jueves, 25 de junio de 2015

El Corazón de Jesús es el Corazón del Hombre-Dios, que quiere fundirse con el nuestro por la Sagrada Comunión




El corazón de Jesús no es el corazón de un hombre cualquiera: es el corazón del Hombre-Dios y por ser el corazón del Hombre-Dios, es un corazón humano, pero íntima y estrechamente unido al corazón único de Dios Uno y Trino, y por lo tanto late con el latido mismo del corazón de Dios Trino, que es el Espíritu Santo. Lo que quiere el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, al introducirse en nuestros corazones por la comunión, es hacer de nuestros corazones con el suyo un solo corazón, “fundirlos”, por así decir, con el suyo, para que también el nuestro refleje los latidos del Espíritu Santo. Y esos latidos del Espíritu Santo son los que se ven en el amor al prójimo por las obras de misericordia.

En la procesión triunfal de "Corpus Christi" la Iglesia no ostenta un símbolo, sino que saca en procesión al Hijo Eterno del Padre, oculto en apariencia de pan, y lo adora públicamente


Dos ángeles sostienen una custodia, en la cual se encuentra, a su vez, la Eucaristía, sacada en procesión triunfal el día de “Corpus Christi”. Cuando los cristianos decimos “Corpus Christi”, queremos decir “Cuerpo de Cristo” y es al Cuerpo de Cristo, Presente, vivo, glorioso y resucitado en la Eucaristía, al cual adoramos. Sin embargo, no es un mero “cuerpo”, puesto que es el Cuerpo humano, glorioso, por el que circula su Sangre Preciosísima, y está animado por su Alma Santísima, y tanto el Cuerpo, como la Sangre y el Alma, subsisten en el Acto de Ser de la Persona Divina del Verbo de Dios. Entonces, cuando la Iglesia saca en procesión triunfal a la Eucaristía en el día de “Corpus Christi”, no saca a un símbolo, sino al mismo Jesucristo, el Hombre-Dios en Persona, el Hijo Eterno del Padre, oculto en apariencia de pan, y lo adora públicamente.

Que nuestros ángeles nos ayuden y enseñen a adorar a Jesús en la Eucaristía, así como ellos lo adoran en el cielo



En la imagen vemos cómo los ángeles de luz rodean y adoran a Jesucristo, Rey de los ángeles. Fueron creados para amar, adorar y alabar a Dios Uno y Trino, y eso es lo que los ángeles hacen en los cielos. Pero no solo adoran a Dios en el cielo: es en la misa en donde se unen el cielo y la tierra, el tiempo y la eternidad, y es por lo tanto en la misa en donde los ángeles buenos adoran, en la tierra, en el altar eucarístico, al Cordero de Dios, así como lo adoran en el cielo. A ellos debemos pedirles que nos enseñen y ayuden a adorar al Cordero que viene en medio nuestro, en el sacramento del altar, como anticipo de la adoración eterna en el cielo.

Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado en honor a Jesús Eucaristía, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo


         Inicio: iniciamos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario en honor a Jesús Eucaristía, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

         Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (misterios a elegir).

         Meditación.

¿Quién es Jesús Eucaristía, a quien vamos a adorar? Es “el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo”. Así lo dice la Iglesia[1], en el Misal Romano, luego de producido el milagro de la Transubstanciación, es decir, luego de la conversión del pan y del vino, en el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, en el altar eucarístico, por medio de las palabras de la consagración pronunciadas por el sacerdote ministerial. A Ti, Jesús Eucaristía, Cordero de Dios, que alumbras a los ángeles y santos con tu luz, la luz eterna del Ser divino trinitario, porque eres la “Lámpara de la Jerusalén celestial” (cfr. Ap 21, 1-22), y a nosotros nos alumbras con la luz de la Gracia, de la Verdad y de la Fe, a ti te adoramos, te bendecimos, te adoramos y te exaltamos, en la más profundo de nuestro ser, en el altar de nuestros corazones, en donde estás Tú y sólo Tú, y en el altar eucarístico, que es la parte del cielo en donde asienta tu trono de majestad y gloria, y en tu honor quemamos incienso y elevamos el perfume de las oraciones y de los cánticos de alabanza. Bendito y adorado seas, en el tiempo y en la eternidad, oh Jesús Eucaristía, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Amén.

