viernes, 6 de enero de 2017

Hora Santa en honor al Sagrado Corazón de Jesús


         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en honor al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús[1].

Oración inicial: "Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman" (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén".

Canto inicial: "Cristianos, venid, cristianos, llegad, a adorar a Cristo, que está en el altar”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

Jesús, en el Evangelio, nos dice: “He aquí que estoy a la puerta y llamo; si alguno me abre, entraré en él y cenaré con él y él conmigo” (Ap ). Este fragmento se cumple cabalmente por la Santa Misa, porque desde la Eucaristía, Jesús golpea a las puertas de nuestros corazones y quiere entrar en ellos, para darnos su Cuerpo, su Sangre, su Alma, su Divinidad y todo el Amor de su Sagrado Corazón Eucarístico, para que nosotros a su vez le demos las migajas de nuestro amor. Se trata de un misterio insondable: ¡el Dios del Amor, que se dona a sí mismo como Pan de Vida eterna pide, como si fuera un mendigo, las míseras migajas de nuestro amor humano! Tal como lo hiciera la Sagrada Familia antes del Nacimiento, que mendigando el amor de los hombres golpeaba a las puertas de las ricas posadas de Belén, sin obtener respuesta, así Nuestro Señor Jesucristo, desde el sagrario, llama a las puertas de nuestros corazones, para mendigar nuestro amor, para que nos dignemos a abrirle nuestros corazones y lo hagamos entrar, ¡y cuán escasa respuesta encuentra! ¡Cuánta ceguera la nuestra, porque corremos y nos afanamos por los amores mundanos, pero dejamos al Amor de los amores, Cristo Eucaristía, en las puertas de nuestros corazones, sin abrirlas para dejarlo entrar, privándonos así del Don del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, el Amor de Dios, el Espíritu Santo!

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Jesús Eucaristía es la “luz del mundo”, es el Dios que es la Luz Increada, que ilumina a quien se le acerca con fe y con amor y, al mismo tiempo que lo ilumina, le comunica su vida, la Vida divina que como Dios Hijo posee desde la eternidad. Quien se acerca a Jesús Eucaristía, recibe de Él una vida nueva, la vida de la gracia, la vida de los hijos de Dios, la vida de los hijos de la luz, porque Él es la Luz Eterna que proviene de la Luz Eterna, que es el Padre. Jesús Eucaristía quiere que nos acerquemos a Él por la adoración, por la fe y el amor, para que así pueda Él iluminarnos con su luz, disipar las tinieblas de nuestros corazones, encenderlos en el fuego de su Amor y hacerlos vibrar con los dulces latidos de su Corazón, el Corazón de un Dios que “se ha enamorado de nosotros”, como dice Moisés en el desierto: “Dios se ha prendado de vosotros”, y ese Dios “prendado”, enamorado de nosotros, es Jesús Eucaristía, que sólo desea darnos su Amor y nada más que su Amor, la  totalidad de este Amor, infinito y eterno, que por infinito y eterno, es incomprensible para nosotros. Adorar la Eucaristía es amar al Amor, que nos ha amado primero. ¿Correspondemos a este llamado de amor, que es la Adoración Eucarística? ¿Adoramos, es decir, amamos, a Jesús Eucaristía, cuando hacemos adoración? ¿O sólo nos quedamos envueltos en nuestros propios pensamientos y en nuestras propias preocupaciones? Cuando hacemos Adoración Eucarística, ¿amamos y adoramos a Jesús Eucaristía, o sólo dialogamos con nosotros mismos? Cuando hacemos Adoración Eucarística, ¿abrimos nuestros corazones al Amor de Jesús Eucaristía?

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

El Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús es como una inmensa hoguera –viva- que desea abrasarnos y consumirnos en el Fuego del Divino Amor. El Corazón de Jesús en la Eucaristía arde con el Fuego Santo, el Espíritu Santo, y desea incendiar nuestras almas con este Fuego sagrado. Y sin embargo, nuestros corazones, en vez de ser como leña seca o como pasto seco, que arden al instante al contacto con el fuego, se comportan, la mayoría de las veces, como leña verde o como roca fría, en los que las llamas del fuego no pueden prender, sino que sólo puede hacer desprender un humo denso y espeso. ¿Por qué rechazamos las delicias del Amor del Sagrado Corazón, que nos quiere comunicar en la Eucaristía? ¿Por qué rechazar los convites del Amor de un Dios que ha entregado en la Cruz su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad, por todos y cada uno de nosotros, y continúa entregándose a sí mismo en la Eucaristía, en cada Santa Misa? Si lo que nos frena son nuestras miserias, sepamos que, antes de entregarse en la Cruz, Jesús, en cuanto Dios Eterno y Omnisciente, conocía a fondo nuestras miserias y porque sabía de ellas, es que se entregó en la Cruz y se entrega aún en la Eucaristía. Entonces, no tenemos justificativo alguno para rechazar el Amor de Dios, el Fuego del Espíritu Santo, que arde en el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

