jueves, 20 de noviembre de 2014

Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado en acción de gracias por el Sacerdocio Ministerial


Inicio: Ofrecemos esta Santa Misa y el rezo del Santo Rosario meditado en acción de gracias por el don del Sacerdocio ministerial, principalmente porque gracias al Sacerdocio, es posible contar, para la Iglesia Peregrina, con la Presencia Sacramental de Jesús Eucaristía.

Canto inicial: “Sagrado Corazón, eterna alianza”.

Oración inicial: dirigimos a Cristo Dios las oraciones que el Ángel de Portugal enseñara a los Pastorcitos en Fátima: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir)

Meditación

Por el Sacramento del Orden se produce el Milagro de los milagros, el milagro que deja atónitos a los ángeles y santos en el cielo: el pan y el vino del altar se transubstancian, es decir, se convierten en el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. Por este don de tu Sagrado Corazón Eucarístico, que es también el don del Inmaculado Corazón de María, Madre de la Iglesia, te damos gracias y te adoramos, oh Jesús, Cordero de Dios, que vives y reinas en el Sacramento de la Eucaristía, y eres Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir)

Meditación

Por el Sacramento del Orden, los hombres tienen acceso al Pan Vivo bajado del cielo, y así pueden alimentar sus almas con un manjar que no se encuentra en ningún lugar de la tierra, porque es un manjar celestial; es el Verdadero Maná, el Maná bajado del cielo, que el Padre hace bajar del cielo en cada Santa Misa, para alimentar a sus hijos pródigos y así saciar sus almas con el Amor de Dios. Por este don de tu Sagrado Corazón Eucarístico, que es también el don del Inmaculado Corazón de María, Madre de la Iglesia, te damos gracias y te adoramos, oh Jesús, Cordero de Dios, que vives y reinas en el Sacramento de la Eucaristía, y eres Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

         Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir)

Meditación

Por el Sacramento del Orden los hombres pueden comer la Carne del Verdadero Cordero Pascual, la Carne del Cordero de Dios, asada en el Fuego del Espíritu Santo, la Carne gloriosa y resucitada de Jesús de Nazareth, el Hombre-Dios, que resucitó al tercer día, surgiendo triunfante, del sepulcro, venciendo para siempre a las puertas del Infierno, a la muerte y al pecado, los tres grandes enemigos de la humanidad, para concedernos, con el don de su Carne gloriosa, donada en el Pan Eucarístico, la Vida eterna, la Vida misma del Ser trinitario, vida incoada en la Eucaristía, y que al ser desplegada en la gloria, dará la eterna felicidad a los hijos de Dios que se alimentaron con la Carne gloriosa del Cordero. Por este don de tu Sagrado Corazón Eucarístico, que es también el don del Inmaculado Corazón de María, Madre de la Iglesia, te damos gracias y te adoramos, oh Jesús, Cordero de Dios, que vives y reinas en el Sacramento de la Eucaristía, y eres Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir)

Meditación

Por el Sacramento del Orden, sobre el altar eucarístico se produce, por obra del Espíritu Santo, la actualización y prolongación de la Encarnación del Verbo en el seno Purísimo de María Virgen: así como el Espíritu Santo condujo al Verbo al seno purísimo de María, produciendo la Encarnación del Verbo en sus entrañas virginales, así el mismo Espíritu Santo, por las palabras de la consagración, producidas por el sacerdote ministerial, transubstancia al pan y al vino en el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, convirtiendo al Altar Eucarístico en una prolongación del seno virginal de María Santísima, porque en él se da a luz, como dio a luz la Virgen, al Verbo de Dios Encarnado y dado al mundo como Pan de Vida eterna para nuestra salvación. Por este don de tu Sagrado Corazón Eucarístico, que es también el don del Inmaculado Corazón de María, Madre de la Iglesia, te damos gracias y te adoramos, oh Jesús, Cordero de Dios, que vives y reinas en el Sacramento de la Eucaristía, y eres Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

         Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir)