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías y Gloria.

         Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

         Después de que el sacerdote pronuncia las palabras de la consagración: “Esto es mi Cuerpo”, “Esta es mi Sangre”[2], se arrodilla para adorar, y se arrodilla para adorar el Cuerpo y la Sangre del Cordero, porque de lo contrario, estaría cometiendo un sacrilegio, estaría adorando solo un poco de pan y un poco de vino; el sacerdote se arrodilla para adorar al Cordero, en el que se han convertido las substancias inertes del pan y del vino, que hasta hace un momento, estaban sobre el altar. Esto es un misterio, el “misterio de la fe”, imperceptible a la luz de los ojos y a la luz de la razón natural, y sólo perceptible a los ojos de la fe, y es por eso que, luego de arrodillarse, y de adorar en su corazón al Cordero, el sacerdote exclama, con asombro y admiración, al Pueblo de Dios, el milagro que acaba de producirse en el altar: “Éste es el misterio de la fe”[3]. Es decir, cuando el sacerdote ministerial dice al Pueblo congregado: “Éste es el misterio de la fe”, lo que dice es: “Acaba de producirse un misterio inaudito, invisible para nuestros ojos corporales e incomprensible para nuestras mentes, pero visible para los ojos del alma, iluminados por la luz de la fe, y es la conversión de las simples materias del pan y del vino, en la Carne y la Sangre gloriosas y resucitadas, llenas de la vida, de la luz y de la gloria del Cordero de Dios; adorémoslo”. Lo que sucede luego de las palabras de la consagración, es un misterio sobrenatural, y por eso el sacerdote dice: “Misterio de la fe”, y es un misterio que no puede explicarse con la sola luz de la razón natural. A ti te adoramos, oh Jesús Eucaristía, te bendecimos, te adoramos y te exaltamos, en la más profundo de nuestro ser, en el altar de nuestros corazones, en donde estás Tú y sólo Tú, y en el altar eucarístico, que es la parte del cielo en donde asienta tu trono de majestad y gloria, y en tu honor quemamos incienso y elevamos el perfume de las oraciones y de los cánticos de alabanza. Bendito y adorado seas, en el tiempo y en la eternidad, oh Jesús Eucaristía, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías y Gloria.

         Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

       Este Milagro de los milagros, el milagro de la Transubstanciación, fue prefigurado en la Antigüedad, cuando el profeta Elías se enfrentó a los sacerdotes de Baal (1 Re 18ss), y los desafió, haciendo bajar fuego del cielo, el cual consumió la ofrenda del holocausto: “Elías encontró doce piedras, una por cada una de las doce tribus nombradas por los doce hijos de Jacob, a quien el Señor había llamado Israel. Elías hizo una zanja alrededor del altar que podía contener quince litros de agua (…) y luego acomodó la madera en el altar, cortó el toro en pedazos y los colocó sobre la madera. Entonces les dijo: —Llenen cuatro jarrones de agua y derramen toda el agua sobre los pedazos de carne. Luego Elías dijo: —Háganlo de nuevo. Después dijo: —Háganlo por tercera vez. El agua corrió hasta llenar la zanja alrededor del altar. Al llegar el momento del sacrificio de la tarde el profeta Elías se acercó al altar y oró así: «Señor, Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Ahora te pido que des una prueba de que tú eres el Dios de Israel y que yo soy tu siervo. Muéstrales que tú me ordenaste que hiciera todo esto. Señor, atiende mi oración, muestra a la gente que tú, Señor, eres Dios. Así la gente sabrá que tú los estás haciendo volver a ti». Así que el Señor hizo bajar fuego que quemó el sacrificio, la madera, las piedras e incluso la tierra alrededor del altar. El fuego también secó toda el agua de la zanja. Todo el pueblo vio esto, se postró y comenzó a decir: ‘¡El Señor es Dios! ¡El Señor es Dios!”. Lo que sucedió en este milagro del Antiguo Testamento fue que el fuego sublimó la ofrenda, convirtiéndola de material en inmaterial, asando la carne, haciéndola pasar de un estado crudo a un estado cocido y luego a un estado inmaterial, el estado de humo, que se elevaba al cielo, indicando con esto, que pertenecía a Dios y dejaba de pertenecer a los hombres; es decir, el fuego que bajaba del cielo era lo que hacía que la ofrenda se convirtiera de propiedad de los hombres en propiedad de Dios, que dejara de ser de propiedad de los hombres, para ser propiedad exclusiva de Dios; además, el fuego sublimaba, perfeccionaba la ofrenda, porque la hacía grata a Dios, además de exclusiva. Este milagro del profeta Elías es una prefiguración y un anticipo de lo que sucede en el altar eucarístico, en donde el Fuego del Espíritu Santo sublima la ofrenda material, muerta e inerte del pan y del vino, convirtiéndolas en las substancias gloriosas de la Carne y la Sangre del Cordero de Dios, Cristo resucitado, que por la acción del Fuego del Espíritu, se convierten en ofrenda gloriosa e inmaterial y así se elevan hasta el trono de la majestad de Dios, para ser propiedad de Dios. Porque se convierte en una ofrenda, por la acción del Espíritu Santo, Fuego de Amor Divino, gloriosa y sobrenatural –la Eucaristía, el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo-, lo que antes era mera materia inerte, sin vida –el pan y el vino del altar-, es que lo sucedido en la consagración, por el milagro de la transubstanciación, es llamado “misterio de la fe”, y es adorado por la Iglesia, bajo las especies eucarísticas, como el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. A ti te adoramos, Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, te bendecimos, te adoramos y te exaltamos, en la más profundo de nuestro ser, en el altar de nuestros corazones, en donde estás Tú y sólo Tú, y en el altar eucarístico, que es la parte del cielo en donde asienta tu trono de majestad y gloria, y en tu honor quemamos incienso y elevamos el perfume de las oraciones y de los cánticos de alabanza. Bendito y adorado seas, en el tiempo y en la eternidad, oh Jesús Eucaristía, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías y Gloria.

         Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

El Jesús Eucaristía, a quien vamos a adorar, es a quien Juan el Bautista señaló con el dedo y dijo: “Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Mientras otros veían en Jesús al “hijo del carpintero”, al “hijo de José y María”, Juan el Bautista, porque estaba inhabitado por el Espíritu Santo, veía en Jesús, no a un hombre más, entre tantos, sino al Hijo de Dios, a Dios Hijo encarnado, al Verbo de Dios que, sin dejar de ser Dios, se había hecho Hombre, y caminaba entre los hombres; veía a la Segunda Persona de la Trinidad, que había asumido una naturaleza humana, un alma y un cuerpo humanos, para ofrendarlos en la cruz y así salvarnos y conducirnos al Reino de los cielos. Es importante el testimonio del Bautista, porque la Iglesia utiliza las mismas palabras del Bautista, para aplicarlas a la Eucaristía. Cuando la Iglesia se refiere a Jesús en la Eucaristía, utiliza la misma descripción y el mismo nombre dado por Juan el Bautista a Jesús en el Evangelio: el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Esto quiere decir que la Iglesia ve, en la Eucaristía, lo que el Bautista veía en Jesús: así como el Bautista no veía en Jesús simplemente a un hombre más, ni a su primo, ni a un habitante más del pueblo, sino, como hemos dicho, al Hombre-Dios, a Dios Encarnado, y lo veía porque estaba inhabitado por el Espíritu Santo, así también la Santa Iglesia Católica, no ve en la Eucaristía a un simple trocito de pan bendecido, como lo hacen las otras iglesias –con el respeto debido que nos merecen las otras iglesias-; la Santa Iglesia Católica, cuya Alma es el Espíritu Santo, puesto que está iluminada por el Espíritu Santo, ve en la Eucaristía a Jesús, el Hijo de Dios Encarnado, al Hombre-Dios, al Verbo de Dios hecho Hombre, sin dejar de ser Dios; la Santa Iglesia ve en la Eucaristía al “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, porque ve la Eucaristía con los ojos de la fe, con la luz de la fe y no con los ojos de la razón. Y así es como todo fiel debe ver la Eucaristía: con los ojos de la fe de la Iglesia, y es por eso que, al contemplar la Eucaristía, todo fiel debe exclamar, lleno de gozo y admiración: “Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”, porque debe contemplar la Eucaristía así como el Bautista contemplaba a Jesús, como al Verbo de Dios hecho Hombre, y no como a un hombre más entre tantos, y así como la Iglesia contempla la Eucaristía, como a Jesús, el Verbo de Dios, muerto y resucitado, que continúa su Encarnación en la Eucaristía, y no como a un simple pan bendecido en una ceremonia religiosa y nada más. A ti te adoramos, oh Jesús Eucaristía, te bendecimos, te adoramos y te exaltamos, en la más profundo de nuestro ser, en el altar de nuestros corazones, en donde estás Tú y sólo Tú, y en el altar eucarístico, que es la parte del cielo en donde asienta tu trono de majestad y gloria, y en tu honor quemamos incienso y elevamos el perfume de las oraciones y de los cánticos de alabanza. Bendito y adorado seas, en el tiempo y en la eternidad, oh Jesús Eucaristía, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías y Gloria.

         Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario. 

       Meditación.

      La Eucaristía, Jesús Eucaristía, a quien adoramos es “el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo”. Y si es el Cordero de Dios, es el Cordero del Apocalipsis, el mismo Cordero que es “la Lámpara de la Jerusalén celestial”, a quien los ángeles adoran día y noche, y queman incienso en su honor, y esa es la razón por la cual nosotros, en la tierra, nos asociamos a los ángeles y santos en el cielo, y también quemamos incienso en honor del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, Jesús Eucaristía, para que el perfume de exquisita fragancia, unido a nuestras humildes plegarias, llevadas por manos de la Virgen, Nuestra Señora de la Eucaristía, suban, desde el altar eucarístico, en la tierra, hasta el trono de su majestad en el cielo.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Junto a la cruz de su Hijo”.




[1] Cfr. Misal Romano.
[2] Cfr. Misal Romano.
[3] Cfr. Misal Romano.

viernes, 12 de junio de 2015

Hora Santa en reparación al Sagrado Corazón


Junio 2015
         Inicio: Ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales son ofendidos los Sacratísimos Corazones de Jesús y de María.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.
Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir).
Meditación.
Sagrado Corazón de Jesús, que comenzaste a sufrir indeciblemente desde el momento mismo de la Encarnación, porque asumiste todos los pecados, los dolores, las muertes de la humanidad; te encarnaste en el seno de María Santísima, porque siendo Dios Hijo eras Espíritu Puro y para subir a la cruz, necesitabas un Cuerpo para inmolarlo y ofrecerlo en el Calvario por nuestra salvación; siendo Tú Dios omnipotente, te hiciste un pequeño cigoto, una pequeña célula, creada en el momento mismo de la Encarnación, y ya desde ese mismo instante, comenzó tu sufrimiento, el sufrimiento de tu Sagrado Corazón, por todos los niños que, una vez concebidos, habrían de ser abortados; Sagrado Corazón de Jesús, te pedimos por los niños concebidos en el vientre materno y que son abortados; te pedimos por los niños que son concebidos no como fruto del amor esponsal, sino como la fría manipulación de laboratorio; te pedimos por los niños que son concebidos artificialmente, y luego son congelados, utilizados en la industria, o desechados; te pedimos por los niños que crecen en vientres que no son los de sus madres, y que por lo tanto, no son recibidos con el amor con el cual la dignidad de la persona humana merece ser recibida.
Silencio para meditar.
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
         Sagrado Corazón de Jesús, que siendo Niño dejaste a tus padres terrenos, María Santísima y San José, para atender los asuntos de tu Padre celestial, quedándote en el templo, y allí fuiste encontrado por ellos; te pedimos por los niños y jóvenes que hoy te han extraviado y te han perdido de vista; en nuestros días, innumerables niños y jóvenes han extraviado el camino de la salvación, al haber sido engañados y seducidos por los modernos ídolos neo-paganos, que atrapan sus mentes y sus corazones, para alejarlos de Ti, Único y Verdadero Dios; hoy, miles y miles de jóvenes extravían y pierden sus jóvenes vidas, persiguiendo a ídolos neo-paganos que solo dejan en el alma el amargo sabor del pecado: la violencia, el hedonismo, el materialismo, el esoterismo, la música anti-cristiana, el fútbol, el deporte, la política de masas, convertidos en modernos dioses a los que se les inmola la vida; haz que, guiados por la Virgen, te encuentren, así como Ella te encontró al cabo de tres días en el templo, los niños y los jóvenes, acechados por innumerables peligros, te encuentren en el templo, en el sagrario, en la Eucaristía, para que puedan percibir los latidos de Amor de tu Sagrado Corazón. Sagrado Corazón de Jesús, Tú diste tu vida por ellos en la cruz y ofreces tu Sagrado Corazón Eucarístico en cada Santa Misa; no permitas que sus vidas sean arrebatadas para siempre por los ídolos del neo-paganismo, y concédeles el don de la contrición y conversión del corazón.
Silencio para meditar.
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
         Sagrado Corazón de Jesús, que al aparecerte a Santa Margarita, te quejaste por las “ingratitudes, sacrilegios e irreverencias” con los que eres tratado, especialmente en el Santísimo Sacramento del altar; Tú ofrendaste tu vida y diste tu Corazón y todo su contenido, hasta la última gota de Sangre, al permitir que éste sea traspasado, para demostrarnos así que tu Amor es “más fuerte que la muerte”, y que aun estando muerto en la cruz, tu Amor por nosotros está Vivo y da vida y vida eterna, porque con la Sangre derramada, efundiste el Espíritu Santo, para que a todos aquellos a quienes cayera esta Sangre, les concediera la Vida Eterna y el Amor Divino de tu Sagrado Corazón; Jesús, Tú permitiste que tu Corazón fuera traspasado en la cruz, habiendo Tú expirado ya en la cruz, para demostrarnos que eres el Hombre-Dios, que si habías muerto como Hombre, en cambio Dios, continúas Vivo, porque con la Sangre de tu Corazón traspasado nos infundiste tu Espíritu, que nos comunica tu Vida Eterna, y este don de tu Amor inagotable, oh Jesús, lo continúas en la comunión eucarística, porque en cada comunión nos donas tu Sagrado Corazón Eucarístico, que nos infunde el Espíritu Santo, el Amor de Dios. Sin embargo, los hombres, y muchas veces los consagrados, te posponen y te abandonan, oh Sagrado Corazón de Jesús, por placeres terrenos que, comparados con la dulzura de tu Amor, no son más que barro y cenizas. Te pedimos, oh Sagrado Corazón de Jesús, por todos los hombres de todos los tiempos, para que les concedas la gracia más preciada que alma alguna pueda recibir en esta vida terrena, y es la gracia de la contrición perfecta del corazón, para que te conozcan y te amen en la Eucaristía, y así, recibiendo en esta vida tu Sagrado Corazón Eucarístico, te adoren luego por la eternidad.
