sábado, 25 de febrero de 2017

Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado en reparación por profanación eucarística en Río de Janeiro, Brasil.


         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado[1] en reparación y desagravio por la profanación eucarística ocurrida en el altar de una iglesia dedicada a San Judas Tadeo en Río de Janeiro, Brasil. El objetivo era, además de profanar la Eucaristía, el de incendiar la Iglesia, comenzando desde el Altar Eucarístico. La información correspondiente al lamentable hecho se encuentra en el siguiente enlace: https://www.aciprensa.com/noticias/profanan-eucaristia-y-queman-imagenes-en-altar-de-iglesia-dedicada-a-san-judas-tadeo-34211/ Pedimos la conversión de los autores de esta profanación, y también pedimos por nuestra conversión, la de nuestros seres queridos y la del mundo entero.

         Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.

Oración de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

Oh Jesús, Dios de la Eucaristía, Dios del sagrario, Tú quieres convertir nuestros pobres corazones en otras tantas moradas en las que poder reposar y darnos el Amor de tu Sagrado Corazón, y no cesas de llamarnos con insistencia, una y otra vez. Y sin embargo, nosotros, llevados por la indiferencia y el desamor hacia Ti, hacemos oídos sordos a tus llamados de amor desde la Eucaristía y te dejamos solo y abandonado en el sagrario. En vez de responder a tu llamado de amor y adoración, vamos en búsqueda de gloria mundana y de la estima de los hombres, eligiendo así el amor efímero y superficial del mundo y de las creaturas, antes que el Amor infinito y eterno del Padre, que mora en tu Corazón Eucarístico. Poco y nada nos detenemos a pensar en tus palabras: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo, si pierde su alma?” (Lc 9, 25). ¿De qué nos sirve poseer todo lo que nuestra concupiscencia desea, si no tenemos en nuestras almas tu Amor, que es el Amor de Dios, que es “Dios, que es Amor” (1 Jn 4, 8)? Es por eso que te imploramos que nos concedas, oh Buen Jesús, la gracia de poder encontrar la “perla preciosa”, tu Presencia real, verdadera y substancial en la Eucaristía, para alegrarnos en su posesión, para dejar definitivamente atrás lo que nos separa de Ti, para cortar de una vez y para siempre con el pecado, para desprendernos de los engañosos y falaces bienes y afectos mundanos. Nuestra Señora de la Eucaristía, haz que descubramos la perla de gran precio, ayúdanos a vender todo lo que tenemos, a desprendernos de lo mundano, para adquirir el campo donde se oculta el único tesoro digno de ser apreciado, la fe en la Presencia Eucarística de tu Hijo Jesús.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Oh Jesús Eucaristía, Dios del sagrario, Tú eres el Dios Tres veces Santo; Tú eres la Santidad en sí misma; Tú eres la Bondad y la Majestad infinita yante Ti, no solo el más mínimo pecado venial, sino nuestra más pequeña imperfección, oh Sumo Dios Perfectísimo, resalta de manera tal que avergüenza a los ángeles que, postrados ante tu Presencia, te adoran y alaban noche y día. Tú quieres, oh Jesús Eucaristía, que “seamos perfectos, como Tú y tu Padre son perfectos” (cfr. Mt 5, 48), y para eso quieres infundirnos el Espíritu Santo, Espíritu Perfectísimo y Puro, para infundirnos el amor a la santidad y el horror al pecado, y es para darnos este Espíritu de perfección en la santidad, que procede del Padre y de Ti, que nos convocas a la Adoración Eucarística. El alma que es atraída por Ti y se deja suavemente conducir por tu Amor, de la mano de Nuestra Señora de la Eucaristía, es como el águila que se eleva, con la vista fija puesta en el sol, hasta las alturas, en busca de ese sol: de la misma manera, el alma se eleva, por la gracia, hasta Ti, oh Jesús Eucaristía, Sol de justicia, y contemplándote en el misterio eucarístico, se eleva a la comunión de vida y amor contigo, al ser unida a Ti por el Espíritu Santo. La Adoración Eucarística es por lo tanto el equivalente al águila que se eleva en busca del sol: así, de la misma manera, el alma que contempla, ama y adora la Eucaristía, se eleva por la gracia hasta el Sol de justicia, el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, y allí encuentra todo su deleite y solaz. Nuestra Señora de la Eucaristía, eleva nuestras pobres almas hacia el Sol de justicia, Jesús Eucaristía y haz que nuestros corazones se enciendan en el fuego del Divino Amor.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Oh Jesús Eucaristía, Dios del sagrario, Tú nos llamas con tu gracia, para que escuchemos los latidos de amor de tu Sagrado Corazón Eucarístico, pero el alma que no responde a tu llamado de Amor y que no permite que la Virgen lo conduzca hasta el altar de tu majestad en el sagrario, es como la piedra que, cayendo desde lo alto, cuanto más alto cae, y en virtud de la ley de la gravedad, más profundo se precipita en el abismo, pues con la caída aumenta de peso y de velocidad. El alma que rechaza el don de tu Amor, la gracia santificante, se sumerge en el pecado, el cual la precipita hasta el fondo, aumentando con su caída el peso de su culpa y de sus pasiones. Y así como ninguna ley natural puede invertir la caída de la piedra desde lo alto, así tampoco ninguna ley natural puede invertir la caída del alma en pecado y llevarla hacia lo alto, pues nuestras naturales son extremadamente débiles para ello, aunque ni siquiera lo puede hacer el ángel más potente. Sólo un milagro puede hacer esto y ese milagro puedes hacerlo sólo Tú, oh Dios de la Eucaristía, Jesús de Nazareth, porque sólo Tú eres Dios Tres veces Santo, oh Altísimo Jesucristo, en la unidad de vida y amor con el Padre y el Espíritu Santo. Sólo Tú puedes detener el ruinoso precipitarse del pecador hacia el Abismo e invertir su ruta; sólo Tú puedes cambiar el descenso en ascensión hacia lo alto, hacia la vida de la Trinidad. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, concédenos la gracia de elevar la mirada hacia tu Hijo crucificado; concédenos la gracia de adorar el misterio de la Presencia Eucarística de tu Hijo Jesús; haz que invoquemos su Corazón Misericordioso y ayúdanos a decir: “¡Sálvame, Señor, porque perezco en las olas!”, y así tu Hijo vendrá, presuroso, a extendernos su mano desde el sagrario, para rescatar nuestras vidas de la muerte.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario. 

