martes, 20 de septiembre de 2016

Hora Santa en reparación a los Sagrados Corazones de Jesús y María profanados en un colegio de EE.UU.



Hora Santa en reparación a los Sagrados Corazones de Jesús[1] y María[2] profanados en un colegio de EE.UU.

Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado, en reparación por la profanación cometida contra una imagen de la Virgen y contra Jesús en un colegio católico de EE.UU. La respectiva noticia acerca del lamentable sacrilegio se encuentra en la siguiente dirección:   https://www.aciprensa.com/noticias/indignacion-en-colegio-catolico-tras-profanacion-de-la-virgen-maria-y-burla-a-jesus-20490/
A modo de reparación por este sacrilegio, ofreceremos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado honrando en las meditaciones a los Sagrados Corazones de Jesús y María, al tiempo que, como lo hacemos siempre, pediremos por la conversión de quienes cometieron esta horrenda profanación, además de pedir por nuestra conversión y también la de nuestros seres queridos y la de todo el mundo.

Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.

Oración de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.  

         ¡Oh María, Santa Madre de Dios, tú eres la Causa de nuestra alegría, pues de tus entrañas purísimas y virginales, nació Aquel que es la Alegría infinita, el Verbo de Dios Encarnado, Cristo Jesús! Dios te salve, Santa María, Hija predilecta del Padre, Templo del Espíritu Santo, Sagrario y Custodia Viviente del Verbo de Dios Encarnado, Dios te salve; nosotros, pobres pecadores, te cantamos y te alabamos y por ti nos alegramos, porque Dios Trino te creó sin mancha de pecado original y te concedió el privilegio de ser Virgen y Madre de Dios, e hizo de tus entrañas virginales un trono purísimo donde habría de alojarse por nueve meses, en forma de embrión humano, Aquel al cual los cielos no pueden contener, Aquel ante cuya Presencia los ángeles se postran en adoración y prorrumpen en cantos de júbilo, alabanza y bendición, Nuestro Señor Jesucristo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Y gracias a tu “Sí” a la voluntad santísima del Padre, que para cumplir su plan de salvación era su querer que el Verbo tomara carne en tus entrañas purísimas, vino a nosotros, que yacíamos “en tinieblas y en sombras de muerte” la Luz Eterna que proviene de la Luz Eterna, Cristo Jesús, que viene a nuestras almas como Pan de Vida eterna, para alimentarnos con la substancia y la vida misma de la Trinidad, como anticipo de la feliz bienaventuranza que, por su gracia y misericordia, habremos de gozar un día en el Reino de los cielos.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Dios te salve, oh Virgen Purísima, eres la Causa de nuestra alegría, pues de ti se alimentó Aquel que creó el universo, el Dios Tres veces Santo, Cristo Jesús; Dios te salve, Virgen Inmaculada, pues de ti recibió un vestido de carne y sangre el Dios Invisible, Quien así se hizo visible, manifestando su gloria a través de su Cuerpo en la Epifanía, en el Tabor y en la Resurrección a nosotros, pobres pecadores; Dios te salve, Reina Inmaculada, pues la Palabra de Dios, recibiendo de ti carne y sangre, obtuvo un Cuerpo Purísimo, Cuerpo que sería luego inmolado en el altar de la Santa Cruz para, luego de haber pasado por la Pasión y Resurrección, ser donado, glorioso y resucitado, lleno de la luz, la gloria y la vida de la Trinidad, como Pan de Vida eterna, como Verdadero Maná bajado del cielo, en la Eucaristía, el Pan de los Ángeles.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación

Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, que ardes en las llamas del Divino Amor y deseas comunicarlas a los hombres en cada comunión eucarística, para encenderlos en el Fuego del Espíritu Santo; Tú has venido a traer este Fuego, el Fuego del Amor de Dios a los corazones de los hombres, ¡y cuánto quieres ya verlo encendido! (cfr. Lc 12, 49). Y sin embargo, la inmensa mayoría no desea recibirte en la Eucaristía y muchos de entre quienes sí lo hacen, sólo tienen para Ti una recepción tan fría e indiferente, que frustra por completo tus planes de entregarte todo entero para cada uno, sin reservarte nada. Se repite así en nuestros días, a los pies de cada sagrario y en cada Santa Misa, la respuesta fría, indiferente y falta de amor de tus discípulos en el Huerto de Getsemaní cuando, llevados por la acedia y el desinterés por las almas y por tu Amor, en vez de obedecer a tu pedido de que oraran junto a Ti, se dejaron vencer por la somnolencia, abandonándote en las horas más tristes y amargas de tu Pasión (cfr. Mt 26, 40). Al igual que entonces en el Huerto, cuando tus enemigos se mostraban frenéticos, vigiles y febrilmente dedicados a perseguirte y darte caza para juzgarte ante un inicuo tribunal y condenarte a muerte a Ti, oh Cordero Inocente de Dios, también hoy, tus discípulos, que somos nosotros, nos mostramos, la mayor parte de las veces, aletargados y dormidos, porque en vez de acudir a postrarnos ante el sagrario y tu Presencia Eucarística, pidiéndote que nos hagas partícipes de los dolores y las amarguras de tu Pasión, en un misterio de iniquidad que no encuentra similar, con nuestra acedia nos unimos a tus enemigos, o al menos los dejamos actuar, permitiendo que Tú y tu Santísima Madre sean ofendidos y ultrajados continuamente por los hombres pecadores e ingratos. ¡Oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, por la Sangre que derramaste de tu Costado traspasado, sacude nuestra somnolencia, despiértanos del letargo de la acedia, enciéndenos en el Fuego del Amor de tu Sagrado Corazón, para que tengas el contento de “verlos ya ardiendo” en las Llamas del Divino Amor!

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación

Sagrado Corazón de Jesús, que al aparecerte a Santa Margarita María de Alacquoque, le pediste su corazón y ella te lo entregó y Tú, luego de introducirlo en tu adorabilísimo Corazón, se lo devolviste convertido en una llama de tu Amor, mira que nuestros corazones son pobres, pequeños, miserables, duros como la piedra, fríos como la roca, y llenos de un amor humano contaminado con el pecado, que ama lo bajo y lo terreno, lo que satisface la concupiscencia. Apiádate, oh Buen Jesús, de nuestra miseria e indigencia, y obra con nosotros el milagro de convertir estos nuestros pobres y míseros corazones, en imágenes vivientes de tu Sagrado Corazón, que ardan con el Fuego del Divino Amor. Tú obras con nosotros, oh Jesús, Cordero de Dios, con un amor más grande con el que amaste a Santa Margarita, porque no nos pides nuestro corazón como a ella sino que en cada Comunión Eucarística nos das tu propio Sagrado Corazón, envuelto en las llamas del Divino Amor, para fundirlo con el nuestro y para que sea tu propio Corazón, nuestro único corazón, para que nuestro corazón desaparezca en el tuyo, fundido y derretido en las Llamas del Amor de Dios. Tú quieres, oh Jesús, que con nuestros corazones y la Eucaristía suceda lo mismo que entre el hierro y el fuego: así como el hierro se funde y se vuelve uno con el fuego -porque de opaco, gris y frío, se torna incandescente, brillante y luminoso-, así también quieres que, transmitiéndonos el Fuego del Divino Amor por la Comunión, nuestros corazones sean uno solo con tu Sagrado Corazón Eucarístico.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación

