miércoles, 4 de abril de 2018

Hora Santa en reparación por robo sacrílego de Hostias consagradas en Ancona, Italia 230318



Iglesia San Francisco de las Escaleras (San Francesco alle Scale) en Ancona, Italia, lugar donde se produjo el robo sacrílego de las Hostias consagradas el 23 de marzo de 2018.


         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por un robo sacrílego de Hostias consagradas ocurrido en la localidad de Ancona, Italia, en la iglesia parroquial San Francisco de las Escaleras (San Francesco alle Scale). La información relativa al lamentable episodio se puede leer en el siguiente enlace:


Nos solidarizamos con Monseñor Angelo Spina, Arzobispo de Ancona-Osimo –el comunicado completo se puede leer en el enlace[1]-, quien ha lamentado profundamente el sacrílego robo, agravado, según el mismo obispo, por la posibilidad de ulteriores sacrilegios –misas negras- cometidas contra la Eucaristía. Como recuerda Monseñor, quien ha cometido este acto ha incurrido en excomunión “latae sententiae”, según el canon 1367 del Código de Derecho Canónico. Pediremos por la conversión de quienes han cometido este gravísimo acto, además de pedir por la conversión propia, la de nuestros seres queridos y la del mundo entero.

Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (misterios a elección).

Meditación

La Eucaristía es el Banquete celestial, el Banquete escatológico, organizado por Dios Padre para recibir a su hijo pródigo, la humanidad perdida por el pecado de Adán y Eva y hecha regresar a la Casa del Padre por la gracia del sacrificio redentor de Jesucristo. La Eucaristía, como Banquete celestial, nace el Jueves Santo, en el ámbito de la Última Cena y en el contexto de la Cena Pascual[2]. Se desarrolla en el ámbito del convite, en el que el dueño de casa agasaja a sus invitados más ilustres con el manjar más exquisito que jamás haya podido preparar. El “sentido de convite, de ágape, está en las palabras utilizadas: Tomen, coman… Tomó luego una copa y… se la dio diciendo: Beban todos de ella… (Mt 26, 26.27)”[3]. La Eucaristía es un convite, pero un convite sacrificial, un sacrificio incruento y sacramental que se ofrece bajo la forma de banquete, pero es un sacrificio que se conecta indisolublemente con el Santo Sacrificio de la Cruz: “la Eucaristía tiene también un profundo sentido profunda y primordialmente sacrificial”[4]. En efecto, la fuerza divina, impresa en las palabras de la consagración, adquirirán toda su plenitud cuando el sacrificio en la cruz sea consumado, cuando el Cordero de Dios sea inmolado en el altar de la cruz, entregando sacrificialmente en el ara de la cruz su Cuerpo y derramando su Sangre en el Calvario y es de este sacrificio cruento de donde el sacrificio incruento, llevado a cabo en la Última Cena y en donde el Cordero se inmoló incruenta y sacramentalmente, obtiene toda su virtud y eficacia salvífica.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario (misterios a elección).

Meditación

Si bien la Eucaristía se nos ofrece a partir del Jueves Santo –y así aparece a los ojos del cuerpo- como un convite, como un banquete –se ofrecen lo que a los ojos del cuerpo parecen pan y vino sobre una mesa, el altar-, el banquete eucarístico hunde sus raíces y adquiere su total y pleno sentido en el sacrificio cruento de Jesucristo el Viernes Santo sobre la cruz. La Eucaristía es un banquete, pero no se entiende sin relación al sacrificio de la cruz; sin la referencia -objetiva y no meramente subjetiva o moral- al sacrificio de Jesús en la cruz sobre el Monte Gólgota, la Eucaristía queda reducida a una mera “santa cena” o a una “comida religiosa”, llena de buenas intenciones y mensajes, pero sin ningún valor salvífico. Lo que le da a la Última Cena y a la Eucaristía que en ella se origina el valor redentor, es su relación con la muerte sacrificial de Jesucristo en la cruz: en efecto, la Última Cena del Jueves Santo es el mismo sacrificio de la cruz del Viernes Santo, pero ofrecido de modo incruento y sacramental, que alcanzará la plenitud de su significado cuando el Cordero, habiendo ofrecido en el Cenáculo su Cuerpo en la Eucaristía y derramado su Sangre en el Cáliz, ofrezca su Cuerpo en el Altar sacrosanto de la Cruz y derrame su Sangre Preciosísima, de modo cruento, también sobre el Ara de la Cruz. Nunca debemos perder de vista esta relación intrínseca, ontológica, real, sobrenatural, entre la Eucaristía de la Última Cena y el Santo Sacrificio de la Cruz del Viernes Santo, so pena de convertir a la Última Cena en una inocua “santa cena”, sin ningún valor salvífico ni redentor.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario (misterios a elección).