Meditación.

Oh Jesús Eucaristía, Dios del sagrario, Tú eres el Amor Infinito, Eterno, Increado, que viniste a la tierra para darnos el perdón divino, para lavar nuestros pecados con tu Sangre derramada en la cruz y para conducirnos, convertidos por la gracia santificante en hijos adoptivos de Dios, al Reino de los cielos, al término de nuestra vida terrena. Tú has venido a nuestra tierra en la Encarnación y continúas viniendo en cada Eucaristía, prolongación de la Encarnación, movido solo por el Amor Divino, que une a las Tres Divinas Personas en un solo Dios, de una sola esencia, naturaleza y voluntad. Y es este mismo Amor, que une a las Tres Personas de la Trinidad, el que late en tu Sagrado Corazón Eucarístico, y el que quieres derramar, todo entero -es decir, toda la Persona-Amor de la Trinidad, el Espíritu Santo- sobre nuestras almas, en cada comunión eucarística, para nuestro solaz, alegría y gozo. Y esto lo quieres hacer para que, recibiendo el Divino Amor que nos comunicas en la Comunión Eucarística, seamos unidos a Ti en el Amor de Dios y seamos contigo un solo Cuerpo y un solo Espíritu, y así, en Ti, por el Espíritu Santo, seamos llevados a Dios Padre y así se vea extra-colmada nuestra sed de felicidad, porque no hay felicidad más grande para el hombre que vivir en comunión de vida y amor con las Tres Divinas Personas de la Santísima Trinidad. Pero los hombres, oh Jesús Eucaristía, la inmensa mayoría de ellos, y principalmente aquellos que han recibido el sello de predilección del Divino Amor al recibir los sacramentos del Bautismo, de la Eucaristía y de la Confirmación, te olvidan, te abandonan, te dejan solo en el sagrario, menospreciando tu Presencia real, verdadera y substancial en la Eucaristía, porque prefieren el mísero amor del mundo antes que el Amor de tu Sagrado Corazón Eucarístico, porque no quieren recibirte a Ti, que eres la Divina Misericordia encarnada, que lo único que quieres es dar, a todos y a cada uno, el Fuego del Divino Amor, el Espíritu Santo, cuyas llamas envuelven tu Sagrado Corazón. Nuestra Señora de la Eucaristía, danos tus ojos, para ver a tu Hijo en el sagrario; danos el amor de tu Inmaculado Corazón, para amarlo con tu mismo amor; danos tu adoración, para adorarlo en su Presencia Eucarística con el mismo celestial ardor con el que tú lo amas y adoras, ahora y por los siglos sin fin.

 Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Oh Jesús Eucaristía, Tú amas las almas y de tal manera, que te encarnaste en el seno de la Virgen y prolongas esa Encarnación en la Eucaristía, sólo por Amor y nada más que por Amor, para así comunicarnos, desde la Eucaristía, tu Divino Amor. Oh Jesús Eucaristía, Tú no tienes otro Motor que el Divino Amor; no tienes otro objetivo para cada uno de los hombres, que no sea el concederles tu Amor y tu Divina Misericordia, porque a todos quieres salvar y a todos quieres llevar al cielo. Tú has venido a traer fuego del cielo, el Fuego del Divino Amor, y quieres ya verlo encendido en los corazones; quieres ver a nuestros corazones convertidos en brasas ardientes de Amor Divino. Sin embargo, oh Jesús Eucaristía, los hombres rechazan tu Amor y tu Misericordia, porque sus corazones, lejos de ser como el pasto o el leño seco, se asemejan más bien a una roca fría y húmeda, a la que el Fuego de tu Amor no puede encender. Y al rechazar tu Misericordia Divina, se cierran a sí mismos las puertas del cielo, al tiempo que se colocan bajo la Justicia Divina, de la cual nadie escapa. Oh Jesús Eucaristía, Tú amas las almas, pero no puedes salvarlas si las almas no quieren ser salvadas, y si las almas no quieren pasar por tu Misericordia, indefectiblemente deberán pasar por tu Justicia, y el veredicto de la Justicia Divina para quien voluntariamente rechaza la Divina Misericordia es su justa condenación eterna. Nuestra Señora de la Eucaristía, sé tú nuestra celestial Intercesora, para que, amando y abrazando nuestra cruz de cada día, negándonos a nosotros mismos, sigamos a Jesús por el Camino de la Cruz, vivamos bajo los rayos de su Divina Misericordia y seamos abrasados en el Fuego del Divino Amor que arde en su Sagrado Corazón Eucarístico.

Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.




[1] Las meditaciones están adaptadas de: Monseñor Antonio Miquelini, Mensajes de Jesús a un sacerdote, Tomo I, Ediciones El Buen Pastor, Buenos Aires 1989, 76-79.

miércoles, 15 de febrero de 2017

Hora Santa en reparación por ultraje a la Perpetua Virginidad de María Santísima


         Inicio[1] : ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado, en reparación y desagravio por las gravísimas ofensas cometidas contra la Madre de Dios y Madre nuestra, María Siempre Virgen, por parte de una religiosa dominica. La información relativa al lamentable ultraje se encuentra en el siguiente enlace: http://observatorioantisectas.blogspot.com.ar/2017/01/monja-profiere-blasfemia-publicamente.html

         Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.

Oración de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

Dios te salve, Santa María, Madre de Dios, Siempre Virgen; el excelso Arcángel enviado desde el cielo te saluda con una reverencia y nosotros junto con él; Dios te salve, Madre Siempre Virgen, en quien Dios Hijo, por obra de Dios Espíritu Santo y por voluntad de Dios Padre, se hizo hombre sin dejar de ser Dios para que nosotros, hombres pecadores, nos hiciéramos Dios por participación. Dios te salve, Madre Siempre Virgen, por ti nos viene la alegría y el gozo celestial, Cristo Jesús; Dios te salve, Madre del Amor hermoso, por ti no solo nos viene Aquel que nos cancela la pena, sino que también nos concede la Alegría y el Júbilo de nuestras almas, el Verbo de Dios Encarnado, que naciendo milagrosamente de ti y dejando intacta tu Purísima Virginidad, se nos dona como alimento super-substancial en el Verdadero Maná bajado del cielo, la Santa Eucaristía. Dios te salve, oh Santa Madre de Dios, María Siempre Virgen, Madre del Dios Viviente, Cristo Jesús; tú eres de veras el Trono Viviente, la Custodia Viva, el Sagrario Amoroso, el Tabernáculo Feliz, el Regazo Celestial en el que el Dios Invisible se encarna y así por ti se vuelve Visible; por ti, el Dios que es Puro Espíritu se hace Carne, la Carne del Cordero de Dios que alimenta nuestras almas con la substancia exquisita del Divino Amor; Dios te salve, Madre Purísima y Amantísima, Siempre Virgen, que permaneciste Virgen antes y durante el parto celestial del Verbo de Dios y permaneces Virgen por la eternidad en el Reino de los cielos; Dios te salve, Madre del Dios Viviente, en cuyo seno virginal y purísimo mora Aquél que ha creado el universo visible e invisible, y que por ti se nos dona en el Altar Eucarístico como Pan Vivo bajado del cielo.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Dios te salve, Relámpago que alcanzas nuestras almas; Dios te salve, con un trueno espantas tus enemigos; Dios te salve, más potente que un ejército formado en batalla; Dios te salve, Madre de Dios siempre Virgen, Estrella brillante de la mañana, Lucero de la aurora que nos anuncia la llegada del Nuevo Día, el Sol que alumbra nuestras almas con la gracia santificante, Cristo Jesús, Nuestro Dios; Dios te salve, en ti se aloja Aquél que es la delicia de los ángeles en el cielo; Dios te salve, en tu seno virginal y Purísimo anida como embrión humano, sin dejar de ser Dios y sin intervención de hombre alguno, el Verbo Eterno del Padre, Nuestro Dios Jesucristo, llevado a tu seno materno por Dios Espíritu Santo, por Voluntad de Dios Padre; Dios te salve, Custodia Viviente y Purísima del Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad del Cordero, tú eres el anticipo y el modelo del Altar Eucarístico, en donde la Iglesia, Madre y Virgen como tú, concibe al Verbo del Padre, por el poder del Espíritu Santo, por las palabras de la transubstanciación, pronunciadas por el sacerdote ministerial; Dios te salve, Hija predilecta del Padre, Madre amorosísima de Dios Hijo, Esposa amabilísima de Dios Espíritu Santo, a ti te alabamos, te veneramos y te exaltamos, porque en ti se ampara la Iglesia, de quien eres su Madre y celestial Protectora. Dios te salve, oh Virgen Santa y Pura, que por tu “Fiat” a la Voluntad del Padre anunciada por el Arcángel, concebiste por el Espíritu Santo y sin intervención de amor humano, a tu Creador, al Creador Omnipotente de ángeles y hombres y del universo entero; Dios te salve, Madre Siempre Virgen, Diamante celestial, que encierras la Luz Eterna e Increada que proviene de la Luz Eterna e Increada y, luego de nutrirla por nueve meses con tu substancia materna y luego de recubrirla con tu carne y tu sangre, la derramas milagrosamente a esta Luz Increada, Cristo Jesús en la Eucaristía, para que ilumine las tinieblas de nuestras almas, mientras permaneces Virgen después del parto, tan Virgen como eras antes y durante el mismo.