El Amor de Dios, contenido en el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, es tan incomprensible, que hasta puede decirse, parafraseando un dicho que se aplica entre los hombres a quien “ha perdido la cabeza” por quien ama, que “Dios está loco de Amor”. Su Amor es tan grande, tan inmenso, tan majestuoso, tan sobreabundante, tan celestial y divino, que lamentablemente, para la inmensa mayoría de los hombres, pasa desapercibido y, si desapercibido, desaprovechado. Los paganos rinden culto a sus falsos dioses basados en el temor y en el terror de que sus dioses –que son demonios- no los castiguen, ni tomen venganza de ellos. Nosotros, los católicos, tenemos a un Dios –el Único Dios Verdadero, Uno y Trino-, que nos ofrece su Amor, todo entero, sin disminución, en su eternidad e infinitud, para cada uno de nosotros, y lo único que pide a cambio, es ¡amor! Dios viene a este mundo como un cigoto, como un embrión unicelular, para que le demos nuestro mísero amor; Dios viene a nosotros como un Niño recién nacido, para que le demos nuestro mísero amor; Dios viene a nosotros como un Joven Dios, para que le demos nuestro mísero amor; Dios viene a nosotros como un Hombre-Dios que se humilla lavándonos los pies, en las personas de los Apóstoles, para que le demos nuestro mísero amor; Dios viene a nosotros como un Hombre-Dios crucificado, para que le demos nuestro mísero amor; Dios viene a nosotros como un Hombre-Dios resucitado, para que le demos nuestro mísero amor; Dios viene a nosotros como Pan Vivo bajado del cielo, la Sagrada Eucaristía, para que le demos nuestro mísero amor…  Por todo esto, es que decimos que el Amor de Dios llega “a la locura”, porque ya no puede hacer más para mendigar nuestro mísero amor. Y a cambio este Amor infinito, eterno, incomprensible, inagotable, que brotando de su Ser divino trinitario se derrama sobre el mundo y las almas a través de la Sangre de su Corazón traspasado, nosotros, los católicos, teniendo a nuestra disposición el Divino Amor, Presente en Persona en la Eucaristía, en vez de postrarnos ante su Presencia y abrir nuestros corazones y darle nuestro mísero amor, lo desaprovechamos, lo ultrajamos y lo abandonamos en el sagrario, lo dejamos solo en la Eucaristía, cada vez que no asistimos a la Santa Misa dominical para recibirlo en la Comunión Eucarística y, peor aún, cada vez que lo cambiamos por el pecado y la traición. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, acércanos a tu Hijo Jesús, llévanos al interior de su Sagrado Corazón Eucarístico, ayúdanos a descubrir las dulzuras de su Amante Corazón!

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

¡Oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, una de las mayores desgracias del hombre –si no es la mayor- es el no conocerte y no amarte en tu Presencia Eucarística! Cuando esto sucede, el alma, deseosa de felicidad, busca vanamente la felicidad en las cosas falsas y vanas del mundo, dejándose atraer por los bienes terrenos que, aunque numerosos y ricos, nunca podrán saciar la sed de felicidad del alma humana, felicidad que sólo Tú, oh Dios de la Eucaristía, puedes dar. Vivimos engañados cuando pensamos y creemos que esta vida pasajera durará para siempre y que sus vanos encantos también lo harán; cuando esto hacemos, perdemos de vista la única fuente de felicidad, tu Sagrado Corazón Eucarístico, pleno de luz divina y de vida eterna, vida que es Amor, Amor que se nos comunica en cada comunión eucarística. Oh Jesús, Tú nos amas, a todos y cada uno de nosotros, y nada está oculto a tus ojos.  Si el alma espera a ser buena y santa para acercarse a Ti, pierde el tiempo, porque nuestras almas, que son abismos de miseria, de indignidad y de ignorancia, sólo pueden ser colmadas por tu gracia y por Ti mismo, oh Dios de toda bondad y majestad. Tu Sagrado Corazón Eucarístico es panal de miel, que endulza las tristezas, que consuela, que fortalece y que concede la Vida divina al que con fe y amor a él se acerca. Oh Jesús, tu Sagrado Corazón es llama ardiente de Amor Divino, que quieres donar sin reserva a quien te recibe en la Comunión Eucarística, y sin embargo, en la inmensa mayoría de las veces, al entrar en los corazones por la comunión, sólo encuentras tibieza, frialdad, indiferencia, porque muchos te reciben sólo por compromiso o por costumbre; muchos te reciben con el corazón frío como una piedra, y así no puedes encenderlos con la llama de tu Amor. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, haz que nuestros corazones, duros y fríos como una piedra, sean como el leño seco para que, al contacto con las llamas de Amor del Corazón Eucarístico de Jesús, ardan en el Fuego del Divino Amor!

Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.








[1] Adaptado del sitio: “Siervos del Divino Amor”; cfr. http://www.siervosdeldivinoamor.com/index.php?mod=quienes&modulo=1&art=1

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