Silencio para meditar.
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
         Sagrado Corazón de Jesús, en la Segunda Aparición, te presentaste con tu divino Corazón en un trono de llamas, rodeado de una corona de espinas, que significaban las punzadas producidas por nuestros pecados, y con una cruz en la parte superior, que significaba que tu Sagrado Corazón quedaba, desde el primer instante de la Encarnación, colmado y saturado por los oprobios, los ultrajes, los sacrilegios y las amarguras que habrían de producirle las humillaciones, la pobreza, el dolor, y el menosprecio que tu Sagrada Humanidad iba a sufrir durante todo el curso de tu vida y en tu Santa Pasión. Jesús, te pedimos perdón y reparamos, porque todo lo que sufriste en tu Sagrada Humanidad, todos los ultrajes, los sacrilegios, los insultos, los golpes, el dolor inenarrable, la muerte dolorosísima en cruz, todo eso, fue producto de nuestros pecados, porque los pecados que a los hombres les producen placer de concupiscencia y que ofenden a Dios en su majestad y santidad, por su malicia y merecen el castigo por ofender a la Justicia Divina e irritar a la Ira Divina, todos esos pecados, en vez de ser sufrir nosotros el justo castigo por ellos, para que nosotros no sufriéramos el justo castigo por ellos merecidos, Tú, Víctima Inocente e Inmaculada, te interpusiste entre la Justicia Divina y nosotros, recibiendo toda la furia de la Ira Divina, recibiendo en tu Humanidad Santísima e Inocente el justo castigo que la malicia de nuestros actos merecían, y no contento con eso, nos diste, con tu Sangre derramado, el Espíritu Santo, el Amor de Dios. Y sin embargo, nosotros, los hombres, solo habríamos de devolverte, frente a tanto amor demostrado por Ti, más amargura, humillaciones, vejaciones, ultrajes, indiferencias, olvidos, sacrilegios, profanaciones, despreciando tu Presencia en el Santísimo Sacramento del Altar y posponiéndote por los modernos ídolos neo-paganos de nuestros siglo XXI, el fútbol, la política de masas, la música anti-cristiana, el materialismo, el hedonismo, la adoración del hombre por el hombre mismo, la satisfacción de las pasiones más bajas del hombre, elevadas al rango de derechos humanos.
Silencio para meditar.
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
         Sagrado Corazón de Jesús, Tú le hiciste saber a Santa Margarita el ardiente deseo que tenías de ser amado por los hombres, para apartarlos del camino de la perdición, en el que los precipita Satanás en gran número, y que para que los hombres pudieran salvarse y ser colmados con todos los tesoros de amor, de misericordia, de gracias, de santificación, y de salvación que contiene tu Sagrado Corazón, debían procurarle todo el amor, el honor y la gloria que puedan, bajo la figura de tu Corazón de carne, y los que así lo hicieren, quedarían enriquecidos y colmados con los divinos tesoros del Corazón de Dios. De esa manera, los hombres no solo quedarían apartados del dominio de Satanás, que quiere condenar sus almas para siempre, sino que serían envueltos en las mismas llamas del Amor misericordioso en el que está envuelto tu Sagrado Corazón. Sin embargo, los hombres de hoy repiten el mismo pecado de acidia, de indiferencia, de indolencia y de desamor de tus discípulos en el Huerto de Getsemaní, quienes frente al activismo motivado por el odio de tus enemigos, que frenéticamente se movían para apresarte y darte muerte, se entregaban a la pereza y al sueño, abandonándote y dejándote solo frente al ataque del demonio y de los hombres por él motivados, lo cual te obligó a reprocharlos dulcemente: “¿No habéis podido velar una hora conmigo?”. Hoy también, como en el Huerto de Getsemaní, los cristianos duermen, llevados por la acedia, la indiferencia y el desamor, frente al avance del enemigo de las almas, te abandonan y te dejan solo en el sagrario y en la Eucaristía. Oh Sagrado Corazón de Jesús, por el Fuego de Amor que incendia y abrasa tu Corazón Divino, que es el Corazón mismo de Dios; por el Amor que abrasa el Inmaculado Corazón de María, tu amantísima Madre, te suplicamos que aceptes nuestra reparación, ofrecida por manos de María, y que concedas a los hombres de nuestro siglo XXI, siglo dominado por las más densas tinieblas espirituales que jamás haya conocido la humanidad, la gracia de conocerte y amarte en tu Presencia Sacramental, para que atraídos por los latidos de Amor de tu Sagrado Corazón Eucarístico, se rindan por fin ante tu Amor y, amándote y adorándote en el tiempo, continúen amándote y adorándote por toda la eternidad, en el Reino de los cielos.
         Silencio para meditar.
         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
         Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
        