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Dios te salve, Virgen y Madre Purísima, Virgen del parto, Virgen antes, durante y después del parto; Dios te salve, celestial Custodia Viviente del Cuerpo y la Sangre del Verbo de Dios Encarnado; Dios te salve, Madre del Dios Viviente, compendio sagrado e intangible de los dogmas sobrenaturales de Cristo, el Hombre-Dios; Dios te salve, Portal santo por el cual viene a nuestro mundo el Dios Tres veces Santo, Cristo Jesús, para salvarnos por su Cruz y para donarnos su Vida y su Amor en el Pan Eucarístico; Dios te salve, Celestial Escalera por la cual desciende a la tierra el Dios Eterno, el Creador Omnipotente, para revestirse en tu seno y manifestarse a nuestros ojos en Belén como un Niño pequeño y recién nacido; Dios te salve, Puente celestial por el que los hombres suben al cielo; Dios te salve, Madre Siempre Virgen, que nos das en la Eucaristía a tu Hijo, Dios hecho Niño sin dejar de ser Dios para que nosotros, recibiendo de Él su Vida divina y el Amor inefable de su Sagrado Corazón, seamos hechos partícipes, ya en la tierra, de los gozos celestiales, como anticipo de la feliz bienaventuranza que por la Divina Misericordia esperamos, oh Madre de Dios, alcanzar al fin de nuestra vida terrena. Dios te salve, gozo de los ángeles de luz, terror de los ángeles caídos, tu solo Nombre de Madre y Virgen hace huir al Príncipe de las tinieblas, el cual tiembla ante tu solo recuerdo; Dios te salve, Reina de los Ángeles de Dios, que junto a ti adoran al Cordero por los siglos sin fin; Dios te salve, Celestial Vencedora de la Serpiente Antigua, que por la Sangre de tu Hijo y por tu participación en su Pasión, haces huir al infernal enemigo cuando un alma te invoca desde el abismo de su miseria; Dios te salve, Virgen y Madre, que ante el anuncio del Arcángel, concebiste a la Sabiduría de Dios en tu mente sapientísima, libre de toda mancha de error, de falsía y herejía; Dios te salve, Madre de Dios y de los hombres, que ante el anuncio del Arcángel, concebiste a la Palabra de Dios en tu Inmaculado Corazón y la atesoraste como Tesoro Preciosísimo, más precioso que los cielos eternos; Dios te salve, Madre Siempre Virgen, que ante el anuncio del Arcángel, engendraste en las entrañas purísimas de tu Cuerpo Sin mancha, y por obra del Espíritu Santo, al Verbo de Dios que de ti, de tu purísima substancia materna, recibió Carne y Sangre y las unió a su Persona Divina, para luego así entregarse por nuestra salvación, en la Última Cena, en la Cruz y en la Eucaristía.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Dios te salve, Madre Siempre Virgen, a ti te aclaman las generaciones, porque el Poderoso hizo en ti grandes cosas: te creó para Él, para que seas la Morada Santa del Verbo de Dios hecho Carne; te cubrió con su Espíritu, el poder del Altísimo; te conservó Madre Virgen y Esposa Intacta, resguardando tu seno virginal, por Dios fecundado, para que germine en él el Árbol de la Vida, Jesús crucificado, de cuyo costado traspasado brota, como de una fuente inagotable, la gracia santificante que nos da la vida divina. Dios te salve, Virgen de la Eucaristía, que alojaste en tu seno purísimo al Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, lo diste a luz en Belén, Casa de Pan, como un Niño, y nos lo continúas donando cada vez, en la Santa Misa, oculto en apariencia de pan, en la Santa Eucaristía. Dios te salve, Madre Siempre Virgen, rama del Fruto incorrupto, el Hombre-Dios, Cristo Jesús, Quien venció a la Muerte, al Demonio y al Pecado, de una vez y para siempre con su sacrificio en Cruz; Dios te salve, Madre Siempre Virgen, tallo bendito del verde Retoño; Dios te salve, campo fecundo y fragante donde Dios se planta; Dios te salve, mesa repleta de dones divinos, tu seno virginal es anticipo y modelo del altar eucarístico, donde se nos dona el fruto bendito de tu vientre: el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Dios te salve, Refugio de pecadores, Consuelo de los atribulados, Esperanza de los hijos pródigos de Dios, Nueva Arca de Dios, Asilo de las almas que, refugiadas en tu Inmaculado Corazón, se libran de la Ira Divina; Dios te salve, tú albergaste en tu seno purísimo a Dios Hijo por nueve meses y lo diste a luz, y por eso eres Madre de Dios, pero también eres Madre de los hombres, porque los concebiste en tu Inmaculado Corazón al pie de la cruz, para darlos a luz como hijos adoptivos de Dios, como don del Padre para el mundo sediento del Verdadero Amor. Dios te salve, tú que nutriste con tu carne y tu sangre al Cordero en tu vientre materno, dándole así un Cuerpo para ofrecer en el Santo Sacrificio de la Cruz, Cuerpo que habría de ser entregado cada vez en la Santa Misa, por medio del Santo Sacrificio del Altar Eucarístico, para nuestra salvación y redención. Dios te salve, Celestial Capitana del Ejército de Dios, que ahuyentas al orgulloso Lobo Infernal, el Ángel caído, con tu solo nombre, María, Virgen y Madre; Dios te salve, por ti Dios viene del cielo a la tierra, y por ti los hombres ingresan al Paraíso, el Corazón de tu Hijo Jesús. Dios te salve, celestial Reina, Virgen, Madre, Esposa, por ti se alegran los hombres pecadores, que en tu Corazón Inmaculado encuentran refugio; Dios te salve, por ti los ángeles exultan y admiran tu belleza, porque Dios te creó más hermosa que los cielos eternos, ya que el Hijo al encarnarse, debía fijar en ti su Morada terrena. Dios te salve, te ensalzamos, Santa Madre de Dios, Virgen Santa y Pura, Refulgente Estandarte de gracia divina, por ti es despojado el Averno, por ti contemplamos la gloria del Padre, Jesús de Nazareth, nacido milagrosamente de ti -como el rayo de sol atraviesa el cristal y lo deja intacto- como Pan de Vida eterna, para ser alimento y manjar celestial de nuestras pobres almas.

         Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.




[1] Las meditaciones están basadas en el Himno Akathistos, Himno Litúrgico Mariano, compuesta en acción de gracias por el patriarca Sergius en 626 d. C., en acción de gracias por la liberación de Constantinopla del asedio musulmán, liberación atribuida a la Madre de Dios. El aniversario de la victoria, y en el que se canta el Himno Akathistos –de pie- es el 8 de Agosto.

viernes, 10 de febrero de 2017

Hora Santa en reparación por ultraje al Altar del Sacrificio Eucarístico en Alemania 200117


Altar Eucarístico en el momento en el que es profanado por
el pseudo-artista Alexander Karle en la 
Basílica San Juan en Saarbrücken, Alemania,
en febrero de 2016.


Inicio: Ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio por el ultraje cometido contra el Altar Eucarístico en Alemania por parte de un “pseudo-artista”. La información pertinente acerca del lamentable hecho se encuentra en las siguientes direcciones electrónicas:
http://www.elmundo.es/sociedad/2017/01/24/58874d7ae5fdeac52c8b45f9.html  ; https://www.youtube.com/watch?v=0RpNWhBTYII Cabe destacar que el susodicho pseudo-actor cumplió su ridícula “performance” –consistente en hacer flexiones de brazo sobre el Altar Eucarístico- no solitariamente, sino delante de la presencia de algunos fieles, ninguno de los cuales atinó a decir ni una sola palabra.

Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

El Altar Eucarístico es el lugar sagrado por excelencia, pues en él se renueva, cada vez, en la Santa Misa, por el poder del Espíritu Santo, el Santo Sacrificio de la Cruz, sólo que de modo incruento y sacramental. En el Altar Eucarístico sucede, de modo invisible, que escapa a la percepción de los sentidos, pero también de un modo supra-racional, que supera la capacidad de la razón humana, el misterio sobrenatural absoluto, obrado por la Trinidad, misterio por el cual las substancias inertes del pan y del vino se convierten en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. Junto al Sagrario, que alberga y custodia el Cuerpo de Cristo ya consagrado, el Altar Eucarístico es el lugar más sagrado del Templo de Dios, pues en Él se lleva a cabo la confección del Sacramento del Amor, la Sagrada Eucaristía. El Altar Eucarístico se convierte, en la Santa Misa, en una parte del cielo, en donde se encuentra, en Persona, el Rey de los cielos, Cristo Jesús, el Cordero de Dios, ante quien los ángeles se postran en adoración exclamando el triple “Sanctus”: “Santo, Santo, Santo es el Señor Dios del universo”, y por esa razón, cuando nos encontramos ante el Altar del Sacrificio, en la Santa Misa, nos encontramos ante el Cordero de Dios que ha bajado del cielo para ser adorado por nosotros, pobres hombres pecadores e indignos de su Presencia.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

El Altar Eucarístico es símbolo y representación de otro Altar, un Altar sobrenatural, celestial, místico, el mismo Jesús, el Hombre-Dios que, con su Humanidad Santísima, se ofrece al Padre en holocausto por la salvación de los hombres. La Humanidad Santísima de Jesús, consagrada en el momento de ser concebida virginalmente en el seno de María con el óleo del Espíritu Santo, es el Ara Santa, el Altar Purísimo, en donde se ofrece la Víctima Perfectísima, el Cordero de Dios, en expiación por los pecados de los hombres. Al besar el Altar al inicio de la Santa Misa, el sacerdote ministerial besa la Humanidad Santísima de Cristo, Humanidad que, unida hipostáticamente, personalmente, a la Persona Segunda de la Trinidad constituye, en el Ara Santa de la Cruz, el sacrificio perfectísimo y agradabilísimo a Dios, por medio del cual la Ira de Dios, encendida por la malicia del corazón del hombre, queda aplacada, la Justicia Divina satisfecha y la Misericordia Divina honrada. Al besar el Altar Eucarístico, el sacerdote ministerial besa la Sacratísima Humanidad de Jesús que, ofrecida en el Ara Santa de la Cruz, se interpondrá entre los hombres y la Ira divina, recibiendo en sí misma los castigos, todos y cada uno, que los hombres nos merecemos por nuestros pecados, y por esto, el beso al Altar es un beso de acción de gracias al Santo Sacrificio de Jesús en el Calvario.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