Meditación

Por el Sacramento del Orden, se renueva, se perpetúa y actualiza, por medio del misterio litúrgico eucarístico, el Santo Sacrificio de la Cruz, sacrificio por el cual el Hombre-Dios, inmolándose en el madero ensangrentado, ofreció su Humanidad Purísima, su Preciosísima Sangre, su Alma Santísima, su Perfectísima Divinidad y su Amor Eterno, para la salvación de toda la humanidad; por el Sacramento del Orden se celebra la Santa Misa, renovación sacramental e incruenta del Santo Sacrificio de la Cruz, y que por este motivo se llama también “Santo Sacrificio del Altar”, de manera tal, que cuando asistimos a la Santa Misa, estamos asistiendo al mismo y único Santo Sacrificio del Calvario, y por eso es que nos postramos en adoración ante la Eucaristía, porque es el Cordero de Dios que, en el Altar Eucarístico, realiza el mismo sacrificio y don de sí mismo que hace en la cruz: entrega su Cuerpo en la Eucaristía, como lo entregó en la Cruz, y derrama su Sangre en el cáliz, como lo derramó en la Cruz. Así, al asistir a la Santa Misa, recibimos las gracias y los efectos benéficos y salvíficos del Santo Sacrificio de la Cruz, porque es el mismo y único Santo Sacrificio de la Cruz, aunque renovado incruenta y sacramentalmente, y todo esto es posible gracias al Sacramento del Orden. Por este don de tu Sagrado Corazón Eucarístico, que es también el don del Inmaculado Corazón de María, Madre de la Iglesia, te damos gracias y te adoramos, oh Jesús, Cordero de Dios, que vives y reinas en el Sacramento de la Eucaristía, y eres Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Meditación final: debemos ya retirarnos, pero deseamos al mismo tiempo, quedarnos ante Tu Presencia Sacramental, día y noche, para ofrendarte nuestra humilde compañía. Como ello nos resulta imposible, oh Jesús, dejamos nuestros corazones en las manos de Nuestra Señora de la Eucaristía, Madre y Maestra de los Adoradores Eucarísticos, para que sea Ella quien los acerque a Ti, para que de tu Sagrado Corazón Eucarístico reciban los rayos de Amor y de Misericordia que les devuelvan la vida y el amor que les falta, para que así seamos capaces de amarte y adorarte en los días que nos quedan por vivir en esta vida terrena, para luego continuar amándote y adorándote, por tu infinita misericordia, en compañía de nuestros seres queridos, de tu Santísima Madre, y de los Ángeles y Santos, por los siglos sin fin. Amén.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

Oración final: dirigimos a Cristo Dios las oraciones que el Ángel de Portugal enseñara a los Pastorcitos en Fátima: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.


jueves, 13 de noviembre de 2014

Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado por los cristianos que sufren persecución a causa del Nombre de Jesús


Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado pidiendo por los cristianos perseguidos en todo el mundo, especialmente por los que sufren la persecución más cruenta. Por medio de esta Adoración Eucarística nos unimos, a través del Inmaculado Corazón de María, a quien ofrecemos esta Hora Santa, a nuestros hermanos cristianos perseguidos, principalmente aquellos que están sufriendo las persecuciones más cruentas, como los cristianos de Mosul, Irak, quienes por haber sido desplazados de sus hogares, no pudieron celebrar una milenaria fiesta, la fiesta de Santa Shmuni. Nos solidarizamos con ellos, que han sido desplazados de sus hogares, y a quienes les han incendiados sus hogares, y les han decapitado sus niños y vendido como esclavas sus niñas y quemado sus iglesias[1], para decirles, a través del Inmaculado Corazón de María, que estamos al lado de ellos. Ofrecemos también esta Hora Santa y rezo del Santo Rosario pidiendo la conversión por quienes cometen estos crímenes contra la humanidad y por quienes, pudiendo intervenir para solucionar el conflicto, no lo hacen.



Canto inicial: “Sagrado Corazón, eterna alianza”.

Oración inicial: dirigimos a Cristo Dios las oraciones que el Ángel de Portugal enseñara a los Pastorcitos en Fátima: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (misterios a elegir)

