde de Corazón, cuya mansedumbre infinita te llevó a soportar toda clase de humillaciones en la Pasión, dejándote conducir a la muerte de Cruz, como un cordero que es llevado al matadero, infunde esa tu misma mansedumbre en los corazones de los hombres que, sin la paz que viene de Ti, se vuelven lobos de sus hermanos. Jesús, hoy el mundo se ha convertido en un lugar siniestro y oscuro, en donde se escuchan los gruñidos y aullidos de hombres violentos que con su violencia buscan despedazar a su prójimo con toda clase de obras malas; Jesús, manso Cordero de Dios, infunde de tu mansedumbre y de tu paz a todos los seres humanos, para que desaparezcan los lobos con forma humana y se conviertan en mansos y humildes corderos que, imitándote a Ti, Cordero de Dios, inmolen sus vidas en el altar eucarístico por la salvación del mundo.

          Silencio para meditar.

          Jesús, Rey pacífico, hoy suenan tambores de guerra, porque la guerra es vista por muchos hombres siniestros, como una forma de honrar, idolátrica y sacrílegamente, a Moloch, demonio de la guerra, presentándole, como ofrenda macabra, la sangre de miles y miles de inocentes: Tú, Rey pacífico, que te inmolaste en la Cruz para darnos la paz de Dios, no permitas que triunfen sobre la humanidad los oscuros planes de muerte de los hombres sin Dios; Jesús, que en la Cruz destruiste con el Amor divino al odio que reina en el corazón del hombre, odio que lleva a inventar y a disparar toda clase de armas con las que los hombres se aniquilan entre sí, mira a nuestro mundo de hoy, en donde la producción y venta de armas es el principal y más lucrativo negocio, negocio que enriquece a hombres sin escrúpulos con dinero de sangre, dinero bañado en la sangre de hombres, mujeres y niños que pagan con su vida su inocencia y su pertenencia a Ti: por el dolor del Corazón de la Virgen, no permitas que la sed de dinero y poder prevalezca sobre tu Amor y tu Sangre, y derrama sobre los corazones humanos tu gracia santificante, que como agua la más cristalina, los limpie de toda mancha de pecado, sobre todo el pecado de la discordia y de la guerra, y haz que sus corazones se conviertan en otros tantos altares en donde te adoren a Ti, Rey de la paz.

          Silencio para meditar.

          Meditación final

         Jesús, Tú dijiste en el Evangelio que no se puede servir a Dios y al dinero, mira a nuestro mundo, que sirve al dinero y no a Ti, nuestro Dios, y para servir al dinero no duda en aniquilar, aplastar, destruir, con la fuerza de las armas, la vida humana creada por Ti; Jesús, Rey pacífico, haz que tu Madre, María Santísima, conceda a los hombres enceguecidos por el culto al dinero y a las armas, la gracia de la conversión del corazón, para que abandonando el culto idolátrico al dios de la guerra y al dios dinero, se postren en adoración a Ti, Único Dios verdadero, para que así, adorándote en el tiempo a Ti, Dios oculto en la Eucaristía, te adoren por la eternidad, cara a cara, en la Casa del Padre. Jesús, Rey de la paz, recibimos tu Amor y tu paz cada vez que oramos y cada vez que nos acercamos a los sacramentos; haz que por medio de María, Tu Madre y nuestra Madre, seamos capaces de donar a nuestros hermanos, en la convivencia diaria, la paz y el Amor que de Ti recibimos; que María conduzca nuestras vidas por el sendero de la paz y que seamos dadores de paz para todos nuestros prójimos, para que viviendo en tu paz, este mundo sea un anticipo del pacífico y alegre Reino de los cielos.

          Oración final: "Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman" (tres veces).

         "Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco los preciosísimos Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de vuestro muy amado Hijo y Señor nuestro Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores".
       
            Canto de salida: "Un día al cielo iré".