En el Antiguo Testamento y obedeciendo el mandato de Dios, Abraham llevó a su hijo Isaac para ser sacrificado. En Isaac, niño inocente, estaba prefigurado Jesús, y es por eso que Isaac llevaba consigo el atado de leño con el que se iba a consumar el sacrificio, prefigurando así la Cruz de madera en la que el Cordero de Dios habría de ser sacrificado. Isaac llevaba también el cuchillo con el cual se consumaría el sacrificio al ser aplicado sobre su corazón, prefigurando también así la lanza de hierro del soldado romano que atravesó el Sagrado Corazón de Jesús, una vez que hubo consumado el sacrificio en la cruz. La leña que llevaba Isaac, figura de Cristo, representaba el altar de la cruz, y el fuego que habría de ser aplicado sobre esta leña, representaba al Fuego del Divino Amor, el Espíritu Santo, que al descender sobre la Humanidad Santísima de Cristo en la Encarnación, la ungió con la santidad Increada de Dios y la convirtió en Víctima Perfectísima y agradabilísima a Dios. La razón por la que el Cuerpo de Jesús es Víctima agradabilísima, es porque en él está “contenido” el Hijo de Dios, la Persona Segunda de la Trinidad, que se ofrece, por medio del sacrificio cruento en la Cruz, como Víctima Pura y Santa al Padre, para expiar nuestros pecados, para recibir en su Humanidad Inocente y Pura el castigo debido por nuestra malicia, y para que a través de esa Humanidad lacerada, se derrame sobre nuestras almas impuras la Sangre Preciosísima del Cordero, que lava nuestros pecados y nos concede la gracia de ser hijos amados de Dios.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

El Altar Eucarístico fue representado y figurado en el altar que levantó el profeta Elías, quien hizo descender fuego del cielo (cfr. 1 Re 18, 38) para quemar la ofrenda, carne de novillo regada con agua y colocada sobre un hato de leña (cfr. 1 Re 18, 33-35). En este episodio está prefigurada la Santa Misa: la víctima, el novillo sobre la madera, es prefiguración de Cristo, el Cordero de Dios inmolado en el leño de la Cruz; Elías, el sacerdote de Dios, prefigura a Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote; el altar, es también prefiguración de Cristo que, con su Humanidad, se ofrece al Padre por nuestra salvación; el fuego que cae del cielo, prefigura al Espíritu Santo, Fuego de Amor Divino que, por las palabras de la consagración pronunciadas por el sacerdote ministerial –“Esto es mi Cuerpo, Esta es mi Sangre”-, desciende desde el cielo enviado por el Padre y el Hijo sobre las ofrendas eucarísticas del pan y del vino, convirtiéndolas en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. Y así como el Pueblo de Dios se postró ante el altar luego de que el fuego que bajó del cielo por invocación de Elías y consumió el holocausto, así también el Nuevo Pueblo de Dios, los bautizados en la Iglesia Católica, adoran al Cordero de Dios que, por el Espíritu Santo, Fuego de Amor Divino, se hace Presente en Persona en el Altar Eucarístico luego de ser convertidas las substancias del pan y del vino en la Eucaristía, y se postra en adoración al Cordero de Dios, entonando el triple Sanctus. Por el poder del Espíritu Santo que desciende sobre el Altar Eucarístico en la consagración, se produce el milagro de la Transubstanciación, milagro por el cual el pan y el vino no conservan ya más su esencia, quedando sólo las apariencias, porque las substancias respectivas del pan y del vino se han convertido en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad del Señor Jesús, quien de esta manera se hace Presente real, verdadera y substancialmente, y no de manera simbólica o espiritual. Y puesto que permanece Presente en Persona, con su substancia humana glorificada, en la Eucaristía, el Cordero de Dios es adorado sobre el Altar Eucarístico, en el Sagrario y en la Custodia, y en el momento mismo de tomar la Sagrada Comunión Eucarística.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Jesús es Sacerdote, Altar y Víctima, y esta triple función la cumple en la Sagrada Eucaristía: Sacerdote, porque Él es el Sumo y Eterno Sacerdote que, en la Eucaristía, adora, da gracias, expía y pide al Padre por nosotros; Altar, porque por su Humanidad sacratísima, glorificada y resucitada, Él, en cuanto Persona Segunda de la Trinidad, se ofrece al Padre en el Amor del Espíritu Santo, para reparar por nuestras iniquidades; Víctima, porque siendo Él el Cordero Inmaculado, el Cordero Inocente; siendo Él el Dios Tres veces Santo, se interpone con su Humanidad sacratísima, entre la Ira de Dios, justamente desencadenada por la malicia de nuestros corazones, y nosotros, para recibir, de forma vicaria y expiatoria, todos y cada uno de los castigos que todos los hombres, desde el primero al último, deberíamos recibir de modo personal, recibiendo así el castigo que nosotros deberíamos haber recibido, obteniéndonos el perdón divino al satisfacer, con su Inocencia Inmaculada y con su Sangre Preciosísima, además del perdón, la gracia de la filiación divina. La Eucaristía es por lo mismo, la suprema muestra del Divino Amor para con el hombre pecador, en donde Jesús oficia su triple rol de Sumo y Eterno Sacerdote, de Altar Sacrosanto y de Víctima Inmaculada y Perfecta que se ofrece en holocausto santo Él mismo por toda la eternidad ante los ojos de Dios.

Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.




sábado, 4 de febrero de 2017

Hora Santa en reparación por ultraje a imagen de Nuestra Señora de Belén en España


         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio por la profanación de la imagen de la Virgen María Santísima de Belén Coronada, patrona de la localidad de Córdoba, España, cuya corona fue robada, además de sufrir la imagen la ruptura de un dedo y también un brazo a la talla del Niño Jesús. La información pertinente del lamentable suceso se encuentra en los siguientes enlaces: https://twitter.com/gjbelenmontilla/status/823551668272893953/photo/1?ref_src=twsrc%5Etfw ; https://www.aciprensa.com/noticias/roban-y-profanan-imagenes-de-la-virgen-y-el-nino-en-ermita-de-cordoba-81679/ ; http://www.actuall.com/laicismo/mutilan-las-imagenes-la-virgen-belen-del-nino-jesus-palma-del-rio

         Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

El Hijo de Dios, el Verbo Eterno del Padre, el Verbo que “era Dios y estaba junto a Dios” (cfr. Jn 1, 1), se encarnó y se hizo hombre en el seno virgen de María, la Nueva Eva, para finalizar y reparar la desobediencia de la primera Eva: esta, siendo virgen, prestando oído al silbido de la Serpiente Antigua, concibió en su corazón la palabra de la Serpiente y, engendrando el pecado, dio a luz a la rebelión y a la muerte[1]; la Nueva Eva, la Siempre Virgen María, luego de recibir el Anuncio del Ángel, concibió por obra del Espíritu Santo a la Palabra de Dios que, de esta manera, se encarnó en su seno, siendo luego esta Palabra dada a luz, revestida de carne y manifestándose al mundo como Niño recién nacido, para iluminar a los que vivían en “tinieblas y en sombras de muerte” (cfr. Lc 1, 68) y para concederles, junto con su luz, su Vida, su Amor, su Paz y su Alegría divina. Y si la Serpiente triunfó al seducir a la primera Eva, esta misma Serpiente fue derrotada por la Nueva Eva, la Virgen María, quien aplastó su orgullosa cabeza por medio de la obediencia y humildad de su Inmaculado Corazón, porque Dios da el triunfo no a los soberbios y orgullos, sino a quienes participan de las mismas virtudes del Sagrado Corazón, la primera entre todas, María Santísima. Mientras la primera Eva, al prestar oídos a la Serpiente y su palabra de odio a Dios, engendró el pecado, la rebelión y la muerte, la segunda Eva, María Santísima, al abrir su Corazón Purísimo al Anuncio de la Encarnación de la Palabra de Dios en su seno virginal, la concibió, la nutrió con su substancia materna, le tejió un cuerpo de carne humana para hacerla visible y la dio a luz, engendrando así al Verbo de Vida eterna humanado que, al ofrecer su Cuerpo Purísimo en la Cruz y al derramar su Sangre Preciosísima en el Calvario, concede a las almas la gracia santificante y con la gracia, su vida divina y con ella todas sus virtudes, la primera, la obediente y humilde sumisión amorosa a la amabilísima Voluntad de Dios Trino, que quiere que todos, todos los hombres, sin excepción alguna, nos salvemos y vivamos en el Reino eterno de los cielos, para siempre, en la feliz contemplación de la esencia y el Ser trinitario divino. Así como la primera Eva fue causa de muerte para el género humano, así la Segunda Eva, la Madre de Dios, fue causa de vida y de vida eterna, al engendrar y dar a luz a la Vida Increada en sí misma, el Nuevo Adán, el Hombre-Dios, Cristo Jesús.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