Meditación

El significado sacrificial del  banquete eucarístico radica en que “en él Cristo nos presenta el sacrificio ofrecido una vez por todas en el Gólgota”[5]. En el Pan Eucarístico Jesús está glorioso y resucitado y en la Sagrada Comunión nos unimos sacramentalmente, además de la fe y el amor, no a su Cuerpo muerto en la cruz, sino a su Cuerpo resucitado y glorioso, el mismo Cuerpo con el que resucitó en el sepulcro y con el cual está en el Cielo, en el trono de Dios. Pero la Misa, la Eucaristía, tiene un sentido sacrificial, desde el momento en que, misteriosamente, se trata “del mismo y único sacrificio ofrecido de una vez por todas en el Gólgota”[6]. En la Santa Misa Jesús se nos presenta en su condición de resucitado, pero también en su Santo Sacrificio de la Cruz, porque en el altar eucarístico hace lo mismo que en el altar de la cruz: entrega su Cuerpo en la Eucaristía y derrama su Sangre en el Cáliz. En la Santa Misa, entonces, se da este doble aspecto del misterio: es la renovación incruenta y sacramental del Santo Sacrificio de la Cruz –significado en la consagración por separado del pan y del vino que luego se convierten en el Cuerpo y la Sangre del Señor y que se consagran por separado porque en la Cruz la Sangre y el Cuerpo se separan-, pero también es la Presencia gloriosa del Cristo resucitado y glorioso, que se hace Presente en la Eucaristía con el mismo Cuerpo, lleno de la vida, la luz y la gloria de Dios, tal como cuando resucitó el Domingo de Resurrección. Éste doble misterio está representado en la aclamación de la Iglesia: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección”[7].

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario (misterios a elección).

Meditación

La Eucaristía es un misterio insondable: al mismo tiempo que, por el misterio de la liturgia eucarística, nos sumergimos en el pasado –asistimos mística y sobrenaturalmente al Santo Sacrificio del Viernes Santo- viviendo en el presente –en nuestro hoy, en nuestro aquí y ahora temporales-, nos proyecta al futuro, hacia la vida eterna –porque lo que consumimos al comulgar el Pan Vivo bajado del cielo, el Pan Eucarístico, es el Ser trinitario divino-, por lo que podemos decir que vivimos, de modo anticipado, la vida eterna que nos espera en el Reino de Dios: “Mientras actualiza el pasado, la Eucaristía nos proyecta hacia el futuro de la última venida de Cristo, al final de la historia”[8]. Todo lo cual nos infunde una esperanza que sobrepasa infinitamente cualquier buena esperanza terrena, porque nos hace esperar en el Reino de los cielos: “Este aspecto escatológico da al Sacramento eucarístico un dinamismo que abre al camino cristiano el paso a la esperanza”[9].

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario (misterios a elección).