Meditación

Jesús, hoy los cristianos están siendo perseguidos en varios países del mundo, pero esa persecución es solo una continuación de la persecución iniciada por el Dragón infernal contra Ti en la tierra, porque el Dragón quiere exterminar tu estirpe, la estirpe de los hijos de Dios, que es la estirpe de los hijos de María. La persecución a los cristianos estaba ya anunciada al principio de los tiempos, en el Génesis, cuando Dios le dijo a la Serpiente Antigua: “Pondré enemistad entre ti y la Mujer” (Gn 3, 15). Al perseguir a los cristianos, lo que pretende el Dragón infernal, es perseguirte a Ti y darte muerte a Ti, pero eso jamás habrá de lograrlo, porque Tú lo venciste en la cruz, y tu Madre, con el poder con el que el Tú le participaste, le aplastará la cabeza al fin de los tiempos, con lo que la derrota de la Serpiente Antigua está ya anticipada y decretada desde el inicio de los tiempos: “Tú le acecharás el calcañal, pero Ella te aplastará la cabeza” (Gn 3, 15). Por eso es que, aunque la persecución a los cristianos arrecie en nuestros tiempos, eso solo es señal de que a la Serpiente Antigua le queda poco tiempo y de que se acerca el fin de sus días en la tierra, porque Tú y tu Madre, encadenarán a la Serpiente y la arrojarán al Lago de fuego, de donde no habrá nunca más de salir para hacer daño a los hijos de Dios. Mientras tanto, a nosotros, nos toca seguir al Cordero donde quiera que vaya, y donde quiera que esté: en el altar eucarístico, en el sagrario, en la Santa Misa, y adorarlo con todas las fuerzas de nuestro ser, de nuestro corazón, de nuestra alma, de nuestro amor, pidiendo la fortaleza para nuestros hermanos perseguidos para que encuentren, como la encontramos nosotros, en la oración, la protección de María Santísima y del Cordero de Dios. Amén.


Adoración por los cristianos que sufren persecución
14 de Noviembre de 2014

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario (misterios a elegir)

Meditación

Jesús, en nuestros días, los cristianos son perseguidos, hostigados, encerrados, condenados a muerte, apedreados, expulsados de sus casas, obligados a emigrar, flagelados, quemados vivos, decapitados. En esta persecución, oh Jesús, la causa no es la mera pasión humana, sino el odio satánico del Ángel caído, que ve en los cristianos el sello indeleble de la cruz, sellado en el bautismo, y como ve en ellos tu imagen, busca destruirlos porque en ellos te ve a Ti, oh Cordero de Dios, y por eso busca destruirlos, para destruirte a Ti. El Ángel caído persigue con odio satánico a los cristianos, así como te persiguió a Ti, apenas se enteró de tu Nacimiento, para asesinarlos, de la misma manera a como pretendió asesinarte por medio de Herodes, obligando a tu Madre, María Santísima y a San José, tu Padre adoptivo, a huir precipitadamente luego de que el Ángel del Señor les advirtiera a través del sueño que Herodes “quería matarte” (cfr. Mt 2, 13). Hoy también, los modernos Herodes, los perseguidores del cristianismo, buscan borrar de la faz de la tierra, por medio de la violencia, todo vestigio de cristianismo, arrasando al suelo y convirtiendo en cenizas las casas de los cristianos y obligando a la conversión forzada a otras religiones y pasando al degüello a quien no quiera convertirse. Hoy, como ayer en la Matanza de los Inocentes, se repiten los degüellos y las matanzas de cristianos, por el solo hecho de ser cristianos; hoy se repiten las decapitaciones de cristianos; hoy se queman vivos a los cristianos, por el solo hecho de llevar en sus almas el sello indeleble del bautismo sacramental; hoy se persigue a muerte a los cristianos, por el solo hecho de confesar el Sacrosanto Nombre del Hombre-Dios Jesucristo, pero hoy también, como ayer, la sangre de los mártires, es la semilla de nuevos cristianos, y hoy también como ayer, en los lugares martirizados, en donde se derrama la sangre de los corderos inocentes, los cristianos muertos a causa del odio a la fe en Cristo, nacen cada vez más hijos de Dios, porque la sangre de los cristianos muertos por Cristo, grita al cielo: “¡Jesucristo es Dios y está vivo, glorioso y resucitado en el cielo, en la cruz y en la Eucaristía, y viene pronto en su Segunda Venida, en la gloria, en la Parusía!”. Amén.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Silencio para meditar.

Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario (misterios a elegir)

Meditación

Jesús, la persecución del Dragón se verifica de diversas maneras, cruentas e incruentas, y todas han sido descriptas en las Escrituras. En el Apocalipsis se lee: “El Dragón persiguió a la mujer y a su Hijo y acechó a la Mujer y vomitó un río para ahogar a su Hijo” (cfr. Ap 12, 1-17). El río con el que el Dragón intenta ahogar al Hijo de la Mujer es el río de las blasfemias, de la apostasía, de la negación de la divinidad de Jesucristo, del odio a Jesucristo y a su cruz, del odio a la vida en cuanto creación de Dios, del odio al hombre en cuanto imagen de Dios, del odio de todo lo bueno, lo verdadero, lo bello, y de todo cuanto pueda remitir a Dios, por eso la persecución a los cristianos no es solo la persecución cruenta, sino también es la persecución incruenta, la persecución que se da de forma solapada, es la persecución que pretende desterrar la idea de Dios de la mente del hombre, el amor de Dios del corazón del hombre, las obras de Dios de las manos del hombre, para hacer desesperar al hombre, de modo que al final de sus días, el hombre se encuentre vacío de Dios y se desespere. La persecución cruenta y la persecución incruenta, desencadenadas por el Dragón y por la Bestia, la Masonería y el Comunismo, provocan la tribulación en las almas de los cristianos, pero quienes se aferran a la Cruz de Cristo y se cubren con el manto de la Virgen, se ven a salvo de las insidias y de las asechanzas perversas del Dragón y de la Bestia; los que se abrazan a la Cruz y se cubren con el manto de la Virgen son aquellos de los que habla el Apocalipsis: “Estos son los que vienen de la Gran Tribulación y han lavado sus vestiduras en la Sangre del Cordero y siguen al Cordero donde quiera que vaya” (Ap 14, 4). Al abrazarse a la cruz, son bañados por la Sangre del Cordero, que escurre y baja por el Cuerpo de Jesús que de la cruz cuelga, y así sus pecados son lavados por la Sangre Preciosísima de Jesús, y lo siguen adonde va el Cordero, y como el Cordero va, del Calvario al Sepulcro, y del Sepulcro a la gloria del cielo, así los que sufren la Gran Tribulación de la persecución, al abrazarse a la cruz de Jesús, sufren la muerte de cruz, son sepultados con Jesús y luego resucitan con Él y con Él y por Él son glorificados. También nosotros queremos compartir su suerte, aunque no pedimos el martirio, pero sí nos abrazamos a la cruz y adoramos a Jesús en la Eucaristía, y pedimos compartir la tribulación de la cruz para, algún día, compartir la gloria de la resurrección. Amén.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Silencio para meditar.

Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario (misterios a elegir)

Meditación

Jesús, los que son perseguidos por causa de tu Nombre, a los ojos del mundo, no valen nada, porque lo han perdido todo, puesto que deben abandonar todo: patria, hogar, tierra, posesiones, bienes, casas, familia; deben huir, en la mayoría de los casos, con lo que tienen puesto; muchos no tienen con qué alimentarse y padecen penurias inenarrables en el viaje; padecen las inclemencias del tiempo y se ven acosados por bandas de asaltantes. La inmensa mayoría de los que huyen, no regresan nunca a sus hogares, porque muchos mueren en el camino a causa del hambre, de las enfermedades, de la tristeza, de las penurias que deben soportar. A los ojos del mundo, los cristianos que huyen de sus perseguidores y asesinos, son parias y condenados a muerte, y sus vidas valen poco menos que el polvo del desierto que los acoge en su huida. Sin embargo, a los ojos de Dios, sus almas valen más que el oro más precioso, porque se hacen merecedores de la más preciosa de las Bienaventuranzas, la Bienaventuranza que los convierte en herederos del Reino de los cielos: “Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa (…) porque de vosotros es el Reino de los cielos” (cfr. Mt 5, 11). Los cristianos perseguidos, que sufren injusticia por el nombre de Jesucristo, se hacen merecedores del Reino de Dios: “Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos”. Finalmente, los perseguidos por causa del Sacrosanto Nombre de Cristo, pasan hambre y sed de alimentos materiales, pero al mismo tiempo, crece en ellos el amor por el verdadero alimento, el alimento del alma, el Maná bajado del cielo, la Eucaristía, y es así que, mientras sus cuerpos desfallecen por la inanición y por la sed, sus almas, secretamente, son alimentadas y fortalecidas por el Espíritu Santo, con el Pan de Vida eterna y con el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, la Sangre del Cordero de Dios, como anticipo del Banquete celestial que habrán de gozar en el Reino de los cielos por la eternidad.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario (misterios a elegir)