Sagrado Corazón de Jesús, en Ti arde el Amor que proviene de Ti y del Padre, el Espíritu Santo; sin este Divino Amor, nuestros corazones son oscuros, fríos y sin vida, como un trozo de carbón; por eso te rogamos que nos concedas una pequeñísima llama de tu Amor, para que se vuelvan como una brasa incandescente, que resplandezca con la luz y el calor del Fuego del Amor de Dios, el Espíritu Santo. Llénanos de este tu Divino Amor, el Espíritu Santo que proviene de Ti y el Padre, para que seamos capaces de irradiar el calor de tu Amor en este mundo que yace en “tinieblas y en sombra de muerte”, para que seamos capaces de iluminar este mundo en el que vivimos, en donde la ausencia de Dios en las almas y corazones lo ha convertido en un erial, en un desierto sin vida, en una estepa colmada de lobos, en donde no hay ni hermandad ni caridad entre los hombres, sino solo violencia del hermano contra el hermano. Sólo con el Amor Santo de tu Divino Corazón Eucarístico, puede un alma iluminar la oscuridad de este mundo en tinieblas; sólo con las Llamas del Fuego de Amor de tu Sagrado Corazón que late en la Eucaristía, puede un alma dar a sus hermanos el calor del Amor de Dios; sólo con un Amor Purísimo, como el Amor de tu Corazón traspasado, que se dona todo entero cada vez en la Eucaristía, puede el alma ser un rayo de luz en medio de tanta oscuridad. Apiádate de nosotros, los hombres, oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, y envía desde la Eucaristía un rayo de tu Amor, una chispa de tu Amor, así las almas se iluminen y se incendien en el Fuego del Amor de Dios, el Espíritu Santo. Oh Jesús Eucaristía, Tú eres la Luz del mundo, la Luz eterna que proviene de la Luz eterna, y sin Ti, el mundo y los corazones no somos más que tinieblas de pecado y muerte; ven, oh Corazón Eucarístico de Jesús, ven, desde el cielo del sagrario, e ilumina las mentes y los corazones de los hombres extraviados en las siniestras sombras caídas, que día a día cubren con su perversa oscuridad, cada vez más, los corazones de los hombres sin Dios.

Meditación final.

Oh Jesús Eucaristía, Tú eres la Luz de Dios, Tú eres Dios, y por eso eres la Luz eterna e increada en sí misma; sin Ti, oh Dios de la Eucaristía, los hombres vivimos sumergidos en las más horrendas oscuridades del pecado, del error, de la ignorancia, de la impiedad y de la malicia, y somos dominados y esclavizados por las tinieblas vivientes, los ángeles caídos. Oh Jesús Eucaristía, ven, e ilumínanos con la luz de tu Ser divino Trinitario, y conviértenos en antorchas vivientes que iluminen e irradien tu luz; a Ti, que eres la Luz de Dios. Ven, Jesús Eucaristía, ilumina nuestras tinieblas con tu Luz, una luz que al que ilumina lo vivifica con la vida de la Trinidad y lo incendia en el Amor del Espíritu de Dios, que es Amor. Ven, ilumínanos, sácanos de las tinieblas espirituales en las que vivimos, para que seamos como tantas otras antorchas que guíen a los hombres hacia la Luz Inaccesible que eres Tú, Jesús, el Dios del sagrario. Ven, Jesús Eucaristía, ilumínanos, que sin Ti, estamos perdidos en la inmensidad de la oscuridad; sólo Tú puedes vencer a las tinieblas que nos rodean y convertirnos en imágenes vivientes de tu Sagrado Corazón Eucarístico.

Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.









[2] Las meditaciones en honor al Inmaculado Corazón de María están inspiradas en el Himno Akathistos.

viernes, 9 de septiembre de 2016

Hora Santa en honor a Jesús Eucaristía


Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado, en reparación por la profanación cometida contra la Eucaristía en la ciudad de Mar del Plata, según consta en el siguiente portal informativo: https://www.aciprensa.com/noticias/profanan-la-eucaristia-y-asaltan-a-misioneras-de-la-caridad-en-argentina-14409/  A modo de reparación por este sacrilegio, ofreceremos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado, tomando como tema las figuras de la Eucaristía: el cordero pascual, el maná del desierto, Melquisedec, el Arca de la Alianza, y el profeta Elías. pediremos por la conversión de quienes perpetraron este sacrilegio, además de nuestra conversión, la de nuestros seres queridos, y la de todo el mundo.

Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.

Oración de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.  