Meditación

La fe específicamente católica acerca de la Eucaristía consiste en que solo la Iglesia Católica –Apóstolica, Romana- cree en “el misterio de la Presencia real”[10] de Nuestro Señor Jesucristo en el Santísimo Sacramento del altar. Esta fe propiamente católica, es motivo de “santo orgullo” –si cabe la expresión-, pero además de una alegría que no tiene su origen en este mundo ni puede compararse a ninguna de las alegrías buenas que el hombre puede tener en esta vida terrena: ¡se trata nada menos que de la Presencia real, verdadera, substancial, del Cordero de Dios, Cristo Jesús, en medio nuestro, que se presenta ante nuestros ojos corporales como si fuera pan, pero es Él, el Dios de la Eucaristía, el Dios tres veces Santo, el Dios del sagrario! Es un verdadero “misterio de la fe” y es la razón por la cual el corazón del cristiano debe convertirse, de la mundanidad de esta vida, a Dios, pero como nuestro Dios está en Persona en la Eucaristía, la conversión del cristiano debe ser, ante todo, primaria, única y esencialmente, una “conversión eucarística”. Así como el girasol, que durante la noche está inclinado hacia la tierra y con su corola cerrada, pero cuando aparece en el cielo el lucero de la mañana comienza a desplegar su corola y a elevarla hacia el cielo y cuando aparece el sol se enfoca en él y lo sigue durante todo su recorrido en el cielo, así nuestros corazones, apegados a la tierra y cerrados a la gracia, cuando aparece en nuestras vidas la Estrella de la mañana, Nuestra Señora de la Eucaristía, para darnos la gracia de la fe en el Cordero de Dios, Cristo Jesús, debemos elevar nuestros corazones, despegarlos de las cosas mundanas y contemplar al Sol de justicia, Jesús Eucaristía y mantener fija la vista del alma en Él y sólo en Él. Sólo así será realidad la conversión eucarística del corazón.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.

        


[1] In seguito al furto di due pissidi contenenti ostie consacrate, avvenuto nella chiesa di san Francesco alle Scale, l’Arcivescovo di Ancona ha emesso il seguente comunicato: “Con profondo dolore vi do notizia che nella serata del 22 marzo 2018, nella chiesa parrocchiale di San Francesco alle Scale, mani ignote e sacrileghe hanno forzato il tabernacolo e derubato due pissidi con la SS. Eucaristia. É un terribile gesto che offende gravemente Dio e lacera in profondità il cuore della nostra Chiesa locale, perché non c’è nulla di più prezioso, nella Chiesa di Dio, della Santa Eucarestia. É un atto inaudito, compiuto volutamente per sottrarre le Sacre Specie e utilizzarLe per chissà quali fini sacrileghi. Chi ha compiuto questo gesto è incorso nella scomunica, la cui assoluzione è riservata solo alla Santa Sede, data la gravità dell’atto (scomunica latae sententiae secondo il can. 1367 del CIC). I nostri cuori si uniscono nella preghiera di riparazione e di adorazione, nella richiesta di conversione per chi ha oltraggiato il Signore Gesù presente nella SS. Eucaristia. Invito tutti i sacerdoti, in questa settimana, a celebrare una santa Messa per la remissione dei peccati, e a vivere un momento di adorazione con la propria comunità, possibilmente il giovedì santo 29 marzo. Io stesso celebrerò l’Eucaristia il 23 marzo alle ore 18.00 nella chiesa di S. Francesco alle Scale e con la comunità parrocchiale sosterò orante davanti alla SS. Eucaristia, per adorare e chiedere misericordia. Che la Vergine Immacolata, i Santi Patroni Ciriaco e Leopardo, S. Francesco di Assisi, intercedano per noi”. +Angelo Spina – Arcivescovo di Ancona-Osimo.

[2] Cfr. Juan Pablo II, Carta Apostólica Mane Nobiscum Domine al Episcopado, al Clero y a los Fieles para el Año de la Eucaristía Octubre 2004 – Octubre 2005, II, 15.
[3] Cfr. ibidem.
[4] Cfr. ibidem.
[5] Cfr. ibidem.
[6] Cfr. ibidem.
[7] Cfr. ibidem.
[8] Cfr. ibidem.
[9] Cfr. ibidem.
[10] Cfr. Mane Nobiscum, II, 16.

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