Meditación

Jesús, Tú, junto con María Santísima, tu Madre, han experimentado, desde tu Encarnación en el seno Purísimo de la Virgen, el acoso y la persecución del mal, por lo que saben qué es lo que significa huir, de ciudad de ciudad, tal como lo hacen los cristianos perseguidos, en nuestros días. En el mismo instante de tu Concepción y Encarnación milagrosas, experimentaste el acoso y persecución del mal, porque comenzaste a sufrir por la redención de los hombres; una vez nacido, y siendo un pequeño bebé, el Ángel alertó en sueños, a San José, tu padre adoptivo, para que huyeran a Egipto, pues “Herodes te quería matar”; luego, siendo ya adulto, y predicando públicamente el Evangelio de la salvación, tus enemigos tramaron en secreto el plan para asesinarte, por medio de un juicio inicuo, lleno de falsedades y de testigos mentirosos y falsos. Finalmente, la persecución de tus enemigos dio su fruto, pues consiguieron lo que se proponían, que era quitarte la vida por medio del deicidio de la cruz. Por esto mismo, oh Jesús, ni Tú ni tu Madre, son ajenos a las persecuciones de los cristianos, porque esas persecuciones son solo una prolongación y una participación de la persecución realizada a Ti, persecución pergeñada, ideada y elaborada, en última instancia, por el Príncipe de las tinieblas, que está ya vencido de antemano por Ti, oh Cristo Vencedor, que en la Cruz lo has vencido de una vez y para siempre. Y puesto que nuestra lucha no es “contra la carne, sino contra los principados y potestades de los aires”, pedimos por la conversión y la salvación eterna de nuestros hermanos que, circunstancialmente, persiguen a nuestros hermanos cristianos, para que reciban la gracia de la contrición del corazón y así conozcan a Jesucristo, el Hombre-Dios y conociéndolo lo amen y amándolo salven sus almas y, junto con todos los cristianos, lo adoren en el Reino de los cielos por toda la eternidad. Amén.

Meditación final

Jesús, debemos ya retirarnos, pero dejamos nuestros corazones en las manos de la Virgen, Nuestra Señora de la Eucaristía, para que Ella los estreche contra su Inmaculado Corazón y les transmita todo el calor de su amor, para que día y noche nuestros pobres y fríos corazones reciban el ardor del Amor de tu Sagrado Corazón Eucarístico. Amén.

Oración final: dirigimos a Cristo Dios las oraciones que el Ángel de Portugal enseñara a los Pastorcitos en Fátima: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.






[1] https://www.aciprensa.com/noticias/video-arzobispo-iraqui-llora-por-primera-vez-en-1500-anos-no-pueden-celebrar-a-su-santa-65326/

martes, 4 de noviembre de 2014

Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado en Adoración a las Cinco Llagas de Jesús


         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en adoración a las Cinco Llagas de Jesús en la cruz.

         Canto inicial: “Sagrado Corazón, eterna alianza”.

         Oración inicial: dirigimos a Jesús, nuestro Dios, Presente en Persona en el Santísimo Sacramento del altar, las oraciones que el Ángel de la Paz les enseñara a los Pastorcitos en Fátima: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir):

         Meditación

Jesús, adoramos las Llagas de tu Cabeza coronada de espinas. Fueron los soldados romanos los que tejieron la corona formada por gruesas, duras, grandes y filosas espinas, las cuales horadaron, perforaron y desgarraron tu cuero cabelludo, provocándote dolores agudísimos, lancinantes, inenarrables, a la par que hacían brotar ríos inagotables de tu Sangre Preciosísima, Sangre que corría a raudales y desde de tu Sagrada Cabeza se derramaba sobre tu Santa Faz, bañando tus ojos, tus oídos, tu nariz, tu boca, tus mejillas, tu boca, y de tu Santa Faz caía, como sagrada cascada, hacia tu Pecho, como anticipando la herida que abría de abrirse instantes más tarde en tu Sagrado Corazón. Jesús, las heridas de tu Sagrada Cabeza, producto del desgarro y la laceración provocadas a tu cuero cabelludo por las gruesas y filosas espinas de la corona tejida por los soldados romanos, es la consecuencia directa de nuestros pecados, sobre todo los pecados de pensamiento, porque todos nuestros malos pensamientos, de cualquier orden que sean –ira, venganza, avaricia, lujuria, pereza, gula, odio-, si a nosotros no nos producen nada, o nos producen placer de concupiscencia, en Ti se materializan en esas gruesas y filosísimas espinas que te provocan esos acerbos dolores, dolores que se repiten una y otra vez, tantas veces, cuantas veces son consentidos y cometidos por nosotros los pecados de pensamiento. Tú te dejaste coronar de espinas, interponiéndote entre la Divina Justicia y nosotros, para que la Ira Divina, justamente encendida a causa de nuestros malos pensamientos, no se descargara sobre nosotros, y en vez de descargarse sobre nosotros, la Ira Divina se descargó sobre Ti, recibiendo Tú el castigo que nosotros merecíamos por nuestras iniquidades. Y aun así, ¡oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, colmado de amargura por nuestras maldades!, insistimos, una y otra vez, en ofenderte con nuestros malos pensamientos, sin siquiera osar combatirlos, mostrándonos de esta manera infinitamente más crueles que los más crueles de los soldados romanos, porque mientras ellos te colocaron la corona de espinas por única vez, nosotros lo hacemos varias veces al día, cada vez que pecamos de pensamiento. ¡Oh Madre de los Dolores, míranos ante tu Hijo Jesús, concédenos la gracia de la contrición perfecta del corazón, y cuando tengamos la tentación de consentir a los malos pensamientos, alcánzanos los pensamientos santos y puros que tiene tu Hijo Jesús, coronado de espinas! ¡Te lo pedimos, oh Virgen Santa y Pura, Madre de Dios y Madre Nuestra, por los dolores que sufriste al pie de la cruz! Amén.