miércoles, 10 de junio de 2015

Unámonos a la adoración que los ángeles tributan al Sagrado Corazón de Jesús


El Sagrado Corazón se nos representa, en la imagen, rodeado de espinas, envuelto en llamas, con la cruz en su base y con la herida abierta. Las espinas representan nuestros pecados consentidos, que hieren y lastiman al Sagrado Corazón a cada latido; las llamas, representan al Espíritu Santo, el Amor de Dios que inhabita en Él, y que se comunica por la Sangre que se derrama por la herida abierta por la lanza. Unámonos a la adoración que le tributan los ángeles, rodeando al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, Presente en el sagrario, con nuestro amor, nuestra adoración, nuestra acción de gracias y nuestras alabanzas, y hagamos el firme propósito de evitar las ocasiones de caer, para no herirlo más con nuestros pecados.

Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote, nos dona todo el Amor de su Sagrado Corazón en la Eucaristía


En la imagen vemos a Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote, a punto de distribuir la Sagrada Comunión bajo las especies eucarísticas del pan y del vino. Aunque a la vista, al tacto, al gusto, parezcan pan y vino, las especies eucarísticas, por el milagro de la Transubstanciación, ya no son más pan y vino, sino el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. Esto significa que en cada Eucaristía Jesucristo se nos dona sin reservas, con la plenitud infinita del Amor de su Sagrado Corazón Eucarístico, un Amor que es como un océano sin playas y cuya profundidad es imposible de alcanzar. En cada comunión, recibimos el infinito Amor del Sagrado Corazón de Jesús, contenido en la Eucaristía. ¿Y no somos capaces de dar a nuestros prójimos, ni siquiera una pequeñísima medida de tanto Amor recibido?

jueves, 4 de junio de 2015

Hora Santa en honor al Sagrado Corazón de Jesús




         Inicio: iniciamos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en honor al Sagrado Corazón de Jesús.

         Canto inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (Misterios a elección)

         Meditación

         En la Primera Aparición, Jesús se le presentó a Santa Margarita todo golpeado y desfigurado, como tal cual como estaba en Su flagelación y le dijo: “¿Y bien querrás gozar de este placer?- Yo no gocé jamás de ninguno, y me entregué a todo género de amarguras por tu amor y por ganar tu corazón- Querrás ahora disputármelo?”. Y Santa Margarita comprendió en ese momento que era su vanidad la que había reducido al Señor a tal estado. Oh Jesús, danos la gracia de poder comprender que si nuestros pecados, producen en nosotros placer de concupiscencia, en Ti se traducen, en cambio, en atroces dolores, los dolores de la Pasión, porque los castigos que nosotros merecemos por tales pecados, los recibes Tú. Danos la gracia, oh Sagrado Corazón de Jesús, de comprender cómo nuestros pecados de concupiscencia, que provocan placer pecaminoso, en Ti se traducen en dolores atroces, y concédenos también la gracia de poder amarte de tal manera, que si no nos mueve ni el amor del cielo, ni el temor del infierno para no pecar, nos mueva al menos el deseo de no provocarte más dolor con nuestros pecados.

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

         Sagrado Corazón de Jesús, Tú te apareciste a Santa Margarita, y le mostraste tu amabilísimo Corazón, diciéndole: “He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, y solo ha recibido ingratitudes y desprecios”. Esto es así, porque la inmensa mayoría de los cristianos, a quienes Tú donaste la filiación divina y por quienes diste tu vida en la cruz, y por quienes desciendes del cielo cada vez en la Santa Misa, para renovar de modo incruento y sacramental tu Santo Sacrificio de la cruz en el altar eucarístico, en vez de acudir el Día Domingo, Día del Señor, a recibir el Pan bajado del cielo, el Verdadero y Único Maná del cielo, que concede la Vida eterna, tu Sagrado Corazón Eucarístico, que los alimenta con el Amor Eterno de Dios Trino, te dejan solo y abandonado en el altar y en el sagrario, porque te posponen por los modernos y falsos dioses neo-paganos de nuestros días: el deporte, el fútbol, la política, la diversión, el cine, la música, que no es otra cosa que la satisfacción hedonista, egoísta, de las propias pasiones y la exaltación y la adoración del hombre por el hombre mismo. Oh Sagrado Corazón de Jesús, que recibes tantas injurias, ingratitudes y desprecios en la Eucaristía, recibe la adoración que nosotros, pobres y miserables pecadores, te tributamos, por manos de la Virgen y por intermedio de su Inmaculado Corazón, en reparación por nuestros pecados y los del mundo entero.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

