jueves, 28 de mayo de 2015

Hora Santa en honor a la Santísima Trinidad




(2015)

         Inicio: iniciamos esta Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado, en honor a la Santísima Trinidad.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Canto inicial: “Cristianos, venid; cristianos llegad”.

         Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Enunciación del Primer Misterio (Misterios a elegir)

         Meditación.

         Te adoramos, Dios Padre, Persona Primera de la Santísima Trinidad, porque creaste el mundo visible y el invisible, los ángeles, para nosotros, los hombres, y nos hiciste reyes de la Creación, colocando en nuestras cabezas la corona de tu imagen y semejanza, la inteligencia, la voluntad y la libertad, y cuando por el pecado original arrojamos esa corona por el suelo, despreciando tus dones y rechazando tu amistad, al preferir escuchar la voz de la Serpiente Antigua, no solo no nos abandonaste en nuestra soberbia y arrogancia, como lo merecíamos, sino que nos prometiste el envío del Mesías, tu Hijo muy amado, Cristo Jesús, quien habría de nacer de María Virgen, para aplastar la cabeza de la Serpiente, nos borraría la mancha del pecado, nos daría su Cuerpo y su Sangre en la cruz y en la Eucaristía y nos donaría su ser Hijo de Dios, para adoptarnos como hijos tuyos y así llevarnos al cielo, luego de terminado el exilio en esta vida terrena. Por esta grandeza inconcebible e inimaginable de tu Amor, te adoramos, te bendecimos, te amamos y te exaltamos, en el tiempo de nuestra vida terrena y, por tu misericordia, esperamos continuar adorándote y amándote por la eternidad, oh Dios Padre, Persona Primera de la Trinidad amabilísima, Fuente de toda santidad, de todo amor, de toda paz, de todo bien, de toda gracia. Amén.

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

          Te adoramos, Dios Hijo, Persona Segunda de la Santísima Trinidad, Verbo Unigénito del Padre, Palabra Eternamente pronunciada por el Padre, que llevado por el Divino Amor, desde el seno del eterno Padre, te encarnaste en el tiempo, en el seno de la Virgen Madre, para así poder tener un Cuerpo para ofrecer en expiación por nuestros pecados, en el Santo Sacrificio de la Cruz. Te adoramos, oh Verbo de Dios Encarnado, Jesucristo, Sabiduría del Padre, que sufriste dolores inenarrables, morales, espirituales y físicos, desde tu Encarnación, y durante toda tu Pasión, para salvarnos de la eterna condenación, para perdonarnos los pecados, para concedernos la divina filiación, y para conducirnos la Reino de los cielos, al finalizar nuestro peregrinar por la tierra. Te adoramos, oh Verbo de Dios hecho Hombre, porque continúas y prolongas tu Encarnación, tu sacrificio en cruz y tu resurrección por medio del misterio litúrgico de la Santa Misa, para donarte a nuestros corazones como Pan Vivo bajado del cielo, como Pan de Vida eterna, como Verdadero y Único Maná bajado del cielo, que nos alimenta con la Vida eterna del Ser trinitario que nos posibilita atravesar el desierto de la vida y del mundo para llegar al Reino de Dios, en la Jerusalén celestial. Amén.

Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

         Te adoramos, Dios Espíritu Santo, Persona Tercera de la Santísima Trinidad, Persona-Amor que une al Padre y al Hijo en el Divino Amor, por toda la eternidad; Tú eres la Causa Primera y el Motor de la Encarnación, porque fue por Amor que el Padre envió a su Hijo a salvarnos; fue por Amor que el Hijo obedeció a Dios Padre y se encarnó en María Santísima; fue por Amor que la Virgen Madre dio su “Sí” al plan de salvación de Dios Trino para la humanidad. Te adoramos, te alabamos, te bendecimos y te amamos con todo el corazón, Dios Espíritu Santo, porque por Amor, la Santa Iglesia prolonga, perpetúa y actualiza, por el misterio eucarístico, el sacrificio de la cruz, convirtiendo al altar eucarístico en un Nuevo Monte Calvario, en donde el Hombre-Dios renueva, cada vez, de modo incruento y sacramental, su sacrificio de la cruz, obrando sobre el altar lo mismo que en la cruz: entregando su Cuerpo en la Eucaristía y derramando su Sangre en el Cáliz. Te damos gracias, y te adoramos, oh Espíritu Santo, porque inhabitas en el Sagrado Corazón Eucarístico en forma de llamas de fuego, y con esas llamas de fuego son con las que Jesús quiere incendiar nuestros corazones en el Divino Amor, cada vez que comulgamos la Sagrada Eucaristía. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