         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir):

         Meditación

Jesús, adoramos la Llaga de tu mano izquierda, taladrada por un grueso clavo de hierro. El clavo de hierro, martillado sin piedad por los soldados romanos, perforó tu Santísima Mano, provocándote acerbos dolores y haciendo derramar ríos de tu roja y Preciosísima Sangre. Jesús, con tus manos purísimas creaste el Universo para nosotros, y todo lo creaste con sumo Amor, Perfección y Bondad, para que usáramos la Creación para nuestro provecho y beneficio y para que disfrutáramos y gozáramos de tu magnificiencia, pero nosotros, enceguecidos por la avaricia, usamos nuestras manos para el mal, y es así que nos comportamos con la Creación como depredadores que todo lo arrasan a su paso, convirtiendo la tierra, del vergel original en el que fue creada, en un páramo desolado, árido, seco y privado de toda riqueza y belleza. Pero además de destruir la Creación por avidez de dinero, oh Jesús, lo más grave de todo, es que usamos nuestras manos, las que Tú nos diste, para que las tendiéramos en auxilio de nuestros prójimos, para levantarlas para herir y dañar a nuestros hermanos, sin importar su edad, su condición social, su raza. En vez de tender nuestras manos para obrar la misericordia y  para cuidar el mundo que Tú, oh Dios Tres veces bendito, hiciste para nosotros, las utilizamos para obrar toda clase de mal, para destruir el planeta, para quitar la vida a nuestros prójimos, por medio del aborto, la eutanasia, las guerras injustas, los asesinatos, los suicidios, los genocidios, las matanzas y los crímenes contra el hermano de toda clase. ¡Oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, triturado de dolor en la cruz por nuestras iniquidades! Jesús, por el dolor que sufriste en tu Mano izquierda, y por la Sangre que derramaste, perdona nuestros pecados de violencia de toda clase, cometidos contra el prójimo, y haz que tu Madre, María Santísima, nos conceda la gracia de poseer un corazón manso y humilde como el tuyo. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir):

