domingo, 23 de abril de 2017

Hora Santa en reparación por profanación de imagen de la Virgen en Catamarca el 080417


Imagen decapitada de Nuestra Señora del Valle 
en la gruta de Choya, Catamarca.

         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado, en reparación y desagravio por la profanación de la imagen de Nuestra Señora del Valle sufrida en Catamarca el 08 de Abril de 2017[1]. La información respecto a este lamentable hecho se encuentra en el siguiente enlace:
         Puesto que Nuestra Señora del Valle es una advocación de la Inmaculada Concepción, las meditaciones del Santo Rosario girarán en torno a las bondades celestiales que significan para el alma la consagración al Inmaculado Corazón de María. Y como lo hacemos siempre, pediremos la conversión de los autores de esta profanación, como así también nuestra propia conversión, la de nuestros seres queridos, y la del mundo entero.
Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.
Oración de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
La Virgen María, la Madre de Dios, es también Madre de todos los hombres y, como Madre amorosísima que es, desea nuestra salvación y es por eso que nos muestra el camino de nuestra eterna salvación, el camino al Cielo, que no es otro que su Hijo Jesús. Nuestra Madre del cielo nos lleva entre sus brazos, así como una madre lleva a su hijo pequeño, y nos alimenta y nutre, con la leche de la sabiduría espiritual y celestial y con el Pan Vivo bajado del cielo, la Eucaristía. Como una madre amantísima que desea proteger a sus hijos de todo peligro, la Virgen quiere refugiarnos en el aposento seguro de su Inmaculado Corazón, por medio de la Consagración a su Corazón Purísimo. Puesto que desea lo mejor para nosotros, no solo no quiere que caigamos en el error, en la ignorancia, en la herejía y el cisma, sino que desea instruirnos en la Sabiduría Divina, la cual ilumina el alma con la luz esplendorosa de la Verdad revelada por Jesucristo, que Dios es Uno y Trino y que la Segunda Persona de la Trinidad se ha encarnado en Jesús de Nazareth para morir en cruz y así salvarnos de la eterna condenación. Sin la instrucción de esta celestial Madre, el alma se inexorablemente envuelta en las tinieblas del error y de la confusión, principalmente en lo que respecta a los misterios sobrenaturales absolutos de la Santa Fe católica, como la Trinidad de Personas en Dios Uno y la Encarnación del Verbo de Dios, que prolonga su Encarnación en la Sagrada Eucaristía.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
         La Virgen, Madre del Amor Hermoso, nos llama a consagrarnos a su Inmaculado Corazón, para allí calentarnos con el Fuego que en él inhabita desde su Concepción sin mancha, el Espíritu Santo, para que así, calentados e iluminados con las Llamas del Divino Amor, seamos puestos a salvo de la frialdad y oscuridad espirituales propias de un corazón sin Dios. Al consagrarnos a María, seremos revestidos de la Luz del Espíritu Santo, de modo que lleguemos al conocimiento de la Sabiduría Encarnada, Jesucristo, alejándonos al mismo tiempo de las tinieblas del gnosticismo, del relativismo, del humanismo y del materialismo. Consagrados a María, tendremos la iluminación necesaria para despreciar los falaces encantos del mundo, llenos de peligros mortales para el alma, mientras que al mismo tiempo desearemos, aun viviendo en la tierra, solo y exclusivamente los bienes eternos, el primero de todos ellos, la Eucaristía, el Cuerpo y Sangre de Jesús. La consagración a la Virgen también nos ayudará a tener horror del pecado y a alejarnos de este, e incluso preferir la muerte antes que cometer un pecado mortal o venial deliberado, además de hacernos amar la vida de la gracia, la vida de los hijos de Dios, como nunca antes la habíamos amado y apreciado.
         Silencio para meditar.
Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