         Sagrado Corazón de Jesús, que te apareciste a Santa Margarita con una corona de espinas que te estrechaba fuertemente a cada latido, indicando de esa manera cuánto dolor te producen, continuamente, a cada latido, nuestros malos deseos, nuestros malos pensamientos, nuestras malas obras, porque las espinas que rodean tu Sagrado Corazón y lo oprimen y lo desgarran a cada latido, son nuestros pecados; las espinas que lastiman y laceran tu Sagrado Corazón están formadas por la malicia de nuestro corazón, que se materializa en forma de filosas, duras y gruesas espinas, que a cada latido de amor de tu Sagrado Corazón, que es el Corazón de Dios, le responde con la malicia del pecado, del odio, del desamor, de la indolencia, de la falta de caridad, de la indiferencia, de la injusticia, del agravio, y de toda clase de mal, que surge del corazón humano como de una negra fuente que no tiene fin. ¡Oh Buen Jesús, por la corona de espinas que rodea y lastima tu Sagrado Corazón a cada latido, y que representa nuestros pecados, concédenos la gracia de la contrición de corazón, para que profundamente arrepentidos de haberte ofendido en tu majestad y santidad infinita, seamos siempre capaces de elegir la muerte la muerte antes que ofenderte con el pecado mortal o con el pecado venial deliberado! Te lo pedimos por los dolores del Inmaculado Corazón de María. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

         Sagrado Corazón de Jesús, que te apareciste a Santa Margarita María, envuelto en las llamas de Fuego del Espíritu Santo, indicando que quieres comunicar de este Fuego de Amor Divino a todo aquel que te reciba con un corazón contrito, con fe y con amor; lamentablemente, nuestros corazones son, la gran mayoría de las veces, como la roca, fríos, duros, insensibles a la acción del fuego y por lo tanto, cuando te nos donas en la Comunión Eucarística, el Ardor de tu Amor que nos comunicas, no produce cambios en nosotros. Oh Sagrado Corazón de Jesús, haz que tu Madre, Nuestra Señora de la Eucaristía, convierta nuestros corazones, duros y fríos como la piedra, en hierba seca, que arda al instante, al contacto con las llamas que envuelven a tu Sagrado Corazón Eucarístico, de manera tal que al comulgar, todo nuestro ser sea invadido por el Fuego del Divino Amor y así se vea cumplido tu deseo: “¡He venido a traer Fuego a la tierra, y cómo deseo verlo ya ardiendo!”.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

         Sagrado Corazón de Jesús, que te apareciste a Santa Margarita con una cruz en tu base, indicando así que quien quiera acceder al Amor de Dios que inhabita en Ti, debe hacerlo por medio de la cruz, y que no hay otra forma de acceder al Amor de Dios, que no sea por medio de la cruz, porque el Sagrado Corazón es el Fruto exquisito del Árbol de la Cruz; te suplicamos, oh Sagrado Corazón de Jesús, ya que somos demasiado pequeños, haz que tu Amorosa Madre, que es también nuestra Madre, puesto que está al pie de la cruz, que sea Ella quien nos tome entre sus brazos, y así como hace una madre con sus hijos pequeños, que Ella nos lleve hacia Ti y coloque nuestros labios en el costado abierto de tu pecho, para que podamos beber del contenido de tu Sagrado Corazón traspasado, la pulpa del Fruto exquisito del Árbol de la Cruz, la Sangre y el Agua de tu Sagrado Corazón. Amén.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.