         Meditación

Jesús, adoramos la Llaga de tu mano derecha, taladrada por un grueso clavo de hierro. El clavo de hierro, martillado sin piedad por los soldados romanos, perforó tu Santísima Mano, provocándote agudísimos dolores y haciendo brotar ríos de tu Preciosísima Sangre. Jesús, Tú nos creaste a imagen y semejanza de Dios, y cuando Te encarnaste, te hiciste Tú a imagen y semejanza nuestra. ¡Oh misterio inefable del Divino Amor! ¡El Creador se hace semejante a la creatura! Y al encarnarte te hiciste semejante a nosotros, adquiriste manos como nosotros, para enseñarnos que debíamos usar nuestras manos para elevarlas en plegarias de adoración, de alabanzas, de acción de gracias y de petición, al Dios Único y Verdadero, al Dios Uno y Trino, a Ti, Dios Hijo, a Dios Padre y a Dios Espíritu Santo. Sin embargo, nosotros, los hombres, enceguecidos nuestros corazones para el Bien y entenebrecidas nuestras mentes para la Verdad, nos alejamos de Ti, oh excelsa y Santísima Trinidad, para postrarnos ante ídolos mudos, inertes, sordos y ciegos, haciendo realidad tu queja en la Escritura: “Me abandonaron a Mí, fuente de agua viva, para cavarse cisternas agrietadas, que no retienen el agua” (Jer 2, 13). ¡Oh misterio de iniquidad, que nos hace alejarnos de Ti, que te nos donas en el Altar Eucarístico, Domingo a Domingo, con tu Cuerpo, tu Sangre, tu Alma, tu Divinidad, el Amor inagotable de tu Sagrado Corazón Eucarístico, descendiendo del cielo como el Verdadero Maná del cielo, el Pan Vivo bajado del cielo, que nos alimenta con la Vida eterna del Dios Uno y Trino y nos concede las delicias de la Trinidad Beatísima! ¡Oh misterio de iniquidad, que nos hace abandonar al Dios de los altares, que baja del cielo en cada Santa Misa, por las palabras de la consagración pronunciadas por el sacerdote ministerial, palabras que producen el milagro de la Transubstanciación, milagro que asombra a los ángeles en el cielo, pero que a los hombres los deja indiferentes, al punto de dejar al Pan de Vida eterna abandonado en el altar, porque corren a postrarse ante los ídolos del mundo, el dinero, las diversiones, los pasatiempos y cuantos ídolos mundanos sea el hombre capaz de inventar. Jesús, Tú te dejaste perforar tu Mano derecha, para reparar nuestros pecados de idolatrías; Te pedimos, por el dolor que te produjo y la Sangre que derramaste, haz que Tu Madre amantísima, la Virgen María, Nuestra Señora de los Dolores, que es también Nuestra Madre, interceda por nosotros para que recibamos la gracia de que nuestros corazones se vean inflamados de ardoroso amor por el Carbón Incandescente que es la Sagrada Eucaristía y dejemos, de una vez y para siempre, de postrarnos ante los ídolos del mundo, para venir a postrarnos de rodillas ante tu Presencia sacramental. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir):

         Meditación

Jesús, adoramos las heridas de tus pies traspasados por un grueso y frío clavo de hierro. Jesús, Te dejaste traspasar tus pies, los mismos pies con los que habías caminado por los senderos de Palestina para predicar el Evangelio de la Caridad y del Perdón de Dios; Jesús, te dejaste traspasar tus pies por un agudo y duro clavo de hierro, los mismos pies con los que caminaste para llegar a los lugares en donde yacían enfermos y endemoniados, afligidos y agobiados, y a todos curaste con la omnipotencia de tu poder y con la bondad infinita de tu Sagrado Corazón y a todos diste “Palabras de Vida eterna”, para manifestarnos que eres el “Dios con nosotros”, que ha venido a nuestro mundo, sumergido en las tinieblas del error, del mal, del pecado y de la ignorancia, para liberarnos con la luz de tu gracia, de tu Verdad y de tu Amor; Jesús, te dejaste traspasar tus pies por un agudo y frío clavo de hierro, los mismos pies con los cuales caminaste sobre las aguas, para calmar la tormenta y para auxiliar a Pedro que se hundía en el mar por su falta de fe, enseñándonos que eres Dios y que nada malo habrá de pasarnos porque Tú gobiernas la Barca de la Iglesia; Jesús, te dejaste traspasar los pies por un grueso y frío clavo de hierro, que te provocó un intenso y agudo dolor e hizo brotar abundante Sangre; Jesús, te dejaste traspasar los pies, por un agudo y durísimo clavo de hierro, los mismos pies con los cuales te dirigiste, decididamente, a Jerusalén, a recibir el Juicio Inicuo, juicio en el que serías condenado a muerte por nuestra salvación; el Juicio en el que darías tu Sacratísima Vida por nuestras vidas; te dejaste traspasar los pies, los mismos pies, con los cuales te dirigiste, una vez conocida la sentencia de muerte, a tomar el leño de la cruz, la cruz que habrías de santificar con tu Humanidad Santísima y con tu Sangre Preciosísima, la Cruz que habrías de llevar sobre tus hombros, cargando todos nuestros pecados, para lavarlos y quitarlos para siempre con tu Preciosísima Sangre, al precio altísimo del sacrificio de tu vida en el Santo Sacrificio del Calvario, porque Tú eres el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Por estas muestras de tu infinito e inagotable Amor, te suplicamos perdón y reparamos, oh Jesús, por todas las veces que dirigimos nuestros pasos para alejarnos de Tu Presencia Sacramental y para dirigirnos hacia el pecado, y en reparación, oh, Jesús, besamos y adoramos las heridas de tus Sagrados Pies, y por el dolor que en ellos sufriste y por la Sangre que en ellos derramaste, Te suplicamos que hagas que tu Santa Madre nos conceda la gracia de encaminar siempre nuestros pasos hacia tu Presencia Sacramental: el Sagrario, el Altar Eucarístico, la Santa Misa, para que adorándote en la Hostia Consagrada en la tierra, continuemos adorándote, cara a cara, contemplando tu Santa Faz en la eternidad por los siglos sin fin, en el Reino de los cielos. Amén.



Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir):

         Meditación

Jesús, adoramos la herida de tu Costado abierto, la herida de tu Sagrado Corazón traspasado. Después de haber expirado, tu Sagrado Corazón fue traspasado por el duro y frío acero de la lanza de Longinos, el soldado romano. Tu Madre, María Santísima, sintió que era su Inmaculado Corazón el que era atravesado por la lanza, y fue en ese momento en el que llegó a su culmen la profecía de Simeón: “Una espada de dolor atravesará tu Corazón” (Lc 2, 35). La Virgen, unida a Ti por el Amor, sufrió en su espíritu tus mismos dolores de la Pasión, por lo que Ella es, en Ti y por Ti, nuestra Madre y Corredentora. La fría lanza de acero que atravesó tu Sagrado Corazón, atravesando al mismo tiempo de dolor el Corazón Inmaculado de María Santísima, si por un lado demostraba y ponía de manifiesto, de parte del hombre y del Ángel caído, el odio deicida contra el Hombre-Dios, que no se agotaba ni siquiera estando ya Jesús muerto -porque aun estando muerto en la cruz seguían, el hombre y el Ángel caído, descargando su odio deicida contra Él, descargando el golpe de la lanza contra su Corazón, de manera tal de asegurarse de su muerte-, de parte de Dios, por el contrario, la fría lanza de acero que traspasó el Costado y el Corazón de Jesús en la cruz, manifestaba su infinita, inagotable, inabarcable e incomprensible Misericordia Divina, porque al golpe de la lanza, al instante brotó “Sangre y Agua” (cfr. Jn 19, 34) y con la Sangre y Agua que brotaron del Sagrado Corazón traspasado de Jesús, se derramó sobre el mundo la insondable Misericordia Divina. Entonces, si el lanzazo que traspasó el Sagrado Corazón manifestaba, de parte de los hombres y del Ángel caído, el odio deicida, que no descansaba ni siquiera viendo ya muerto al Hombre-Dios en la cruz, de parte de Dios, por el contrario, el lanzazo manifestaba su Amor inagotable, su Misericordia insondable, su Bondad infinita, su Ternura inacabable, su Perdón universal a todas las almas que se acerquen a la cruz y de rodillas, pidan y quieran recibir la Sangre del Cordero que lava los pecados del alma, Sangre que santifica el corazón con la inhabitación del Espíritu Santo y convierte al pecador en hijo de Dios que en Cristo es conducido, en el Amor de Dios, al seno eterno del Padre.

Meditación final

Jesús, debemos ya retirarnos, pero deseamos quedarnos ante tu Presencia Sacramental, adorándote día y noche; para ello, dejamos nuestros corazones en manos de María Santísima, Nuestra Señora de la Eucaristía, para que Ella los custodie y no permita que nada, ni las concupiscencias de la carne, ni las tentaciones del Maligno Enemigo, ni las seducciones del mundo, se interpongan entre tu Amor y nuestros corazones, para que nuestros corazones estén permanentemente irradiados por los rayos de tu infinito Amor que brotan de tu Sagrado Corazón Eucarístico. Así custodiados por la Virgen, viviremos cada día que nos queda por vivir en este duro peregrinar terreno, por el desierto de la vida, hacia la Jerusalén celestial, en donde nos esperas Tú, oh Cordero Inmaculado, y al llegar a la Jerusalén celestial, por tu Misericordia, te alabaremos y adoraremos, junto con nuestros seres queridos, y con todos los ángeles y santos del cielo, por eternidades de eternidades. Amén.

         Oración final: dirigimos a Jesús, nuestro Dios, Presente en Persona en el Santísimo Sacramento del altar, las oraciones que el Ángel de la Paz les enseñara a los Pastorcitos en Fátima: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.