         Te adoramos, Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Dios Uno y Trino, Tri-Unidad de Personas Divinas, porque eres el Único Dios Verdadero, el Único digno de ser adorado, bendecido y amado, en el tiempo y en la eternidad; a Ti te pertenecen, Dios Trino, todo el poder, la honra, la gloria y la majestad, y la felicidad del hombre está en conocerte, amarte, servirte, alabarte y adorarte, ofreciéndote el sacrificio del Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor y Redentor, Jesucristo, el Hombre-Dios y no hay dicha más grande ni gozo más profundo que el adorarte, amarte, honrarte y darte gracias, ofreciéndote el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad del Cordero de Dios, Jesucristo el Señor y quien esto no hace, aunque esté rodeado de riquezas materiales y de placeres terrenos, es sumamente desgraciado y desdichado. Te adoramos, te bendecimos, te honramos y te glorificamos, oh Dios Uno y Trino, por ser sol Quien Eres, Dios de inmensa e infinita majestad, bondad y santidad, y porque nada hay digno de Ti y de tu infinita grandeza, sino solo la Eucaristía, Nuestro Señor Jesucristo, para honrarte y adorarte como es debido, te ofrecemos el Cuerpo Sacramentado de Jesús, el Pan Vivo bajado del cielo, en acción de gracias y en expiación por nuestros pecados y en adoración por ser Quien Eres y te lo ofrecemos junto al Inmaculado Corazón de María, con todos los actos de amor a Ti en él contenidos. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

         Te adoramos, Dios Uno y Trino, y te damos gracias, por habernos dado a la Virgen María, la Madre de Dios, como Madre Nuestra; te adoramos, Dios Padre, y te damos gracias por habernos dado a tu hija amada, María Santísima, para que fuera la Madre de Nuestro Redentor; te adoramos, Dios Hijo, Jesucristo, y te damos gracias porque nos diste como Madre Nuestra a tu Madre, desde la cruz, para que nos adoptara como hijos y nos cubriera con su manto y nos refugiara en su Inmaculado Corazón; te adoramos y te damos gracias, Dios Espíritu Santo, porque nos diste a tu Esposa Castísima, la Virgen María, para que nos cuidara como a sus hijos pequeños a lo largo del Via Crucis de esta vida y nos alimentara con el fruto de sus entrañas, el Pan de Vida Eterna, Cristo Jesús.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.


viernes, 22 de mayo de 2015

Hora Santa en reparación a la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo


         Inicio: iniciamos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en honor a la Preciosísima Sangre de Jesús.

         Canto inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (Misterios a elección)
         Meditación.

         Jesús, Tu Sangre Preciosísima Sangre brotó de tu Cabeza, cuando tu cuero cabelludo fue lacerado en la crudelísima coronación de espinas, la cual se repitió por tres veces. Las gruesas, duras y filosas espinas de la corona, laceraron y desgarraron todo el cuero cabelludo, sin dejar parte sana, llegando a abarcar incluso el cuello, las orejas y la frente, alcanzando incluso en profundidad hasta los huesos de la bóveda craneal. La Sangre derramada de tu Cabeza herida por las espinas es tan abundante, que semejan a esos ríos de montaña que se desbordan de sus cauces… Pero no es agua, sino tu Sangre, y no corre por praderas y valles, sino que de tu Cabeza, desciende por tu frente, por tus ojos, por tus oídos, por tu nariz, por tus labios, por tus pómulos, por tu barbilla. Con la Sangre que brota de tu Cabeza, expías nuestros malos pensamientos y nos concedes tus pensamientos santos y puros; con la Sangre que inunda tus ojos, expías nuestras malas miradas, y nos concedes contemplar el mundo y las creaturas como Tú las contemplas desde la cruz; con la Sangre que inunda tus oídos, expías las veces que hemos escuchado malas conversaciones y nos das la gracia de escuchar sólo conversaciones santas, que conduzcan al cielo; con la Sangre que inunda tu nariz y tus pómulos, expías los pecados de los sentidos y nos concedes la gracia de la pureza de cuerpo y alma; con la Sangre que inunda tus labios, expías nuestras malas conversaciones, y nos das la gracia de tener conversaciones santas, de alabanzas a Dios y amor al prójimo.      
                    
Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Ave María, Gloria.

Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

         Jesús, la Sangre brota abundantemente de tu Mano izquierda, luego de ser perforada por un grueso clavo de hierro, al traspasarla de lado a lado, fijándola al leño horizontal de la cruz. El hierro del clavo ha horadado la piel, ha desgarrado los músculos, ha lesionado nervios y seccionado arterias y venas, provocándote dolores intensísimos y una abundante hemorragia. El dolor es agudo y lancinante, pero ni una queja sale de tus labios, porque con el dolor sufrido y ofrecido, nos redimes y nos abres las puertas del cielo. Jesús, por tu Sangre Preciosísima derramada en tu Mano izquierda, expías nuestros pecados de violencia de todo tipo, cometidos contra nosotros mismos, desde las auto-agresiones leves, hasta el suicidio, y las agresiones cometidas contra el prójimo, ya sean las agresiones morales o verbales, que finalizan en la muerte social de nuestros hermanos, o las agresiones físicas de cualquier clase, que finalizan en la muerte corporal de nuestros hermanos. Jesús, con tu Sangre derramada en la Mano izquierda, expías la sed de sangre irrefrenable desatada en el corazón del hombre a causa del pecado original, y no solo apagas esa sed diabólica, sino que le concedes otra sed, una sed de justicia y de amor por su prójimo, de manera tal que a partir de tu Santo Sacrificio, y por la Sangre de tu Mano izquierda, ya no solo no la levantará para agredir y herir a su hermano, sino que la levantará solo para ayudarlo, para bendecirlo, para acariciarlo, para compadecerlo, para acompañarlo, porque serás Tú quien con su misma mano acariciarás a su prójimo.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Ave María, Gloria.

Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

Jesús, la Sangre brota de tu Mano derecha, luego de ser perforada por un grueso clavo de hierro, que la traspasa de lado a lado; el clavo te provoca un agudísimo dolor, porque luego de lacerar la piel y de desgarrar tejidos y músculos, atraviesa el gran nervio mediano, provocando la contracción de los dedos anular y pequeño y la extensión de los restantes, dando así, con el dolor, testimonio de la existencia de la Santísima Trinidad; pero el clavo provoca también la sección de grandes vasos sanguíneos, arteriales y venosos, los cuales hacen manar abundante Sangre; con esta Sangre, Jesús, expías nuestros pecados de idolatría, nuestros pecados cometidos toda vez que, en vez de adorarte a Ti en la Eucaristía, preferimos adorar a los ídolos neo-paganos del mundo de hoy, la Nueva Era, la brujería, el fútbol, la política, la cultura, la música, la diversión, el dinero, la materia, la violencia, y todo lo que nuestra mente y nuestro corazón inventa para ponerlo en tu lugar, para sustituir y posponerte a Ti, Único Dios Verdadero y el Único Dios que merece ser adorado “en espíritu y en verdad”.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Ave María, Gloria.

Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

         Jesús, tus pies son perforados por un grueso clavo de hierro, que los fija al patíbulo de la cruz, haciendo brotar ríos de roja y fresca Sangre, que bajando por el leño llegan hasta la base de la cruz y empapan la tierra, formando un gran lago sanguinolento que no tarda en agrandarse de a ratos, con los aportes de nuevos afluentes, igual que hace un lago con los ríos que bajan de la montaña. Jesús, con la Sangre que fluye de tus doloridos pies, expías los pecados cometidos por nuestros pasos dirigidos en dirección al mal y nos concedes la gracia de dirigir nuestros pasos en la dirección opuesta, el Camino del Calvario; con la Sangre que brota de tus pies, nos obtienes la gracia de encaminarnos hacia el cielo, por el Via Crucis, el Camino que conduce al Paraíso, por el seguimiento de tus pasos ensangrentados; por la Sangre que brota de tus pies, tenemos fuerzas para no solo apartar nuestros pies de los caminos que conducen a la eterna perdición, sino que encontramos fuerzas para dirigir nuestros pasos en tu seguimiento, cargando la cruz de cada día, marchando detrás de ti, por el Camino Real de la Cruz, el Único Camino que es Verdad, Luz y Vida, el Único Camino que conduce al Cielo.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Ave María, Gloria.

Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

         Jesús, ya has dado tu último suspiro; el soldado romano ha traspasado tu Corazón, pero tu Corazón, a pesar de que ha dejado de latir, sin embargo, milagrosamente, deja fluir Sangre y Agua, y con la Sangre y el Agua, fluye el Espíritu Santo, el Amor Divino, el Amor de Dios, la Divina Misericordia, que inunda nuestras almas. La Sangre que brota de tu Sagrado Corazón traspasado, convierte nuestros cuerpos en templos en donde inhabita y reposa la Dulce Paloma del Espíritu Santo, al mismo tiempo que no solo lava las iniquidades y perversidades de nuestros corazones, sino que los transforma en altares en donde se adora a Jesús Eucaristía.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.


jueves, 21 de mayo de 2015

Ángeles adorando la Eucaristía, ángeles adorando al Cordero


Cuatro ángeles rodean la Eucaristía (¡uno de ellos es mi ángel guía!); dos de ellos sostienen la custodia; otros dos, la adoran. Estos ángeles, son los mismos ángeles que, en el cielo, adoran al Cordero de Dios, el Cordero del Apocalipsis (5, 12). No contentos con adorar al Cordero del Apocalipsis, vienen a la tierra a adorar al Cordero de Dios (Jn 1, 29), oculto en la Eucaristía, porque es el mismo y Único Cordero de Dios. El Cordero del Apocalipsis, al que los ángeles adoran en el cielo, es el mismo y Único Cordero de Dios que está en la Eucaristía, sólo que oculto en apariencia de pan. ¡Los ángeles de luz adoran en el cielo al Cordero de Dios y adoran en la tierra al Cordero de Dios, oculto en la Eucaristía! ¡Y en el cielo y en la tierra, adoran, gozan y se alegran ante la Presencia del Cordero! ¡Ángeles de Dios! ¡Quiero hacer lo que hacen ustedes! ¡Quiero adorar en la tierra al Cordero del Apocalipsis y luego seguir adorando en el cielo a Jesús Eucaristía!

viernes, 15 de mayo de 2015

Hora Santa en honor al Espíritu Santo


         Inicio: iniciamos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en honor al Espíritu Santo, la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, la Persona-Amor de la Trinidad, el Don de Jesús resucitado.

         Canto inicial: “Ven, Espíritu Santo”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir)

Meditación

Espíritu Santo, Fuego de Amor Divino, Tú que eres el Aliento del Amor del Padre y del Hijo, al ver la ruina en la que había caído el hombre a causa de la Serpiente Antigua, llevaste al Padre a pedirle al Hijo que se encarnase en las entrañas purísimas de María, para que el hombre no pereciese en la condenación eterna. ¡Oh Santo Espíritu, Amor Santo del Padre, que eres el origen de la Encarnación del Verbo y de nuestra salvación, enciende nuestros corazones en el Fuego santo de tu Amor!

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario

Meditación

Espíritu Santo, Amor Santo y Puro del Hijo, que el Hijo espira al Padre en la eternidad; Tú eres el Amor Santísimo con el que el Hijo respondió al Padre a su pedido de encarnarse para nuestra salvación; haz que también nosotros, movidos por Ti y solo Ti, Amor Divino y Santo, obremos en la Iglesia, y que llevados por el Amor a Dios Uno y Trino,  no sea más que el Amor y sólo el Amor, el Santo Espíritu de Dios, el que guíe todas nuestras obras en la Santa Iglesia de Dios. Amén.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario

Meditación

         Espíritu Santo, Fuego de Amor Divino, fuiste Tú, Amor de Dios, el que llevó al Hijo, del seno eterno del Padre, al seno de la Virgen, para que se encarnara en el tiempo para nuestra salvación, y fuiste Tú el que, en el Amor, lo subió a la cruz, para ofrendara su Cuerpo y derramara su Sangre para expiar nuestros pecados; y sigues siendo Tú, oh Santo Espíritu de Amor, el que en cada Santa Misa, prolongas la Encarnación en cada Eucaristía y renuevas de modo incruento el Santo Sacrificio de la cruz, para que nos alimentemos con el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesús. Y también eres Tú, Amor de Dios, el que nos conduces a nosotros, hasta el pie de la cruz, el Nuevo Monte Calvario, la Santa Misa, para que arrodillados ante Jesús que nos ofrenda su Cuerpo en la Eucaristía y derrama su Sangre en el Cáliz, bebamos del Amor que mana incontenible de su Sagrado Corazón traspasado. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario

Meditación

         Espíritu Santo, Soplo de Dios Viviente, Fuego de Amor ardiente que abrasa pero no quema; Tú abrasas al alma como el fuego en la zarza que arde sin ser consumida; Tú envuelves al Sagrado Corazón de Jesús y deseas abrasar con tus ardientes llamas a quien se acerque a Ti con fe y con amor; el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús es el Carbón Ardiente que arde envuelto en tus llamas, las llamas del Fuego de tu Divino Amor, y esas son las llamas del fuego que Jesús dijo que venía a traer a la tierra y que quería ver encendido: “He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cómo querría ya verlo ardiendo” (Lc 12, 49). ¡Oh Espíritu Santo, haz que nuestros corazones sean como la hierba seca, para que al contacto con las llamas de Amor que envuelven el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, ardan al instante en el Fuego de tu Divino Amor!

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario

Meditación

         Espíritu Santo, Fuego de Amor Divino, Tú inhabitas en el Inmaculado Corazón de María, desde el instante mismo de su Purísima Concepción; haz que la Virgen nos lleve entre sus manos y nos estreche contra su Corazón Inmaculado, para que nos abrace con el fuego de amor que en él inhabita, para encendidos con este mismo Amor, que eres Tú mismo, te amemos a Ti, al Padre y al Hijo, en el tiempo y en la eternidad. Amén.