El cordero de la Pascua hebrea, sacrificado primero y asado luego al fuego, es imagen de Jesucristo, Cordero Pascual que fue muerto y sacrificado en el altar de la cruz, para ser luego abrasado en el Fuego del Divino Amor, el Espíritu Santo, en la Resurrección. La cena pascual hebrea consistía en cordero asado, pan ázimo -es decir, sin levadura-, y vino que se servía en el cáliz de bendición, todo acompañado por hierbas amargas. Sin embargo, la pascua judía era solo una figura de la verdadera Pascua, que es la que celebramos nosotros en la Santa Misa: allí nos alimentamos con la Carne del Cordero de Dios, el Pan Vivo bajado del cielo y el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, todo lo cual es acompañado por las hierbas amargas de la tribulación de la Santa Cruz de Jesús. Por la Eucaristía, los cristianos no solo recordamos a nuestro Redentor, sino que nos unimos a Él por la gracia, la fe y el amor, y nos hacemos participamos de su Pasión comiendo su carne en la Sagrada Comunión, y al recordar que Cristo subió a la cruz para sacrificarse y entregar su vida por nosotros como manso cordero, nos unimos a Él en la Santa Misa como víctimas de la Divina Justicia y de la Divina Misericordia, para la salvación de las almas. Los hebreos celebraban con gran unción y piedad la Cena Pascual, cena por la cual agradecían a Yahvéh por las maravillas que había obrado a su favor, los grandiosos milagros por las cuales los había sacado de Egipto; nosotros, los cristianos, no celebramos la figura de la Pascua, sino la Pascua real y verdadera, Cristo Jesús, el Cordero de Dios que obra la maravilla de llevarnos, por su Cruz y su Sangre, desde la miseria de nuestra nada en la tierra, al seno eterno del Padre en el Reino de los cielos.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Luego de salir de Egipto, los israelitas caminaron por cuarenta años por el desierto, peregrinando hacia la Tierra Prometida, la Jerusalén terrena, y en este largo peregrinar, los hebreos recibieron un alimento milagroso caído del cielo, llamado “Maná”, gracias al cual pudieron atravesar el desierto y llegar a Jerusalén. Sin embargo, ese Maná, aún siendo milagroso, porque venía del cielo, era sólo una figura y un anticipo del verdadero Maná bajado del cielo, la Eucaristía. El Maná que recibieron los israelitas era milagroso por su origen, pero era solo un alimento terreno, que alimentaba los cuerpos, pero no las almas, y al ser alimento terreno, era perecedero y, sobre todo, no alimentaba el alma ni concedía la vida eterna. Los cristianos no caminamos por un desierto de arena en dirección a la Jerusalén terrena, sino que caminamos por el desierto de la vida hacia la Jerusalén celestial y así como los israelitas necesitaron de un Maná celestial para fortalecer sus cuerpos y no perecer en el desierto, así también los cristianos necesitamos un alimento celestial, que es el Verdadero Maná bajado del cielo, el Pan de Vida eterna, la Eucaristía, que nos alimenta el alma con la substancia misma de Dios, con su Vida eterna y con su Amor infinito, dándonos así la fuerza espiritual más que suficiente para llegar a nuestro destino final, la Patria del cielo, la Jerusalén celestial, cuya Lámpara es el Cordero.

 Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         En el Antiguo Testamento el rey y sacerdote Melquisedec ofrece pan y vino al Único y Verdadero Dios, Yahvéh, en acción de gracias por una gran victoria obtenida por Abraham. En Melquisedec, sacerdote del Dios Altísimo, está representado Jesucristo, “Rey de reyes y Señor de señores” y Sumo y Eterno Sacerdote de la Nueva Alianza, y la ofrenda de Melquisedec, hecha de pan y vino simboliza y representa a su vez a la ofrenda de la Iglesia, que sin embargo no ofrece a Dios Trino las substancias materiales e inertes inertes del pan y vino terrenos, sino la substancia humana glorificada del Hombre-Dios Jesucristo, unido a la substancia divina y a la Persona divina del Cordero de Dios, contenidas en acto en el Pan de Vida eterna y en el Vino de la Alianza Nueva y definitiva, la Eucaristía; por su parte, la Iglesia, al igual que Melquisedec, ofrece por manos del sacerdote ministerial, representante del Sumo Sacerdote Jesucristo y que actúa in Persona Christi, la ofrenda eucarística, no por una victoria terrena sobre enemigos terrenos, como la de Abraham, sino por la victoria obtenida por el Cordero de Dios, inmolado en la cruz, sobre los tres grandes enemigos del hombre, el Demonio, el mundo y la carne.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         En el Arca de la Alianza se guardaba una porción del maná, el pan milagroso caído del cielo, con el cual Dios había alimentado a su Pueblo y gracias al cual el Pueblo Elegido no solo no había perecido en el desierto, sino que había sido hecho capaz de alcanzar la Tierra Prometida, la Jerusalén terrena. Así, el Arca de la Alianza del Antiguo Testamento se convierte en figura de los sagrarios de la Iglesia Católica, en donde se guarda el Verdadero Maná, el Pan Vivo bajado del cielo, la Eucaristía, el Pan celestial con el que Dios Padre alimenta al Nuevo Pueblo Elegido en su peregrinar, por el desierto de la vida y la historia humana, hacia la Jerusalén celestial, cuya “Lámpara es el Cordero” (cfr. Ap ). A diferencia del Arca de la Alianza, que contenía un maná milagroso, pero no dejaba de ser una substancia inerte, en los sagrarios de la Iglesia Católica se contiene al Dios de la Eucaristía, Jesucristo, el Hombre-Dios, la Persona Segunda de la Trinidad encarnada en el seno virgen de María Santísima, el Dios Viviente y la Vida Increada en sí misma, Creador de toda vida creatural y participada, y por esta razón es que los católicos debemos acudir a los tabernáculos de la tierra, para postrarnos en acción de gracias y adoración al Dios de los sagrarios, Cristo Jesús, Pan Vivo bajado del cielo, que nos alimenta con el contenido de su Sagrado Corazón Eucarístico, el Amor de Dios, el Espíritu Santo. El Maná del Arca de la Alianza no era el Dios Viviente, sino el recuerdo de su amor, porque por amor a su Pueblo les había enviado el Maná; el Maná del Sagrario católico ES el Dios Viviente, el mismo Yahvéh del Antiguo Testamento, revelado como Trinidad de Personas por Jesús de Nazareth y encarnado en la Persona del Hijo, y así es la Eucaristía la Segunda de estas Tres Divinas Personas, Presente en el Tabernáculo, en la Eucaristía, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, encarcelado en el sagrario, para darnos el Amor de su Sagrado Corazón Eucarístico.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         El profeta Elías, en su peregrinación al Monte Horeb, experimentó un agotamiento tal de sus fuerzas, que le resultaba imposible cumplir con la misión que Dios le había encomendado. Para auxiliarlo en la misión y para que pudiera llevarla a cabo, Dios envió a un ángel del cielo, quien le dio pan y así pudo el profeta, fortalecido por este pan, continuar su peregrinación por cuarenta días más y llegar al Monte santo. A nosotros, Dios no nos envía un ángel para que nos dé un pan terreno, sino que Dios Padre envía a Dios Hijo, por el Amor de Dios Espíritu Santo, para que se encarne en María Santísima y, naciendo en Belén, Casa de Pan, como Pan Vivo bajado del cielo, se nos dé a nuestras almas todo Él, no un pan sin vida, como el que recibió Elías, sino Él, que es el Dios Viviente y Autor de toda vida, oculto en algo que parece pan sin levadura, pero ya no es más pan terreno, sino que es el Pan del cielo, la Eucaristía, que nos nutre con la substancia misma de la divinidad para que, así fortalecidos con este manjar celestial, lleguemos al Nuevo Monte Horeb, el Reino de los cielos.

         Meditación final.

         El cordero pascual hebreo no podía perdonar los pecados, como sí lo puede hacer Jesús Eucaristía, el Cordero de Dios, que viene a su Iglesia desde el cielo en cada Santa Misa, invisible, para renovar su sacrificio en cruz, para entregar su Cuerpo en la Eucaristía y derramar su Sangre en el cáliz, por nuestra salvación. Son las palabras de la consagración, pronunciadas por el Sumo y Eterno Sacerdote, Jesucristo, a través de la voz del sacerdote ministerial humano, las que producen el milagro de la Transubstanciación, por el cual el pan y el vino, sin vida, se convierten en el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. Jesús baja del cielo, por el poder del Espíritu Santo, en cada Santa Misa, para quedarse en la Eucaristía y para donar, a quien lo reciba con fe y con amor, el Amor infinito y eterno de su Sagrado Corazón Eucarístico. Jesús Eucaristía es Dios Hijo en Persona, y es a Él a quien adoramos en la Adoración Eucarística y en la Sagrada Comunión, cuando nos acercamos a comulgar. Y a quien lo recibe con fe y con amor en la Eucaristía, Jesús le concede la Vida eterna: “Si alguno come de este pan vivirá para siempre y el pan que yo daré es mi carne… El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y Yo lo resucitaré el último día” (Jn 6, 51-57).

         Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.