         Cuando el alma se consagra al Inmaculado Corazón de María, la gracia actúa de tal manera que el corazón humano se configura a los Sagrados Corazones de Jesús y María, y se vuelve una copia y una imagen viviente de los Sagrados Corazones, tanto cuanto más dócil a la gracia el alma sea. Quien se consagra al Inmaculado Corazón de María, se une místicamente a los Corazones de Jesús y María de tal manera, que puede decirse que Jesús y María viven en ese corazón y en ese corazón encuentran su agrado y alegría. La Consagración a la Virgen adelanta el triunfo final del Inmaculado Corazón y lo anticipa, por cuanto el triunfo de María Santísima sobre el Dragón consistirá, precisamente, en lograr gloriosos despojos allí donde el Enemigo de las almas reina, los corazones de los hombres. Por la consagración, se adelanta el triunfo final de la Madre de Dios, porque en un alma consagrada a Ella, es un alma en la que flamean el estandarte celeste y blanco de la Inmaculada Concepción y el estandarte ensangrentado del Cordero, la Santa Cruz, y por lo tanto, es un corazón en donde se alaba, se glorifica, se ensalza y se adora al Único Dios Verdadero, Dios Uno y Trino, y a su Mesías, el Hombre-Dios Jesucristo.
         Silencio para meditar.
Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario. 
Meditación.
         La Virgen, “fuerte como un ejército formado en orden de batalla”, es la Celestial Capitana del Ejército Mariano, ejército formado por quienes se consagran especialmente a su Inmaculado Corazón y combaten, bajo sus órdenes, con las celestiales armas de los hijos de María: el Santo Rosario, la Adoración Eucarística, la Confesión sacramental; estos combatientes marianos acuden al campo de batalla revestidos con la armadura de la Santa Fe Católica, la fe de los mártires y de los santos de todos los tiempos, la fe del Credo y del Catecismo; estos combatientes marianos, además de luchar contra el Tentador, oponiéndole las armas que la Iglesia le proporciona, al mismo tiempo socorren, con la misericordia de Cristo, a los prójimos que han caído y sucumbido a la tentación y viven en la oscuridad del pecado, de la ignorancia, del error, de la herejía, de la superstición, la apostasía y el cisma. El ejército mariano combate, siguiendo las órdenes de la Capitana Victoriosa, contra el dragón rojo y la bestia negra, los ejércitos de Satanás, por medio de los cuales la Serpiente antigua busca hacer que los hombres participen de su pecado de rebelión contra Dios, negándolo en la teoría y en la práctica y buscando borrar, de la faz de la tierra, el Único Nombre dado a la humanidad para su salvación, el sagrado nombre de Jesús, nombre ante el cual se dobla toda rodilla en los cielos, en la tierra y en el abismo. La batalla entre el ejército mariano y el ejército de Satanás es continuación de la batalla en los cielos entre San Miguel Arcángel y los ángeles de luz, contra el Demonio y los ángeles apóstatas, y el final de esta batalla será el mismo que el de la batalla del cielo: así como el Demonio fue expulsado del cielo, así también el Demonio será expulsado de la tierra y, encadenado, será sepultado por María Santísima en lo más profundo del Averno.
         Silencio para meditar.
Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
         La Inmaculada Concepción es la señal que aparece en los cielos, signo del triunfo de Dios y su Cristo sobre el Demonio, la Muerte y el Pecado: la Virgen es la Mujer vestida de sol descripta en el Apocalipsis, resplandeciente de gracia y de gloria divina, con una corona de doce estrellas y con la luna a los pies, y que con la fuerza de la gracia de su Hijo Jesús aplasta la soberbia cabeza del Dragón. El triunfo definitivo de Dios en el sacrificio de la cruz de Dios Hijo encarnado, se hace actual y presente para todos los hombres de todos los tiempos, por medio de la renovación incruenta de su sacrificio en cruz, la Santa Misa, siendo la Virgen, Mediadora de todas las gracias la que, de acuerdo con el beneplácito divino, distribuye las gracias que brotan del Corazón traspasado de Jesús, y las aplica a las almas que más necesitadas están de la Misericordia de Dios. Por lo tanto, amar, venerar, honrar, ensalzar, alabar a la Inmaculada Concepción, la Madre de Dios y consagrarse a su Inmaculado Corazón, es el camino más rápido, fácil y seguro, para toda alma, para dar gracias a Dios por su Divina Misericordia encarnada en Jesús y, al mismo tiempo, recibir todavía más y más la infinita Misericordia que fluye, inagotable, desde las entrañas de misericordia del Corazón traspasado de Jesús.
         Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.




[1] Meditaciones basadas en el libro Consagración a mi Inmaculado Corazón, de Agustín del Sagrado Corazón.

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