         Oración final al Espíritu Santo de Francisca Javiera del Valle

         Santo y Divino Espíritu, que por Ti fuimos criados y sin otro fin que el de gozar por los siglos sin fin de la dicha de Dios y gozar de Él, con Él, de sus hermosuras y glorias.
¡Mira, Divino Espíritu, que habiendo sido llamado por Ti todo el género humano a gozar de esta dicha, es muy corto el número de los que viven con las disposiciones que Tú exiges para adquirirla!
¡Mira, Santidad suma! ¡Bondad y caridad infinita, que no es tanto por malicia como por ignorancia! ¡Mira que no Te conocen! ¡Si Te conocieran no lo harían! ¡Están tan oscurecidas hoy las inteligencias que no pueden conocer la verdad de tu existencia!
¡Ven, Santo y Divino Espíritu! Ven; desciende a la tierra e ilumina las inteligencias de todos los hombres.
Yo te aseguro, Señor, que con la claridad y hermosura de tu luz, muchas inteligencias Te han de conocer, servir y amar.
¡Señor, que a la claridad de tu luz y a la herida de tu amor nadie puede resistir ni vacilar!
Recuerda, Señor, lo ocurrido en aquel hombre tan famoso de Damasco, al principio que estableciste tu Iglesia. ¡Mira cómo odiaba y perseguía de muerte a los primeros cristianos!
¡Recuerda, Señor, con qué furia salió con su caballo, a quien también puso furioso y precipitadamente corría en busca de los cristianos para pasar a cuchillo a cuantos hallaba!
¡Mira, Señor!, mira lo que fue; a pesar del intento que llevaba, le iluminaste con tu luz su oscura y ciega inteligencia, le heriste con la llama de tu amor y al punto Te conoce; le dices quién eres, Te sigue, Te ama y no has tenido, ni entre tus apóstoles, defensor más acérrimo de tu Persona, de tu honra, de tu gloria, de tu nombre, de tu Iglesia y de todo lo que a Ti, Dios nuestro, se refería.
Hizo por Ti cuanto pudo y dio la vida por Ti; mira, Señor, lo que vino a hacer por Ti apenas Te conoció el que, cuando no Te conocía, era de tus mayores perseguidores. ¡Señor, da y espera!
¡Mira, Señor, que no es fácil cosa el resistir a tu luz, ni a tu herida, cuando con amor hieres!
Pues ven y si a la claridad de tu luz no logran las inteligencias el conocerte, ven como fuego que eres y prende en todos los corazones que existen hoy sobre la tierra.
¡Señor, yo Te juro por quien eres que si esto haces ninguno resistirá al ímpetu de tu amor!
¡Es verdad, Señor, que las piedras son como insensibles al fuego! ¡Pena grande, pero se derrite el bronce!
¡Mira, Señor, que las piedras son pocas, porque es muy pequeño el número de los que, después de conocerte, Te han abandonado! ¡La mayoría, que es inmensa, nunca Te han conocido!
Pon en todos estos corazones la llama divina de tu amor y verás cómo Te dicen lo que Te dijo aquel tu perseguidor de Damasco: “Señor, ¿qué quieres que haga?”
¡Oh Maestro divino! ¡Oh consolador único de los corazones que Te aman!
¡Mira hoy a todos los que Te sirven con la grande pena de no verte amado porque no eres conocido!
¡Ven a consolarlos, consolador divino!, que olvidados de sí, ni quieren, ni piden, ni claman, ni desean cosa alguna sino a Ti, y a Ti como luz y como fuego para que incendies la tierra de un confín a otro confín, para tener el consuelo en esta vida de verte conocido, amado, servido de todas tus criaturas, para que en todos se cumplan tus amorosos designios y todos los que ahora existimos en la tierra, y los que han de existir hasta el fin del mundo, todos te alabemos y bendigamos en tu divina presencia por los siglos sin fin. Así sea.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

viernes, 8 de mayo de 2015

Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado en honor al Espíritu Santo




         Inicio: iniciamos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en honor al Espíritu Santo, la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, la Persona-Amor de la Trinidad, el Don de Jesús resucitado. Pedimos el auxilio de nuestros ángeles custodios, para que nuestras oraciones sean llevadas al Inmaculado Corazón de María y desde allí, sean depositadas ante el trono del Cordero, la custodia de Jesús Eucaristía. Antes de comenzar la oración, hacemos silencio exterior, pero ante todo interior, porque Dios no está “en el terremoto, en el huracán, en el fuego”, sino en la brisa suave” (cfr. 1 Re 19, 3-15).

         Canto inicial: “Ven, Espíritu Santo”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir)

Meditación

Te adoramos, te bendecimos, te exaltamos, y te glorificamos, oh Espíritu Santo, Persona Amor de la Santísima Trinidad, que unes al Padre y al Hijo en un soplo de Amor Divino; Tú, el Amor de Dios, aleteaste sobre las aguas en la Creación, de manera que todo el Universo creado, el visible y el invisible, fue obra del Amor de Dios y nada de lo que existe, fue hecho sin Amor; porque Tú, Espíritu Santo, aleteaste sobre las aguas en el momento de la Creación, enviado como soplo de Divino Amor, por el Padre y el Hijo, toda la entera Creación, todo el Universo visible e invisible, con sus maravillas inconcebibles, habla del Amor Divino, de manera tal que a cada paso que damos, la Naturaleza creada, la humana y la angélica y todo el resto del universo creado, nos habla del Amor de Dios y nada hay en las creaturas que no nos hable del Amor infinito y eterno con el que Dios Uno y Trino nos ama desde toda la eternidad. Oh Santo Espíritu de Dios, que procediendo del Padre y del Hijo, fecundaste la Creación dejándonos huellas del Divino Amor, para que por la Creación, no sólo diéramos gracias a Dios Trino por su Amor, sino que nos enamoráramos de un Dios enamorado de nosotros; te suplicamos, oh Espíritu Santo, envía desde el cielo aunque más no sea una pequeñísima chispa de tu Fuego de Amor y enciende en él nuestros pobres corazones, así como el carbón se enciende al contacto con la llama, para que te amemos y adoremos al reconocerte, junto al Padre y al Hijo, como el Autor de la Creación. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario

Meditación

Te adoramos, te bendecimos, te exaltamos, y te glorificamos, oh Espíritu Santo, Persona Amor de la Santísima Trinidad, que unes al Padre y al Hijo en un soplo de Amor Divino; Tú eres el Amor misericordioso que llevó al Padre a prometer un Redentor inmediatamente después de la caída original de los Primeros Padres. Fuiste Tú, Espíritu Santo, quien, por Amor y solo por Amor, iniciaste la restauración y preparaste el regreso del hombre al seno de Dios Padre. Oh Santo Espíritu de Dios, enviado por el Padre y el Hijo; al ser Tú, el Amor Divino, el que traerías a la tierra al Redentor, Dios Hijo, por mandato de Dios Padre, reparabas así con Divino Amor la caída original de los Primeros Padres, caída producida por el doble pecado de odio y rebelión contra Dios, cometidos en conjunto por el Ángel caído y por Adán y Eva. La Serpiente Antigua, Satanás, movida por su odio a Dios, arrastró a la rebelión contra Dios a Adán y Eva, induciéndolos a obedecer su sibilina y serpentina voz, voz cargada de pestilencia, de muerte y de pecado, y los llevó a desoír y desobedecer la Voz de Dios, Voz que les concedía la Vida, el Amor y la Paz, y así, prestando oídos al silbido de la serpiente y cerrando sus corazones a la Dulce Voz de Dios, Adán y Eva se asociaron al pecado de odio y rebelión de la Serpiente Antigua contra Dios, quedando separados de su fuente de Vida y Amor, siendo expulsados del Paraíso. Pero en el mismo instante del odio y de la rebelión del ángel caído y del hombre contra Dios, Tú, que eres el Amor del Padre y del Hijo, reparaste la doble falta del ángel y del hombre, porque fue por Amor que el Padre envió a su Hijo Unigénito para que se encarnara y diera su vida por la salvación de las almas, y fue por Amor que el Hijo de Dios obedeció al Padre y se encarnó en el seno de María Santísima, para salvar a los hombres por su muerte en cruz y resurrección. Oh Santo Espíritu de Dios, Fuego de Amor Divino, envía desde el cielo una pequeñísima llama de tu Amor, para que incendie nuestros corazones así como la brasa se enciende al contacto con la llama, para que seamos capaces de amarte y adorarte por tu obrar en la Encarnación del Verbo de Dios en el seno de María Santísima. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario

Meditación

Te adoramos, te bendecimos, te exaltamos, y te glorificamos, oh Espíritu Santo, Persona Amor de la Santísima Trinidad, que unes al Padre y al Hijo en un soplo de Amor Divino; Tú eres el Motor del misterio pascual de Muerte en cruz y Resurrección de Jesús, porque fue el Amor y sólo el Amor lo que llevó al Hijo de Dios a encarnarse en el seno de María Santísima, para luego subir a la cruz y dar su vida por nuestra salvación. Y es el Amor y sólo el Amor de Dios -Tú, Espíritu Santo-, el que lleva a Jesús a renovar, de modo incruento, en cada Santa Misa, su Santo Sacrificio de la Cruz, entregando su Cuerpo en la Eucaristía y derramando su Sangre en el Cáliz; es el Amor de Dios -Tú, Espíritu Santo-, el que, sobrevolando sobre el Altar Eucarístico, al igual que lo hiciera al inicio de la Creación sobre las aguas primordiales, fecunda las especies eucarísticas del pan y el vino, produciendo por la omnipotencia divina el milagro de la Transubstanciación y convirtiendo el pan y el vino en el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, para que nosotros, distantes veintiún siglos del Santo Sacrificio de la Cruz, seamos sin embargo misteriosamente co-presentes, por el misterio de la liturgia eucarística, al mismo y único Santo Sacrificio de la Cruz, para poder ser bañados con la Sangre y el Agua que brotan del Sagrado Corazón traspasado de Jesús. Cada Santa Misa es, por el poder del Espíritu Santo, la renovación incruenta del Santo Sacrificio de la Cruz, y por este milagro del Amor del Padre y del Hijo, te pedimos, oh Santo Espíritu de Dios, Fuego de Amor Divino, que envíes desde el cielo una pequeñísima llama de tu Amor, para que incendie nuestros corazones y así podamos amarte y adorarte y darte gracias, en el tiempo y en la eternidad, por el don inmerecido e inapreciable de la Santa Misa, renovación incruenta sobre el altar, del Santo Sacrificio de la Cruz. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario

Meditación

Te adoramos, te bendecimos, te exaltamos, y te glorificamos, oh Espíritu Santo, Persona Amor de la Santísima Trinidad, que unes al Padre y al Hijo en un soplo de Amor Divino; Tú irrumpiste como lenguas de fuego en Pentecostés, sobre María Santísima y sobre los Apóstoles, como signo de tu Presencia en la Iglesia, porque Tú, Espíritu de Dios, eres el Alma de la Iglesia y el Fuego de Amor que la inhabita y la posee, la anima y la conduce, en la caridad, hacia la Patria celestial; pero las llamas de fuego en Pentecostés significan también que Tú, Espíritu de Dios, eres el Don de Jesucristo para las almas en gracia y que inhabitas en sus corazones y que conviertes sus cuerpos en templos tuyos, “templos del Espíritu de Dios” (cfr. 1 Cor 6, 19), en donde Tú moras, santificándolos con tu Presencia, convirtiendo al corazón del hombre en un altar en donde se adora a Jesús Eucaristía y a su ser todo en una morada santa en donde se adora a la Santísima Trinidad. Oh Santo Espíritu de Dios, Fuego de Amor Divino, envía desde el cielo al menos una pequeñísima llama de tu Amor, para que seamos capaces de amarte por convertirnos en templos de tu Amor en donde se adora al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario

Meditación

Te adoramos, te bendecimos, te exaltamos, y te glorificamos, oh Espíritu Santo, Persona Amor de la Santísima Trinidad, que unes al Padre y al Hijo en un soplo de Amor Divino; Tú desciendes como Fuego sagrado desde el cielo, en la consagración, y con tu poder divino, conviertes las materias inertes del pan y del vino, en el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, por medio de la Transubstanciación, obrando un milagro infinitamente mayor que el milagro de Melquisedec, que haciendo caer fuego del cielo sobre el altar, transmutó las ofrendas en carne asada y humo que se elevaron al cielo; si el sacerdote de la Antigua Alianza Melquisedec, hizo bajar fuego del cielo, para que consumiera la ofrenda del altar y la transmutar en carne asada y humo que se elevara como don divino, ese milagro era solo un anticipo y figura del maravilloso portento que realiza la Iglesia a través del sacerdote ministerial cuando, por las palabras de la consagración, hace que desciendas Tú, Fuego del Amor Divino, desde el cielo en donde habitas, para convertir las materias inertes del pan y del vino y transubstanciarlas en las substancias gloriosas del Cuerpo y la Sangre de Jesús resucitado en la Eucaristía, la Víctima Santa y Pura, el Cordero Inmaculado y Puro, que se eleva como perfume de suave fragancia hasta el trono de Dios, en acción de gracias, en adoración y en expiación por nuestros pecados. Oh Santo Espíritu de Dios, Fuego de Amor Divino, envía desde el cielo al menos una pequeñísima llama de tu Amor, para que seamos capaces de amarte por la obra de tu Amor en la conversión del pan y del vino en la Santa Eucaristía. Amén.

Meditación final

María Santísima, Nuestra Señora de la Eucaristía, tú que eres la Esposa del Espíritu Santo, intercede por nosotros, para que no solo nunca profanemos el cuerpo que es “templo del Espíritu Santo”, sino para que, conservando y acrecentando cada vez más la gracia, por el Espíritu Santo que inhabita en nosotros, convirtamos nuestros corazones en altares vivos en donde adoremos, en el tiempo y en la eternidad, al Cordero de Dios, Jesús Nuestro Señor. Amén.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.