La Madre de Dios es la Siempre Virgen María: fue Virgen antes del parto, durante el parto y después del parto, y lo seguirá siendo por eternidades de eternidades. La Virgen no concibió por obra de varón alguno, sino por obra del Amor de Dios, el Espíritu Santo, porque fue el Espíritu Santo el que condujo al Verbo del Padre, desde el seno del eterno Padre, al seno de la Madre Virgen; fue el Amor de Dios el que llevó al Hijo de Dios, desde el cielo en el que vivía en la eternidad, en el seno del Padre, a ese cielo en la tierra y en el tiempo, que era el seno de la Virgen Madre, y lo hizo, para que el Hijo de Dios, que vivía en el Amor de Dios en el cielo, al encarnarse, no extrañara ese mismo Divino Amor, que inhabitaba en el cuerpo, en el alma y en el Inmaculado Corazón de María. Así fue la Concepción Inmaculada del Hijo de Dios en el tiempo: no hubo intervención alguna de ningún varón, sino que fue el Divino Amor el que condujo a la Persona del Verbo al seno de la Madre Virgen y, en concurso con el Padre y el Hijo, creó en el momento de la Concepción del Verbo en el seno de la Virgen, la naturaleza humana de Jesús de Nazareth, el Hijo de Dios. Y así, el Verbo de Dios, al encarnarse, puesto que en el seno virginal de María inhabitaba el mismo Amor Divino con el cual el Hijo de Dios inhabitaba con el Padre desde la eternidad, al adquirir un cuerpo y un alma humanos en el vientre de María, no tuvo en falta el Amor de Dios, porque este Amor de Dios moraba en María. Es por esto que la Encarnación de la Palabra de Dios fue obra del Amor de Dios y no obra del amor humano, por casto y puro que este pudiera llegar a ser y por esta razón la Virgen fue Virgen antes, durante y después del parto, y lo seguirá siendo por eternidades de eternidades.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         San Juan Evangelista es representado por un águila, debido a las características místicas de su contemplación del Verbo de Dios, que supera a la de los demás Evangelistas: lo contempla junto al Padre y lo contempla luego, ya Encarnado. En efecto, así como el águila se eleva hasta las alturas inconmensurables y fija su vista en el sol, así el Evangelista Juan se eleva hasta las alturas inconmensurables de la contemplación del Verbo Eterno del Padre, describiéndolo como Dios igual al Padre, que vive con Él y es Dios desde la eternidad: “El Verbo era Dios, el Verbo estaba en Dios” (cfr. Jn 1, 1); pero así también como el águila, desde las alturas y gracias a su agudeza visual, es capaz de contemplar con todo detalle lo que está en la tierra, así también el Evangelista Juan, en su Prólogo, contempla a este Verbo que, desde las alturas del seno del Padre, ha descendido a la tierra y se ha encarnado en el seno de María Virgen: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros y nosotros hemos contemplado su gloria”. Pero el Evangelista, si bien llevado por el Espíritu Santo e  iluminado por este, contempla al Verbo, tanto en las alturas inefables de su condición de Hijo en el seno del Padre, como ya en su condición de Verbo hecho carne, con todo, sólo lo contempla, y por esto es llamado el más grande teólogo, comparable al águila que se eleva hasta el sol y fija su vista en él, al mismo tiempo que puede ver, con toda claridad, a ese Verbo que ha descendido ya a la tierra y se ha encarnado: “Hemos visto su gloria”. Es decir, el Evangelista Juan es representado con el águila debido a la excelsa contemplación del Verbo, pero sólo lo contempla: hay Alguien, y es la Virgen, quien lo supera en su contemplación, en una medida mayor a la distancia que hay entre la tierra y el sol, porque la Virgen, además de contemplarlo, a este Verbo Eterno del Padre, lo lleva en sus entrañas virginales.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Entonces, si se dice del Evangelista Juan que es un teólogo místico, ¿qué podemos decir de la Siempre Virgen María, la Madre de Dios, la Virgen Inmaculada y Purísima, que no sólo lo contempla a este Verbo Eterno, sino que lo porta con Ella en su seno virginal? ¿Qué podemos decir de la Madre de Dios, que a ese mismo Verbo Eterno que es Dios y que está con el Padre, contemplado por San Juan, se encarna, por el Espíritu Santo, en sus entrañas purísimas, para darle al Verbo de Dios, Invisible en sí mismo, de sus nutrientes maternos, tejiéndole un cuerpo humano, para que el Hijo de Dios Invisible, al nacer de la Madre de Dios, sea visible y pueda ser contemplado y adorado por los hombres? El Evangelista Juan es como el águila que se remonta hasta las alturas, fijando su ojo sobrenatural en el Sol de justicia, Cristo Jesús, que está con el Padre desde la eternidad: “El Verbo era Dios (…) el Verbo estaba junto a Dios” y desde allí es testigo de la Encarnación del Verbo: “El Verbo se encarnó y habitó entre nosotros”, pero la que hace posible que el Verbo sea contemplado en su gloria, poseyendo ya su naturalezas humana, es la Virgen, porque es Ella la que le da al Verbo Invisible de su carne y de su sangre materna, de manera tal que el Hijo de Dios, alojado en su seno purísimo y revestido de la substancia materna, adquiere un cuerpo que puede ser adorado por los hombres y así cada hombre, al ver al Hijo de Dios, revestido con la substancia materna de la Virgen, pueda decir: “Hemos visto su gloria, gloria como de Hijo Unigénito”. Y ese Cuerpo Sacratísimo, dado por la Virgen Madre y tejido por Ella con su propia substancia materna en los nueve meses que duró su gestación, es el mismo Cuerpo que luego habría de entregar en la Cruz, en sacrificio para la expiación de nuestros pecados, y es el mismo Cuerpo que continúa entregando en cada Eucaristía, para donarnos su Vida y su Amor divinos.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Si la Virgen Santísima engendró en su seno virginal al Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, para darlo al mundo en Belén como Pan de Vida eterna, esto lo hizo en cuanto Madre y Modelo de la Iglesia, para que la Iglesia, a su imagen y semejanza, también engendrara por el Espíritu Santo, en su seno inmaculado y puro, el altar eucarístico, el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, donándolo a las almas como Pan de Vida eterna en cada Santa Misa. El mismo Don que hizo la Virgen al mundo en Belén, Casa de Pan, de dar a su Hijo Jesús como Pan Vivo bajado del cielo, ese mismo don lo continúa la Iglesia, Nuevo Belén, al dar al Hijo de Dios, Jesús, como Pan Vivo bajado del cielo, en la Eucaristía. Es por esto que, parafraseando a María Santísima en el Magnificat, como Iglesia le decimos: “El Señor hizo en ti, oh Virgen Santa y Pura, amabilísima Madre de Dios y Madre nuestra, grandes maravillas”.

Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

        
          



[1] Cfr. San Justino, Diálogo con el judío Trifón.